“La poesía es un refugio siempre”: Francisco Brines, Premio Cervantes 2020

Su obra se ha desplegado progesivamente como en una serie de oleadas que, a cada paso, extrae del océano frutos refulgentes.

20 DE NOVIEMBRE DE 2020 · 10:33

Francisco Brines.,
Francisco Brines.

La verdad de mi amor ahora la sé:
vencía su presencia la imperfección del hombre,
pues es atroz pensar
que no se corresponden en nosotros los cuerpos con las almas,
y así ciegan los cuerpos la gracia del espíritu,
su claridad, la dolorida flor de la experiencia,
la bondad misma.
[1]

F.B.

 

El pasado lunes 16 de noviembre se dio a conocer que el poeta español Francisco Brines es el ganador del Premio Cervantes 2020 como merecido corolario para una larga trayectoria literaria. Nacido en Oliva, Valencia, en 1932, y miembro de la generación de 1950, a la que pertenecen nombres tan preclaros como los de Ángel González, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente y Claudio Rodríguez, su obra, iniciada con Las brasas, en 1960, se ha desplegado progesivamente como en una serie de oleadas que, a cada paso, extrae del océano frutos refulgentes que sus lectores hemos disfrutado pasmosamente. Su reacción inmediata, fue de sorpresa y asombro: “No me lo esperaba. Esto es como encontrar una aguja en un pajar. Igual que yo lo merezco, lo merecen otros. Por lo tanto, si te toca a ti es una suerte que te hayan puesto la mano en el hombro. Estoy muy contento también por todos los que han ganado el premio Cervantes anteriormente”.[2]

El anuncio del Ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez, subrayó que el premio le fue otorgado a Brines por “su obra poética que va de lo carnal y lo puramente humano a lo metafísico, lo espiritual, hacia una aspiración de belleza e inmortalidad. Es el poeta intimista de la generación del 50 que más ha ahondado en la experiencia del ser humano individual frente a la memoria, el paso del tiempo y la exaltación vital. Francisco Brines es uno de los maestros de la poesía española actual y su magisterio es reconocido por todas las generaciones que le suceden”[3]. El jurado lo integraron diversas personalidades, entre quienes figuran el anterior galardonado, el catalán Joan Margarit, Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española y el poeta mexicano Juan Domingo Argüelles, a nombre de la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL).

El poeta no dejó de referirse a otrs colegas que no obtuvieron el premio: “Hay gente que no lo ha ganado y que he querido mucho, como Vicente Aleixandre, Carlos Bousoño o Claudio Rodríguez y otros grandes amigos. He tenido las orejas abiertas siempre y el abrazo también y yo he hecho los mejores amigos dentro de la poesía. Por lo tanto, estoy muy agradecido a la poesía, porque me ha hecho decir lo que nunca hubiera dicho, porque mi poesía ha salido por donde ha querido ella, y yo, diciéndole que sí, dejándome llevar”. Estudió derecho en las universidades de Deusto, Valencia y Salamanca, y cursó Filosofía y Letras en Madrid. Más tarde, fue profesor en las universidades de Cambridge y Oxford. Académico de la lengua desde 2001, Brines ha obtenido antes el Premio Nacional de Literatura (1986), el Nacional de las Letras Españolas (1999) y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2020).

Al libro mencionado líneas arriba le siguieron Materia narrativa inexacta (1965), Palabras a la oscuridad (1966), Aún no (1971), Insistencias en Luzbel (1977), El otoño de las rosas (1986), La última costa (1995), así como varias antologías. Su recopilación más reciente es Ensayo de una despedida. Poesía completa, 1960-1997 (2012). En 2016 apareció Jardín nublado, una selección de sus mejores poemas junto a otros inéditos, y en 2017 Entre dos nadas, con diez poemas inéditos y más de un centenar elegidos por amigos, lectores y estudiosos. En prosa ha publicado: Escritos sobre poesía española contemporánea (De Pedro Salinas a Carlos Bousoño) (1994), Elca. Libro de artista, con Mariona Brines (2010), y editó Ocnos, de Luis Cernuda (2002).

Desde México, adonde la poesía de otras latitudes a veces tarda en llegar, aunque la española siempre la hemos sentido muy cercana, celebramos que sea Brines quien reciba este premio tan importante para nuestro idioma, pues representa la continuidad con autores que han tenido una excelente relación con nuestro país, como es el caso notable de Ángel González. Aun cuando el autor valenciano no participó de la poesía social como varios de sus contemporáneos, su énfasis existencial es más marcado, en la línea de Cernuda.

Jaime Siles, otro magnífico poeta de la siguiente generación, lo ha calificado como “un clásico de la modernidad”. Ha dicho sobre él, al calor de la alegría y el reconocimiento por el premio: “Brines es, sobre todo, un poeta elegíaco para quien la materia poética es —y así lo ha reconocido— el tiempo y él. Como tal, su escritura poética —que es de una clasicidad moderna— se abre a dos grandes vertientes como son la satírica —que, en su caso, es, sobre todo, de índole moral— y la metafísica de cuño y raíz existencialista y que tiene como eje la contingencia del ser humano y la conciencia de su finitud”[4]. Y añade: “Brines ha sido y es un clásico viviente, como lo definió Carlos Barral y como lo ha demostrado en toda la evolución de su escritura. Poeta mediterráneo, poeta elegíaco, poeta satírico, poeta metafísico y moral, su obra es de una profunda coherencia, sustentada en un sólido sistema de pensamiento y de dicción. El premio Cervantes viene a reconocer la riqueza y moralidad de su escritura, su singular sentimiento del tiempo y el lirismo de su creación”.

“La poesía es un refugio siempre”: Francisco Brines, Premio Cervantes 2020

Brines, el último de la fila derecha, en una reunión con Octavio Paz.

Dionisio Cañas escribió, sobre los pasos que ha seguido esta poesía en su evolución: “En el mundo poético de Brines la infancia es el tiempo de la absoluta dicha. La ruptura fatal que se da entre el individuo y el mundo sucede desde el momento en que, tras el paso de la adolescencia, la madurez suplanta a aquel primer momento feliz de la vida. En este cambio de la inocencia al conocimiento (y más tarde al saber y la serenidad que implica la madurez), descubre el poeta la sexualidad y el más exultante complemento de ella que es el amor”[5]. Carlos Marzal, a su vez, fue enfático: “Es uno de los tres poetas más grandes del español, un maestro de una generación maravillosa, a la altura de cualquiera de las generaciones del 98 y del 27; un poeta muy completo para los que somos fans y devotos de él, un poeta de la naturaleza mediterránea, cantor del placer físico, de los momentos de la intensidad de la vida, y también un poeta reflexivo, metafísico, con una veta meditativa muy importante sobre el paso del tiempo”[6].

Donde muere la muerte es el título del libro que Brines está trabajando actualmente. El poema del mismo título dice así:

Donde muere la muerte,

porque en la vida tiene tan solo su existencia.

En ese punto oscuro de la nada

que nace en el cerebro,

cuando se acaba el aire que acariciaba el labio,

ahora que la ceniza, como un cielo llagado,

penetra en las costillas con silencio y dolor,

y hay un adiós sin nadie, que se dirige a nadie,

y un pañuelo mojado por las lágrimas se agita

hacia lo negro.

Beso tu carne aún tibia.

Fuera del hospital, como si fuera yo, recogido

en tus brazos,

un niño de pañales mira caer la luz,

sonríe, grita, y ya le hechiza el mundo

que habrá de abandonarle.

Madre, devuélveme mi beso.[7]

 

Agregamos aquí otros ejemplos de esta poesía

 

Aquel verano de mi juventud

¿Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?
¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.

Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
No queda ya el recuerdo de días sucesivos
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;
y así saberme digno del sueño de la vida.

De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,
y la mirada fija dentro del mar.
Tan sólo ese momento indiferente.
Sellada en él, la vida.

Ensayo de una despedida (antología, 1997)

 

Epitafio romano

“No fui nada, y ahora nada soy.

Pero tú, que aún existes, bebe, goza

de la vida..., y luego ven.”

Eres un buen amigo.

Ya sé que hablas en serio, porque la amable piedra

la dictaste con vida: no es tuyo el privilegio,

ni de nadie,

poder decir si es bueno o malo

llegar ahí.

Quien lea, debe saber que el tuyo

también es mi epitafio. Valgan tópicas frases

por tópicas cenizas.

(Aún no)

 

El testigo

La luz,

Aun no la sombra.

Y vivo en la penumbra oscurecida

(La luz es calida,

cuando roza, besa.)

Es todo mi deseo; saberse ser,

aun existente.

Antes que todo sea

como antes de ser.

Nuestra esencia es ceguera,

y aquello que lo niega es un misterio

sin significacion.

¿Quién pone en nuestra mente

la incognita de Dios?

Él es Amigo y Enemigo.

Es el nombre otorgado a la ignorancia. Su aletazo nos borra

Nada he sido.

Mi testigo, lector, pongo en tus manos.

(Inédito)

 

Notas

[1] F. Brines, Ensayo de una despedida (1960-1977). Madrid, Visor, 1984 (Visor de poesía, 171), p. 124.

[2] Ferran Bono, “El poeta Francisco Brines gana el Premio Cervantes: ‘Mi madre estaría muy contenta porque creía que no iba por el buen camino’”, en El País, 16 de noviembre de 2020.

[3] “Francisco Brines, Premio Cervantes 2020”, en Ministerio de Cultura y Deporte, 16 de noviembre de 2020.

[4] J. Siles, “Francisco Brines: un clásico de la modernidad”, en ABC,16 de noviembre de 2020.

[5] D. Cañas, “Introducción”, en F. Brines, El rumor del tiempo (Antología). Madrid, Mondadori, 1989 (Mondadori bolsillo, 32), p. 7.

[6] Ferran Bono, op. cit.

[7] Ferran Bono, “Francisco Brines brinda su Premio Cervantes a los que leen poesía”, en El País, 17 de noviembre de 2020.

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