Por amor a Dios, de Donald Carson
"El ritmo mismo de la vida nos permite innumerables excusas para sacrificar lo importante sobre el altar de lo urgente". Un fragmento del devocional para leer la Biblia en un año de D. A. Carson "Por amor a Dios" (vol.II), de Andamio.
08 DE ENERO DE 2015 · 22:30
"Por amor a Dios (volumen II)", de D. A. Carson (Andamio, 2014) va dirigido a cristianos que quieren leer la Biblia y hacerlo de principio a fin. Puede saber más sobre el libro aquí.
En el mejor de los casos, los cristianos deben estar llenos de Biblia y hacer suyas las palabras de Job: “No me he apartado de los mandamientos de sus labios; en lo más profundo de mi ser he atesorado las palabras de su boca.” (Job 23:12). Los hijos de Israel debían aprender esta comparación durante su estancia en el desierto.
Sabemos que Dios hizo que pasaran hambre y los alimentó con el maná, para enseñarles que “Te humilló y te hizo pasar hambre, pero luego te alimentó con maná, comida que ni tú ni tus antepasados habíais conocido, con lo que te enseñó que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor.” (cf. Dt. 8:3). El Señor Jesús citó estas palabras cuando afrontó la tentación (Mt. 4:4). Por tanto, no solo del libro de Apocalipsis se puede decir con propiedad: “Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca.” (Ap. 1:3). La noche que fue entregado, Jesucristo oró por sus seguidores con estas palabras: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad.” (Jn. 17:17). La Palabra de verdad es el medio por el cual Dios santifica a hombres y mujeres, apartándolos para formar su propio pueblo.
Este desafío ha ido en aumento con el paso de los años, y eso debido a varios factores. Todos debemos hacer frente a los pecados corrientes de pereza o falta de disciplina, los de la carne y el orgullo de la vida. Sin embargo, existen otras presiones añadidas. El ritmo mismo de la vida nos permite innumerables excusas para sacrificar lo importante sobre el altar de lo urgente. El constante aporte sensorial, que llega por todas partes, es suavemente adictivo: nos acostumbramos al entretenimiento y la diversión, y resulta difícil encontrar el espacio y el silencio necesarios para una lectura seria y concienzuda de las Escrituras. El analfabetismo bíblico, en aumento en la cultura occidental, es un problema aún más serio: la Biblia es un libro cada vez más complejo, hasta para muchos cristianos. Conforme la cultura se va alejando de su primer arraigo a una comprensión de Dios judeocristiana, a la historia, la verdad, el bien y el mal, el propósito, el juicio, el perdón y la comunidad, la Biblia parece más y más desconocida. Esta misma razón constituye la urgencia por leerla y releerla para que, al menos, los cristianos confesos conserven el patrimonio y la perspectiva de una mente moldeada e instruida por la santa Escritura.
El propósito de este libro es alentar ese objetivo. Las guías devocionales tienden a ofrecer breves lecturas personales de la Biblia, limitándose algunas veces a uno o dos versículos que van seguidos de varios párrafos de edificante exposición. Sin duda, proporcionan una ayuda personal para los creyentes con necesidades, temores y esperanzas personales. Sin embargo, no ofrecen la estructura de lo que la Biblia afirma —la “trama” o “argumento”—, el panorama completo que da sentido a todas sus pequeñas secciones. Cuando se les da un mal uso, estas guías devocionales pueden llegar a engendrar una opinión desatinada de que Dios existe para resolver mis problemas. Se fomentan interpretaciones sumamente equivocadas de algunas Escrituras, simplemente porque el puñado de pasajes que tratan no se halla dentro del contexto de dicho panorama que va perdiendo intensidad. Solo la lectura sistemática y repetida de toda la Biblia está a la altura de estos desafíos.
Y eso es lo que este libro promueve. En él encontrará un plan que le ayudará a leer todo el Nuevo Testamento y los Salmos dos veces en el transcurso de un año, y una vez el resto de la Biblia; también puede seguir una modificación de esta guía y hacerlo en dos años. Se proporciona un comentario para cada día, pero si se contenta con leer la exposición dejando de lado los pasajes bíblicos asignados, este libro no habrá conseguido en absoluto su objetivo.
El esquema de lectura aquí presentado es una ligera modificación de uno anterior, desarrollado hace más de un siglo y medio por Robert Murray M’Cheyne, un pastor escocés. La introducción explica cómo funciona y por qué este libro no es más que un segundo volumen (aunque recorra todo el calendario anual).
“Desead con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, creceréis en vuestra salvación, ahora que habéis probado lo bueno que es el Señor.” (1 P. 2:2-3; NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL).
Día 1: Génesis 1 | Mateo 1 | Esdras 1 | Hechos 1
Los primeros pasos hacia el retorno de Israel del exilio y la reconstrucción del templo (Esdras 1) son muy interesantes:
(1) Una persona sin demasiado conocimiento de historia puede pensar que Israel fue el único grupo nacional liberado del cautiverio del exilio, algo que históricamente no es cierto. Cuando los persas dominaron a los babilonios (que habían enviado a Judá al exilio), el rey Ciro de Persia, cambió la política que estos pusieron en práctica. Los babilonios (y antes los asirios) se llevaban a la aristocracia y a los dirigentes de los territorios subyugados. En el mundo antiguo, la rebelión se apoyaba en tres elementos: pueblo, tierra y religión. Si se eliminaba uno de los tres, las probabilidades de que se produjesen revueltas disminuían. Los imperios se aseguraban la paz deportando a todos los líderes de cada rama de una cultura a un nuevo territorio alejado de su propia tierra (separando así pueblo y tierra). Es obvio que también se producían enormes desplazamientos, lo que debió causar muchos efectos negativos, sobre todo económicos. Cualesquiera que fuesen las razones, Ciro no sólo acabó con esta política, sino que permitió que los exiliados, incluidos los judíos, volviesen a su patria.
(2) No obstante, Esdras no se equivoca cuando comprende que estos hechos son obra de Dios: “En el primer año del reinado de Ciro, rey de Persia, el Señor dispuso el corazón del rey” (1:1). En otra ocasión, Dios hizo que se llevase a cabo un censo de todo el mundo romano, a fin de llevar a una mujer encinta a Belén, una vez más para que se cumpliese una antigua Escritura (Lucas 2).
(3) En este caso, según Esdras, la profecía es la de Jeremías (Esdras. 1:1), haciendo referencia probablemente a Jeremías 25:11-12; 29:10-14; 51. Sería un error leer Esdras 1:1 con la idea de que Dios se viese obligado de alguna forma por la palabra de Jeremías, en lugar de lo contrario. El sentido es que la profecía de éste no es sino la palabra del Señor. Dios sólo está atado a su propia palabra. Cuando Daniel entendió que el tiempo de exilio estaba llegando a su fin, se dispuso a buscar el rostro de Dios por su pueblo (Daniel 9), exactamente lo que había que hacer. Aquí encontramos las respuestas a la oración de Daniel y a las promesas de Dios.
(4) Como es habitual, cuando el Señor obra de forma decisiva, no quedan cabos sueltos. Por una parte, conmueve al rey Ciro a que haga su proclamación; por otra, infunde el deseo de volver a casa en el corazón de muchos judíos (1:5). Después de todo, estamos hablando de una generación que creció totalmente en el valle del Tigris y el Éufrates. Sería como pedir a la segunda o tercera generación de inmigrantes en un país que volviese “a casa”, a la tierra de sus padres o abuelos. Sin embargo, el pueblo de Dios está dispuesto a hacerlo por el poder de su Señor.
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