La paz de Dios en el ojo del huracán
En medio de toda esta turbulencia, existe un lugar de calma, el ojo del huracán. Esta paz no significa la ausencia de problemas; sino la seguridad de que Dios tiene el control.
02 DE FEBRERO DE 2025 · 21:35
"La vida en Cristo no nos exime de tormentas, pero nos da un ancla segura en medio de ellas". Charles Spurgeon
"Dios no promete un viaje sin tormentas, pero sí un aterrizaje seguro". Corrie ten Boom
"La fe ve lo invisible, cree lo increíble y recibe lo imposible". Corrie ten Boom
"La paz de Dios es como el ojo del huracán: en medio de la tormenta, puedes encontrar calma en Su presencia". Anónimo
Cuando estamos viviendo toda clase de huracanes y tormentas, danas inmensas y toda clase de fenómenos demasiado inusuales en nuestro país, no puede dejar de meditar en todo ello, y quiero comenzar por lo que es y lo que ocurre en medio del ojo de un huracán.
El ojo del huracán es la parte central y más tranquila del mismo, se caracteriza por tener vientos débiles o inexistentes y, a menudo, un cielo despejado. Está rodeado por la pared del ojo, que es la zona más peligrosa y violenta de la tormenta, con los vientos más fuertes y lluvias intensas.
Existe un fenómeno muy engañoso, cuando el ojo pasa sobre una zona, podemos creer que la tormenta ha terminado; porque hay calma y menos lluvia. Sin embargo, una vez que el ojo se mueve, la otra mitad del huracán golpea con la misma fuerza, pero con los vientos en dirección contraria.
En la vida, todos enfrentamos tormentas, hay momentos en los que los vientos de la angustia, la incertidumbre y el dolor nos sacuden con fuerza, como un huracán que amenaza con destruir todo a su paso.
A veces, nos encontramos en la pared del ojo, ese lugar donde los vientos son más fuertes, la lluvia es intensa y parece que no hay escapatoria. Sin embargo, en medio de toda esa turbulencia, existe un lugar de calma, el ojo del huracán.
Este lugar es un espacio de paz en medio de la tormenta, un recordatorio de que incluso en los momentos más difíciles, Dios nos ofrece refugio.
Su Palabra nos dice en Isaías 26:3: "Tú guardarás en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado."
Esta paz no significa la ausencia de problemas; sino la seguridad de que Dios tiene el control. Mientras el mundo a nuestro alrededor se desmorona, podemos encontrar descanso en su presencia, sabiendo que sus planes son más grandes que nuestras pruebas.
Jesús mismo nos dejó una promesa cuando dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo." Juan 14:27
Si sientes que estás en medio de un huracán en estos momentos, busca el ojo de la tormenta en la presencia de Dios. En oración, en Su Palabra, en la adoración, allí encontrarás el descanso que tu alma necesita. No importa cuán fuerte sople el viento ni cuán oscura sea la tempestad, Dios sigue siendo tu refugio seguro.
En octubre de 1998, el huracán Mitch, uno de los más devastadores de la historia, golpeó América Central con una fuerza brutal. Miles de personas perdieron sus hogares y muchas más quedaron atrapadas en medio de inundaciones y deslaves.
En Honduras, una familia cristiana vivió una experiencia que marcó sus vidas para siempre. Mientras la tormenta rugía con vientos de más de 250 km/h, las lluvias torrenciales comenzaron a inundar su casa. Desesperados, subieron al techo, orando y clamando a Dios por protección.
El huracán seguía golpeando sin piedad, y el agua arrastraba casas, árboles y todo a su paso. Sin embargo, en medio del caos, la familia sintió una paz inexplicable. Mientras oraban, recordaron las palabras de Salmo 46:1: "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones."
Cuando todo parecía perdido, la corriente del agua los llevó hasta un árbol fuerte, donde pudieron sostenerse hasta que la tormenta pasó. Fueron rescatados al día siguiente, ilesos y con un testimonio poderoso de la fidelidad de Dios.
Al contar su historia, decían: "El huracán fue fuerte, pero la paz de Dios fue aún mayor. Nos sentimos en el ojo de la tormenta, protegidos por Su mano."
Esta historia real nos recuerda que, aunque las tormentas sean intensas, Dios sigue siendo nuestro refugio. Él nos guarda, nos sostiene y nos da la paz que el mundo no puede ofrecer.
Las tormentas de la vida son inevitables. Hay momentos en los que sentimos que el viento de los problemas nos golpea con fuerza, las lluvias de la incertidumbre nos ciegan y los relámpagos del temor nos llenan de angustia.
Todo a nuestro alrededor parece caótico, sin salida, sin esperanza. Pero en medio de esa tempestad, hay un lugar de calma: el ojo del huracán, un refugio seguro donde reina la paz.
Jesús mismo lo confirmó en Juan 16:33: "En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo". No prometió un camino sin pruebas, pero sí su victoria sobre ellas.
A veces, en nuestra desesperación, clamamos para que Dios calme la tormenta. Y sí, él puede hacerlo. Pero hay momentos en los que, en lugar de calmar la tormenta, Dios decide calmar nuestro corazón en medio de ella.
Como alguien dijo una vez: "A veces Dios calma la tormenta, pero otras veces deja que la tormenta siga y calma a su hijo."
Si hoy estás en medio de una tormenta, no temas. Busca el ojo del huracán en la presencia de Dios. Ahí, en oración y en Su Palabra, encontrarás la paz que sobrepasa todo entendimiento, Filipenses 4:7.
No importa cuán fuerte sea el viento, cuán alta sea la ola o cuán oscura sea la noche, Dios sigue estando contigo.
Porque al final, como dijo alguien sabiamente: "No busques que Dios te saque de la tormenta, sino que esté contigo en medio de ella."
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Follas novas - La paz de Dios en el ojo del huracán