Viajera del Alba

Vuelvo a mirar a mi propia vida y pienso en como actúo cuando llegan las adversidades en mi camino hacia el cielo.

02 DE ABRIL DE 2016 · 20:30

Repicheep, personaje de La travesía del viajero del Alba.,narnia repicheep
Repicheep, personaje de La travesía del viajero del Alba.

“Creo que si miráramos más al cielo, acabaríamos por tener alas”

                                                Gustave Flaubert

               “… Dios la ayudará al clarear la mañana…”

                Salmo 46: 5

Me encantan “Las Crónicas de Narnia”, esa heptalogía escrita por el irlandés C. S. Lewis, un creyente; aunque un tanto a su manera, pero buen conocedor de la Escritura. Estos siete libros fueron escritos entre 1950 y 1956 y más tarde llevados a la pantalla. Todavía recuerdo ver alguna de estas películas con mis tres chicos pequeños y recuerdo también como se nos empañaban los ojos a los cuatro cuando Aslan, el noble León figura alegórica de Cristo, viniendo a rescatar el trono de la Tierra de la malvada Bruja blanca, figura alegórica de Satanás, se dejaba sacrificar sin abrir la boca.

La verdad es que me encanta todo esto y la simbología alegórica de Cristo y muchas cosas más, llevadas sutilmente de la mano de Lewis, en donde se refleja Biblia pura, hasta profecías cumplidas.

Hay un personaje que me gusta especialmente y es alguien tan aparentemente insignificante como el ratoncito parlante que lleva un estoque y tiene una pluma detrás de la oreja, Reepicheep.

En una parte de “La travesía del Viajero del Alba”, este decidido y firme ratoncito que no ceja en su empeño de llegar hasta el “extremo Este” y unirse a Aslan, dice:

“Mientras pueda, navegaré hacia el Este en el viajero del Alba. Cuando me falle, voy a remar hacia el Este en mi barquilla, y cuando se hunda, nadaré al Este con mis cuatro patas. Y cuando ya no pueda nadar, si no he llegado al país de Aslan, me hundiré apuntando con mi nariz hacia la salida del sol”.

Me parecen unas palabras increíbles que hoy quiero extrapolar para mi propia vida. En nuestro camino al cielo, nos vamos a encontrar con muchas dificultades, un poco…. Lo de la parábola del sembrador, el sembrador salió a sembrar y esparció la semilla por todos los sitios. La semilla siempre era la misma, la diferencia estaba en la tierra que la recibía.

Yo no soy quien para juzgar a nadie, bastante tengo con mirar para mi misma, mis propios errores e intentar caminar fielmente y sin vacilar delante de mi Señor… Los demás, es algo que tengo que dejar en Sus manos. Pero hay tierras de todo tipo. En unas, la semilla se arraiga bien, germina, crece…. Otras, son ahogadas por muchas cosas y terminan por marchitarse sin llegar a ningún puerto.

Me encanta Reepicheed y sus palabras que demuestran una fortaleza interior tremenda. Y vuelvo a mirar a mi propia vida y pienso en como actúo cuando llegan las adversidades en mi camino hacia el cielo.

¿Me dejo vencer a la primera de cambio? ¿Me rindo a la una, a las dos, a las tres…? ¿O soy tan fuerte y empecinada cómo nuestro pequeño amigo?

He de reconocer que mis fuerzas flaquean muchas veces; pero también que “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” Fil. 4: 13.

Me encanta el Salmo 46, es toda una preciosa declaración de confianza en Dios. Hace algunas horas alguien bien querido me lo regaló, pero sé bien que fue un regalo de parte del Señor; yo ya sabía sobre lo que iba a escribir, y cuando leí por millonésima vez en mi vida ese precioso Salmo, saltaron igual que estrellas muy brillantes, cada una de las letras del texto que os he dejado al principio……. “… Él la ayudará al clarear la mañana…” Igual que estrellas saliendo de mi preciosa Biblia.

Si te encuentras lo mismo que yo en tu caminar al cielo, te dejo esta poesía que acabo de escribir, ¡Es para ti!

 

SOBRE LAS ALAS DEL ALBA

 

Soy viajera del cielo,

esa es mi ruta y mi abrazo.

Y hace tanto que viajo,

Que mis pies ya van descalzos.

 

Van descalzos y volando

Entre dulces nubes blancas.

En el alba, en el ocaso,

En la tormenta y la calma.

 

A veces, el viento duele.

A veces, golpea el rostro.

A veces, llueve en el alma.

A veces, mis alas cansan.

 

Pero siempre me levanta

el que sostiene mi entraña,

mis alas, mis pies descalzos,

mis torpezas y esperanzas.

 

Y llegaré al cielo un día

Sobre las alas del Alba.

Y me fundiré en Su rostro,

en Su preciosa mirada y en Su ternura Escarlata.

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