El ateísmo y la muerte de Dios

Pascal dejó dicho que el que no cree es el que más cree. Reniega del Dios creador sublimado en las páginas de la Biblia, pero en su lugar colocan extravagantes figuras. Necesitan creer en algo.

24 DE JUNIO DE 2021 · 19:02

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Imagen de Jimmy Chang en Unsplash.

El teólogo norteamericano William Hamilton, protestante, tiene un libro titulado Radicalism and the Death of God. (Radicalismo y la muerte de Dios). Escribiendo sobre su contenido dice que la muerte de Dios “puede significar que en otro tiempo hubo un Dios a quien era apropiado, posible e incluso necesario tributar adoración, alabanza y confianza, pero que ahora no existe un Dios semejante”.

Dios ha muerto.

Han matado a Dios.

Otros teólogos que han estudiado el tema desde un punto de vista histórico atribuyen la idea de la muerte de Dios al escritor griego Plutarco de Queronea, quien vivió en el primer siglo de la era cristiana. Plutarco ha quedado inmortalizado en la historia de la literatura universal por sus Vidas paralelas, donde narra la vida de grandes personajes griegos contraponiendo cada una de ellas a la de un romano. Con la muerte del gran Padre, Plutarco se interroga sobre la muerte de Dios.

En tiempos modernos, la muerte de Dios se encuentra presente, directa o indirectamente en los escritos de Goethe, William Blake, Hegel, Strauss, Feurbach, Marx, Ibsen y tantos otros. El ya citado William Hamilton señala que, “en un sentido, Dios murió con Jesús en la cruz”.

Así llegamos al año 1900. El campeón de la muerte de Dios, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, muere en una clínica psiquiátrica de Weimar tras sufrir una parálisis cerebral progresiva.

Perdió la razón.

Murió loco.

Antes de morir, en 1882 escribió La Gaya Ciencia, donde anticipa las ideas de la muerte de Dios y en 1883 la primera parte de Así hablo Zaratustra, donde amplía el tema hasta 1885, cuando escribe la cuarta y última parte, de la que sólo se imprimen 40 ejemplares, pagadas por el propio autor.

Así hablo Zaratustra es la obra más conocida y divulgada de las escritas por Nietzsche; está considerada como una de las más importantes de la literatura alemana. La elección de este personaje puede resultar sorprendente. Zaratustra fue un filósofo religioso de origen persa; se cree que vivió en torno al siglo VI antes de Cristo. Se le suelen atribuir la exposición de ideas en torno al bien y el mal.

Los habitantes de un pueblo a los que Zaratustra grita: “¡Arrojad de vosotros todos los diablillos pusilánimes que lleváis dentro!”, exclaman: “¡Este Zaratustra es ateo”, a lo que responde el filósofo persa: “¡Sí, soy Zaratustra, el ateo!”.

En la cuarta parte de Así habló Zaratustra hay un profundo diálogo entre éste y “el más feo de los hombres”. El hombre feo reconoce al personaje que tiene ante si y le dice: “Se perfectamente quien eres. ¡Eres el asesino de Dios!”.

¡Soberbio el pasaje de La Gaya Ciencia donde un loco discurre sobre la muerte de Dios! ¡Un texto capital en la historia de la literatura alemana! Así comienza el largo discurso: “¿No habéis oído hablar de aquél loco que en pleno mediodía encendió una linterna y recorrió la plaza gritando con todas sus fuerzas: “¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!”? Y como precisamente allí había muchos que no creían en Dios, se produjo entre la muchedumbre una enorme carcajada “¿Se ha perdido?”, preguntó alguien. ¿Se ha extraviado como un niño? ¿Se ha escondido? ¿Será que nos tiene miedo? ¿Habrá embarcado? ¿Se habrá trasladado? Todo esto se preguntaban a voz en grito, riéndose con todas las ganas. El loco saltó en medio de ellos y los trasladó con su mirada: ¿Adónde se ha ido Dios?, gritó. Voy a decíroslo: Nosotros lo hemos matado, ¡vosotros y yo! Todos nosotros somos sus asesinos. Pero, ¿cómo hemos hecho esto? ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo hallar consuelo nosotros, asesinos entre todos los asesinos? Los más santo y lo más poderoso que hasta ahora el mundo poseía ha sucumbido ensangrentando ante las hojas de nuestros puñales. ¿Quién será capaz de borrar esta sangre que nos mancha? ¿Qué clase de aguas lustrales podrán purificarnos? ¿Qué juegos sagrados podremos instituir en su honor? ¿No es demasiado enorme el peso de esta acción para nosotros? ¿No tendremos que convertirnos en dioses para aparecer dignos de ella? Nunca se ha perpetrado una acción tan grande, y todo el que nazca detrás de nosotros pertenece, en virtud en esta acción, a una historia más sublime, más elevada de lo que hasta ahora ha sido la historia. Aquí guardó silencio el loco y volvió a mirar detenidamente el círculo de su auditorio; también los oyentes estaban silenciosos y le miraban con extrañeza. Por último, arrojó su linterna contra el suelo, la cual se hizo pedazos y se extinguió. Llego demasiado pronto, fueron sus palabras. Aún no era mi hora. Este terrible acontecimiento se acerca y viene de camino, todavía no ha logrado abrirse paso hasta los oídos de los hombres.… Una vez que salió fuera y comenzó a hablar de nuevo, repetía siempre estas mismas palabras: ¿Qué son ya estos templos sino las sepulturas y las tumbas de Dios?”

El profesor alemán de Filosofía Georg Siegmund dice en el segundo volumen de El ateísmo contemporáneo que de esos textos de el loco “parte ordinariamente la interpretación del ateísmo de Nietszche, quien califica la muerte de Dios como el acontecimiento más grande de los tiempos modernos”.

En un prólogo que repite en varias versiones modernas de Así habló Saratustra, Enrique López Castellón sugiere que este libro del filósofo alemán, considerado como el más importante de cuantos escribió, contiene “el mensaje de una nueva religión sin Dios o contra Dios” Nietzsche se propone “aventar nuestras creencias en la existencia de Dios y de otra vida después de la muerte”. Muerto Dios, entonces todo nos está permitido, escribió Dostoievski en Los hermanos Karamazov. La idea del ateísmo que profesaba Nietzsche ha sido expuesta por numerosos autores, entre ellos G. Lucacs en El asalto a la razón, Barcelona 1968, V. Massuh en Nietzsche y el fin de la religión, Buenos Aires 1985, y B. Vuelte en El ateísmo de Nietzsche y el cristianismo, Madrid 1962.

Con todo, el tema de la muerte de Dios en el discurso del loco tiene para mí otras enseñanzas que el filósofo alemán no obvia, independientemente de si Dios está muerto o continúa con vida. Más allá de los procedimientos interpretativos aludidos, veo en el libro más importante de Nietzsche una síntesis de la situación religiosa y espiritual de nuestro tiempo, con frecuentes incursiones en páginas de la Biblia.

El grito del loco lo veo inspirado en el primer libro de los Reyes, capítulo 18. En el desafío que tuvo lugar en la cumbre del monte Carmelo entre el Jehová de Elías y los profetas del dios Baal, éstos lo invocan sin éxito. Elías, poco humanitario en aquel momento, se burla de los rivales con palabras muy parecidas a las que emplea el loco: “Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme y hay que despertarle” (1º de Reyes 18:27).

Habría que decir que la afirmación de Dios ha muerto es menos radical que la de Dios no existe. Dios ha muerto es tan solo el discurso de un pensador, en tanto que Dios no existe es la inmersión totalitaria en el ateísmo. A Dios lo ha matado el ser humano en general al negar su existencia. Los ilustrados del siglo XVIII, a los que me referí cuando escribí sobre ateísmo y materialismo, fueron los asesinos de Dios, que lo sustituyeron por la Razón, la Ciencia, la Moral y la Historia.

Cuando redacto estas líneas acudo a una encuesta de la prestigiosa agencia Gallú, realizada en 57 de los principales países del mundo. El resultado da estas cifras: De los 7.300 millones de personas que poblamos la tierra, 2.300.000 se declaran indiferentes a la religión y 1.300.000 afirman que sí son ateos radicales. A Dios no lo mató Nietzsche en un libro, lo han matado casi millón y medio de personas en la vida real. Desde que depositaron a Dios en su tumba parte de la humanidad vive huérfana de Dios, pero no de la creencia. Blaise Pascal dejó dicho que el que no cree es el que más cree. Reniega del Dios creador sublimado en las páginas de la Biblia, pero en su lugar colocan extravagantes figuras. Necesitan creer en algo.

En la cuarta parte del libro, la fiesta del asno, Zaratustra sufre un sobresalto al contemplar una reunión de hombres superiores, entre ellos un papa jubilado, dos reyes, un mago, un adivino, un viajero que se hacía llamar la sombra, el hombre feo y otros. Todos “se habían arrodillado como niños o como viejas beatas y estaban adorando un asno”. Así rezaban al burro: “Alabanza y honor, sabiduría y gratitud, y alabanza y fortaleza a ti, nuestro dios, por los siglos de los siglos. Y el asno rebuznó”.

Es la consecuencia de matar a Dios, de ignorarlo en nuestras vidas, de no creer en Él. Da igual adorar a una bailarina de París, como hicieron los caudillos de la revolución francesa, que adorar a un burro. Se cumplía y se continúa cumpliendo lo que anunció el profeta Jeremías hablando en nombre de Dios: “Dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13).

Conclusión: Año 1885. Nietzsche: Dios ha muerto.

Año 1900: Dios: Nietzsche ha muerto.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque al ateísmo - El ateísmo y la muerte de Dios