Humor ateo

Puede que el “gracias a Dios soy ateo” provoque risa, pero es teología pura. Si Dios no existiera no habría ateos. El ateísmo es la negación de Dios. Sin un Dios a quien negar, ¿qué harían los ateos?

27 DE MAYO DE 2021 · 20:40

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Foto de Kazuo Ota en Unsplash CC.

Llevado al plano religioso, el humor nunca ha estado ausente de sus contenidos. Como aquel pastor evangélico que en unos funerales en los que en lugar de recordar las virtudes del difunto para consolar a los familiares, en su sermón funerario habló de los defectos y los vicios del hombre al que estaban dando sepultura.

Considerado un libro serio, mucho muy serio, que diría un mexicano, en la Biblia encontramos también reminiscencias humorísticas, semejantes a las que protagonizó David. En una época, huyendo de sus perseguidores, se refugió en Gat, ciudad de filisteos gobernada por el rey Akis. Temiendo ser descubierto se fingió loco. Así lo cuenta la Biblia: “Escribía en las portadas de las puertas y dejaba correr la saliva por su boca” (1º de Samuel 21:13).

Cerremos por unos segundos los ojos y concentrémonos en esa escritura: ¿Podemos imaginar al gran caudillo judío en aquella situación de fingida locura?

¿Dónde está el humor? En la reacción del rey filisteo, quien dijo a sus servidores: “He aquí, veis que este hombre es demente. ¿Por qué lo habéis traído a mí? ¿Acaso me faltan locos, para que hagáis a este hombre que hiciese de loco delante de mí? (1º Samuel 21: 14-15).

Sólo Drácula o Frankestein serían incapaces de percibir el humor en el enfado del rey Akis.

El humor está definitivamente presente en personajes, episodios, situaciones, caricaturas y declaraciones de la religión atea. Se trata de un humor dotado de un gusto vacío. No es un humor necesariamente negro, más bien un humor derivado de opiniones que lo provocan. Como esta:

Según leo en el Diccionario Ilustrado de la muerte, en un cementerio de Londres existe una tumba con esta inscripción: 

Aquí yace un ateo,

Todo bien vestido,

Y sin ningún sitio al que ir.

Esa es la filosofía del ateísmo. La atea norteamericana de origen lituano, Emman Goldman, dice en La Biblia del ateo: La filosofía del ateísmo representa un concepto de vida sin ningún más allá metafísico ni un Divino Rector. Ya lo sabe el hombre enterrado en Londres. ¿Lo sabe?

El gran novelista que fue Ernest Hemingway, Premio Nobel de Literatura en 1954, acude en apoyo del enterrado londinense y de la anarquista atea Goldman. Lo hace en estilo literario. Hemingway confesó a un periodista francés en París que había aprendido a escribir leyendo la Biblia. Pero pronto olvidó la doctrina revelada y encaminó sus pasos por los senderos del ateísmo. En un cuento publicado en 1927 titulado Un lugar limpio y bien iluminado responde al muerto de Londres y apoya las opiniones de Goldman. Lo hace reescribiendo el Padrenuestro desde una perspectiva atea. Reescribo yo:

“Nada nuestra que estás en la nada, nada sea tu nombre, venga a nosotros tu nada y hágase tu nada así en la nada como en la nada. La nada nuestra de cada día dánosla hoy, y perdona por nuestras nadas así como nosotros perdonamos a nuestras nadas. Y no nos dejes caer en la nada, más líbranos de nada; pues nada”.

¿Nada después de la muerte, señor cadáver enterrado en Londres?

¿Nada después de la muerte, señora Goldman?

¿Nada después de la muerte, señor Hemingway?

Leamos al astrónomo y novelista francés Camile Flamarión, muerto en 1925. En un discurso fúnebre ante la tumba de su amigo Maron en un cementerio de París, dijo: “Si esta tumba es el fin último de la existencia, y la última palabra de cuanto es, la creación no tiene entonces sentido, y el universo infinito, con sus seres y todas sus luces y todas sus esperanzas, tendría menos sentido que la acción más pequeña del perro o de la hormiga”.

Abundando en el tema del humor en el ateísmo, personajes de ficción y personajes reales pertenecientes a esa religión protagonizaron situaciones humorísticas.

Carlos Arniches fue un conocido autor dramático que murió en Madrid en 1943. Escribió 300 obras, muchas de ellas en tono de humor, como el sainete Los aparecidos. Perico el tonto dice que todas las noches aparece una ánima junto a su era. El hombre fuerte y valiente del pueblo, el tío Moro, dice al alcalde: “Con su permiso, yo me encargo de romperle el alma al ánima. No tengo miedo de esas cosas porque yo no creo en el infierno, ni en el purgatorio, ya que, gracias a Dios, soy ateo”.

Víctor Hugo dijo en el siglo XIX que el ateísmo es un mal conductor del género humano porque está lleno de contradicciones. A las del Tío Moro se unen las de dos personajes reales, dos grandes intelectuales. Los versos que siguen son del gran poeta de Nicaragua Rubén Darío:

Soy un sabio, soy ateo,

no creo en el diablo ni en Dios,

pero si me estoy muriendo,

que traigan al confesor.

Luis Buñuel, amigo de Dalí y de García Lorca, está considerado como uno de los grandes directores de cine que ha tenido España. Cuando se imponían las circunstancias declaraba su ateísmo. A él pertenece esta frase:

“Gracias a Dios, todavía soy ateo”.

Puede que el “Gracias a Dios soy ateo” de Arniches y de Buñuel provoque risa, pero es teología pura. Si Dios no existiera no habría ateos. El ateísmo es la negación de Dios. Sin un Dios a quien negar, ¿qué harían los ateos? Podrían disparar sus dardos contra las religiones, pero no sería lo mismo. Además, sin Dios no hay ateísmo, pero sin Dios tampoco hay religión. Las religiones existen porque existe Dios. No tiene sentido que el ateo dedique tiempo a negar a Dios, y en otros casos a combatirlo. Para estrellarse contra los molinos de viento confundiéndolos con gigantes ya está Don Quijote. Nunca he entendido por qué un ateo se porta de esa grotesca manera de combatir al Dios en cuya existencia no cree. ¿Por qué critican con tanto fervor la idea de Dios si no creen que lo haya?

Ateo gracias a Dios es tal contrasentido que ningún ser pensante puede darlo por lógico. El ateísmo puede ser racional, como se pretende. En cambio, lo que carece de todo sentido es dar a entender que es creación de Dios, toda vez que Dios es un ser creyente, cree en si mismo: “Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí” (Isaías 45:5).

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