Estampa de Don Quijote

Rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo: hacerse caballero andante.

04 DE JULIO DE 2024 · 17:11

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Imagen de Mick Haupt, Unsplash.link], Unsplash.

Cuenta Cide Hamete Benengeli que en un lugar de la Mancha vivía un hidalgo que respondía al nombre de Alonso Quijano. Frisaba en la edad de cincuenta años. Era seco de carnes, enjuto de rostro, alto de cuerpo, entrecano, la nariz aguileña y corva, de bigotes grandes y caídos, la vista entre alegre y grave. Según él, había nacido para resucitar la edad de oro. Aficionado a la caza, en el mismo hogar vivían su ama de llave, que pasaba de los cuarenta años y una sobrina que no llegaba a los veinte.

Los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, «se daba a leer libros de caballería con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aún la administración de su hacienda. Llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas fanegas de tierra de sembradera para comprar libros de caballerías en que leer, y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos». (El Quijote, capítulo 1, primera parte).

En resolución, se enfrascó tanto en la lectura de libros de caballería y de caballeros andantes, que pasaba noches y días leyéndolos«Y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio». Rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante, e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que las caballerías andantes ejercitaban.

Fue luego a ver su caballo. Tardó cuatro días en hallarle un nombre apropiado. Después de tachar algunos que no le gustaban al fin dio en llamarle Rocinante. La palabra rocín significa comúnmente un caballo flaco, de mala figura. 

Otros ocho días transcurrieron antes de que encontrara otro nombre para si mismo, al cabo de los cuales dio en llamarse Don Quijote. Según Clemencín, «Cervantes escogió en esta oportunidad el nombre de su protagonista entre los de las piezas propias de la profesión caballeresca. Y entre estos dio la preferencia al de la terminación en ote».

A nuestro Caballero le faltaba algo. No concebía su profesión sin una dama, «porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma».

Tiempo atrás estuvo medio enamorado de una joven que habitaba en un lugar próximo al suyo. Se llamaba Aldonza Lorenzo. Esta moza labradora, adornada de mil gracias en la exaltada fantasía de Don Quijote, era la verdadera dama a quien creía servir bajo el nombre de Dulcinea. El citado cervantista Martín de Riquer escribe que el autor de la fábula escogió un nombre muy vulgar para la dama del Caballero andante. Cree que Cervantes se inspiró en la novela pastoril Los diez libros de Fortuna de amor, donde su autor, Antonio de Lofraso, trata de un pastor llamado Dulcineo y de una pastora de nombre Dulcina.

 

 

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