Tres grandes obras sobre el amor

Maeztu escribe sobre tres mitos literarios españoles. Tres formas de concebir el amor. Sólo quienes viven el amor con semejante fuerza son capaces de olvidarse de sí mismos.

20 DE ABRIL DE 2023 · 18:35

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Imagen de Eldar Nazarov, Unsplash.

Ramiro de Maeztu nació en Vitoria, país vasco, en 1875 y desnació asesinado en Aravaca, provincia de Madrid, en 1936. Su orientación espiritual y política quedaron reflejadas en el libro de 1916 Don Quijote, Don Juan y La Celestina, tres grandes obras únicas, selectas, singulares que, según Maeztu, han formado el carácter español.

He leído varias veces los tres libros que Maeztu estudia en su obra y he escrito sobre ellos. Siempre me ha atraído el tema del amor en Don Quijote, Don Juan Tenorio y La Celestina.

Calixto y Melibea, personajes de La Celestina, son amantes definidos. Sus amores no son carnales en uno y espirituales en otro. Son los dos amores carnales y amores espirituales a la vez. Embebidos en sí mismos, los amantes no reparan en la mala voluntad de la ingeniosa bruja. El amor ha de ser cuidado y mimado como se mima y se cuida a un niño.

En Don Juan Tenorio tenemos el Nuevo Testamento: el amor que redime, la salvación por amor. Pensando en los escépticos de todos los tiempos, en los que siempre están dispuestos a condenar, Zorrilla advierte:

“Sólo en vida más pura 

los justos comprenderán

que el amor salvó a Don Juan 

al pie de la sepultura”.

La salvación por amor. El tema eterno de la Historia. El tema de Dios. En Don Quijote, el segundo libro más leído en el mundo después de la Biblia, y el primero en la literatura universal escrita en la tierra, ya que la Biblia es el libro del cielo, el amor tiene carácter de ideal.

El Caballero de la Triste Figura nunca gozó la presencia física de Dulcinea, ni siquiera la conoció, como dice a Sancho: “¿No te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea? La pinté en mi imaginación como la deseo”.

Aquí el amor escala las cumbres más altas del ideal. El amor de Don Quijote por Dulcinea es real, sentido, no necesitaba ser plasmado en figura de carne y hueso. Para Don Quijote, el amor mira con unos anteojos que hacen parecer al oro cobre, a la pobreza riqueza, y a las legañas perlas.

Para Maeztu, Don Quijote es el Caballero de la fe y el Caballero del amor. En la fugitiva imagen de Aldonza Lorenzo encarnó el amor y lo llamó Dulcinea de Toboso, convirtiéndola en sus sueños amatorios. La lectura de El Quijote nos descubre que Dulcinea era un ser ideal, idealizado en el tierno corazón del Caballero de la Alegre –no triste– Figura. Después de todo, el amor no conoce leyes. Es una unidad espiritual del alma a la que va por su propia naturaleza y que Don Quijote supo exponer y defender mil veces.

Maeztu escribe sobre tres mitos literarios españoles. Tres formas de concebir el amor. Sólo quienes viven el amor con semejante fuerza son capaces de olvidarse de sí mismos hasta la locura, como fue el caso de Alonso Quijano el Bueno.

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