Cien años de Proust

Proust apareció como una de las creaciones literarias del siglo, retratando la vida y la sociedad francesa desde los principios de la tercera República hasta la guerra de 1914-1918.

22 DE DICIEMBRE DE 2022 · 08:30

Retrato de Marcel Proust a los 21 años de edad por Jacques Emile Blanch. / J. E. Blanch, Wikimedia Commons.,
Retrato de Marcel Proust a los 21 años de edad por Jacques Emile Blanch. / J. E. Blanch, Wikimedia Commons.

Exceptuando algunos escritos de juventud, como las breves narraciones y los retratos de pintores y músicos en el libro Los placeres y los días, la novela inacabada Jean Santenil y la obra de crítica literaria Contra Saint-Beuve, Marcel Proust es universalmente conocido por En busca del tiempo perdido. La búsqueda, como también se la conoce, es una única novela, pero dividida en siete volúmenes, cada uno de ellos con su propio título: Por el camino de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El lado de Guermantes, Sodoma y Gomorra, La prisionera, Albertina desaparecida y El tiempo recobrado.

En la primera parte, publicada en 1913, Proust cuenta su infancia tímida de chiquillo nervioso en la pequeña ciudad de Combray, donde la familia pasaba muchos meses del año. El autor explica aquí el amor sutil, invasor, turbador por una cortesana de nombre Odette. Ese amor ocupa casi toda la primera parte de A la sombra de las muchachas en flor, publicada en 1919. El amor, la noble flaqueza del espíritu, le persigue a través de todos los fantasmas en quienes cree ver corazones dispuestos. En el lado de Guermantes, editado en 1920, cuando vive con su familia en París y ve a menudo a la duquesa de Ariane, siente que la ama. Está cerca de ella cuando va a casa de la tía de la duquesa y puede hablarle.

Sodoma y Gomorra, de 1922, Proust, que sufre agudamente la muerte de la abuela, es un ejemplo de las intermitencias del corazón, minuciosamente indagado; reaparece Odette y piensa en casarse con ella.

Estamos a principios del siglo XX. El caso Dreyfus, al que Proust concede muchas letras, se apaga. En La prisionera, de 1923, Marcel conduce a Albertine a París y la guarda en su casa, solos con los criados; viven como amantes, pero los celos le atormentan y le tienta la idea de abandonarla, de recobrar su libertad; entonces la vigila, la encierra más, en una prisión que termina siendo intolerable. En un momento de calma, cuando ambos están más compenetrados, Albertina huye. En Albertina desaparecida, de 1925, Proust sufre por su abandono. Piensa en cualquier medio para hacerla volver, pero ella muere cuando montaba a caballo.

En El tiempo recobrado, de 1927, Proust, que ha pasado varios años en un sanatorio, vuelve a París; se deprime al ver la transformación de todos sus conocidos por la edad y la vejez; piensa que puede volver a encontrar a aquellos hombres, a aquellas mujeres, a encontrarse a si mismo. Alejado del mundo, a esta misión dedicará la vida que le resta.

A partir de A la sombra de las muchachas en flor la obra de Marcel Proust va apareciendo como una de las creaciones literarias del siglo, retratando la vida y la sociedad francesa desde los principios de la tercera República hasta la guerra de 1914-1918. Francois Mauriac, Premio Nobel de Literatura, escribió de Proust: “Como hace con Albertine, así atrae al universo a su habitación de enfermo y lo guarda prisionero. Con sólo Proust nos basta y esta búsqueda en que viajamos tras de él, en esta subida a una luz despiadada donde, presas del vértigo, le agarramos del abrigo”.

El concepto del amor en Proust es sentido ya en La búsqueda como una forma de desesperación y de dudas. Cree amar a Albertine, y la mantiene un tiempo casi secuestrada, pero piensa casarse con Odette. Pedro Salinas, traductor de Proust al español, tituló uno de los volúmenes Unos amores de Swan.

Tras la muerte de su madre Proust se sumió en un periodo de soledad; rehuía la compañía de amigos, los vínculos familiares, la separación absoluta. Este aislamiento se hizo todavía mayor cuando vio morir trágicamente en accidente de aviación a su secretario, Alfred Agostinelli, “el ser que más amó después de su madre”.

Hoy se considera La búsqueda como una auténtica obra narrativa, un gigantesco sistema de temas y formas. Se trata, efectivamente, a la vez, de una novela psicológica, una novela social, una novela sentimental y erótica, y una novela filosófica. En calidad de novela filosófica La búsqueda se apoya en dos destacados filósofos, Bergson y Schopenhauer. No es de extrañar que En busca del tiempo perdido haya generado una bibliografía crítica de varios centenares de títulos, siendo la más comentada de toda la literatura francesa y a la que en Francia se dedican más tesis doctorales.

Atacado en noviembre de 1922 de un grave enfriamiento, fue empeorando hasta el punto de sentir próximo su fin. Tal como lo describen Bouillaguet y Rogersen en Dictionnaire Marcel Proust, “delirante veía vagar a su alrededor una gran dama negra, la muerte. Con su rostro demacrado, con su negra barba crecida y descuidada, su palidez, sus ojos brillantes por la fiebre, parecía, entre la blancura de las sábanas, un sombrío Cristo español. Así precisamente lo retrató Dunoyer de Segonzac, que lo vio en su lecho de muerte. “Hacía las cuatro de la tarde del 18 de noviembre de 1922, en presencia de su hermano, dejó de respirar. Fue sepultado, pero durante la vela del cadáver, desde los estantes iluminados velaban sus libros dispuestos de tres en tres, como ángeles con alas desplegadas y parecían el símbolo de la resurrección de aquél que no existía ya”.

No existía en la tierra, para la tierra, pero el espíritu estaba en presencia del Creador. En En busca del tiempo perdido Proust dice que “el mayor elogio de Dios es la negación del ateo”, al que critica por opinar que no sea necesario un Creador. Efectivamente. Si no existiera un Dios creador del ser humano, el provenir de la raza sería verdaderamente siniestro. Con esta convicción seguimos viviendo y aguantando unos momentos amargos y otros brevemente felices a los que Proust supo darles forma. Bendito sea.

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