El ideal en la Biblia (I)

Moisés estaba sostenido por su ideal en lo que parecía imposible. La epístola a los Hebreos resume su epopeya en estas palabras: “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27). ¿Cómo puede verse lo invisible?

13 DE FEBRERO DE 2015 · 08:30

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Inspirándome en la ya famosa obra musical del norteamericano Dale Wasserman, EL HOMBRE DE LA MANCHA, no en textos de Cervantes, preciso es tenerlo en cuenta, he publicado en semanas pasadas artículos sobre la fuerza del ideal en Don Quijote. Podría dejar el tema por concluido, pero se me ha ocurrido continuar con cinco personajes bíblicos, tres del Antiguo Testamento y dos del Nuevo, como ejemplos de idealismo espiritual.

Con el ideal ocurre en la Biblia lo mismo que con la depresión.

En el Libro divino no se encuentra ni una sola vez la palabra "depresión", pero hombres destacados en sus páginas sufrieron grandes procesos depresivos, como Elías, Job, Jeremías y otros.

La palabra ideal tampoco está en la Biblia; aún así, en sus páginas leemos acerca de hombres que fueron idealistas eminentes, vivieron con fuerza y con pasión los ideales que inspiraban sus vidas

He aquí algunos ejemplos.

 

ABRAHAM: EL IDEAL DE LA FE

Abraham ocupa en la historia bíblica un lugar único. Desde Isaac en adelante, Dios se identifica muchas veces como “el Dios de Abraham”, lo que demuestra una relación de privilegio con el fundador del pueblo judío.

Por indicación de Dios, Abraham abandonó su tierra, su familia, sus propiedades, y se trasladó a una tierra que le era desconocida.

Las dificultades fueron muchas, pero Abraham persistió.

El autor de la epístola a los Hebreos dice de él:

“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba”. (Hebreos 11:8).

¡Este es el ideal!

¡Un ideal movido por la fe en Dios!

La persona idealista se lanza al vacío, emprende la aventura, no pregunta, actúa, se involucra, arrastra.

Una fe muerta deja a la persona sentada en el banco de la Iglesia.

Una fe impulsada por el ideal se levanta y anda, tal como ordenó Jesús al joven resucitado.

 

MOISÉS: EL IDEAL EN LO IMPOSIBLE

Junto con Abraham, Moisés es otro de los grandes hombres de la Biblia. Sacó al pueblo hebreo de Egipto y lo guió por el desierto a lo largo de 40 años, hasta dejarlo a las puertas de la tierra prometida.

Durante ese largo período de tiempo Moisés tuvo que hacer frente a rebeliones de su mismo pueblo, batallas con el enemigo, traiciones en el seno de su familia, litigios entre las tribus, escollos en la propia naturaleza, etc.

Todo esto habría vencido a un hombre menos fuerte que él.

Pero Moisés estaba sostenido por su ideal en lo que parecía imposible.

La epístola a los Hebreos resume su epopeya en estas palabras:

“Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27).

¿Cómo puede verse lo invisible?

Aquí el Invisible es Dios, el Dios del Antiguo Testamento. Un Dios sin rostro, sin figura humana. ¿Cómo verlo?

Se trató de un imposible.

Pero en eso estriba la grandeza del ideal. En que cree posible lo que parece imposible.

En que es capaz de ver lo invisible.

La persona que pretende lo inalcanzable es más fuerte que el destino.

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