Lectura del Quijote

La imaginación de Cervantes transforma a un aldeano hidalgo, Alonso Quijano, en Don Quijote, hombre que del mucho leer libros de caballería se declara a sí mismo caballero andante.

07 DE JUNIO DE 2024 · 09:00

Dibujo de Alonso Quijano leyendo sus novelas de caballería. / <a target="_blank" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Don_Quixote_(part_1,_chapter_52)#/media/File:202_128_quijote_cap52_(1).jpg"> Biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias del Trabajo Universidad de Sevilla</a>, Wikimedia Commons.,
Dibujo de Alonso Quijano leyendo sus novelas de caballería. / Biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias del Trabajo Universidad de Sevilla, Wikimedia Commons.

El pasado 20 de abril tuvo lugar en la Universidad de Alcalá de Henares un acto bonito. La lectura continuada del Quijote. La inició el premio Cervantes Rafael Cádenas y la continuaron otras personalidades conocidas. La lectura de las dos partes del Quijote continuó hasta dos días después.

A mi señor Don Quijote le he tratado en tres libros míos: La Biblia en el Quijote, año 1963 en la primera de las cuatro ediciones que lleva; Todo Cervantes, 2023; Andanzas y lecciones de Don Quijote, 2024, y pienso componer otros libros más sobre el inmortal héroe cervantino.

Don Quijote de la Mancha es, sin duda, la novela más famosa en toda la historia de la literatura universal. Cervantes la escribió en dos partes. La primera parte apareció en 1605. Exactamente diez años después, cuando el manco de Lepanto se consideraba con un pie en el estribo, según confesión propia, se publicó la segunda parte de la novela; era el año 1615. Al año siguiente, el 22 de abril, moría Cervantes.

En el Quijote, la imaginación de Cervantes transforma a un aldeano hidalgo, Alonso Quijano, en Don Quijote, hombre que del mucho leer libros de caballería se declara a sí mismo caballero andante con la misión de servir a la humanidad.

Alonso Quijano era hombre seco de carne, enjuto de rostro, alto de cuerpo, entrecano, la nariz aguileña y curva, bigotes grandes y caídos, la vista entre alegre y grave; frisaba en torno a los cincuenta años. Aficionado a la caza, vivía con su ama de llaves, mujer que andaba por los cuarenta años y una sobrina que no llegaba a los veinte.

Los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, “se daba a leer libros de caballería con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aún la administración de su hacienda. Llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas fanegas de tierra de sembradera para comprar libros de caballerías, en que leer, y así llevó a su casa todos cuanto pudo haber dellos”. (El Quijote, capítulo 1, primera parte).

En el capítulo XVI de la segunda parte de la fábula, el caballero andante explica el sentido y alcance de la misión que se había impuesto“Salí de mi patria, empeñé mi hacienda, dejé mi regazo y entreguéme en los brazos de la fortuna, que me llevase donde más fuese servida…. He cumplido gran parte de mi deseo, socorriendo a viudas, amparando doncellas y favoreciendo casadas, huérfanas y pupilas. Y así, por mis valerosas y cristianas hazañas he merecido andar ya en estampas en casi todas o las más naciones del mundo…. Y del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio”.

Rematado ya su juicio, una calurosa mañana de julio Don Quijote reúne todas sus armas, monta en su caballo Rocinante y se encamina a una venta, donde el ventero le arma caballero. Nuestro hombre no concebía su profesión sin una dama y así nació Dulcinea, en la realidad una moza labradora llamada Aldonza Lorenzo, quien habitaba en un lugar próximo al suyo.

Tres veces escapa Don Quijote de su aldea. Tres salidas y tres dramas. La primera lo regresan con el cuerpo molido tendido sobre un burro. La segunda lo llevan enjaulado en una carreta de bueyes. La tercera, derrotado en una playa de Barcelona.

A la ciudad condal se dirige el caballero andante acompañado por su fiel amigo Sancho Panza, a quien le había prometido ser señor y gobernador de una ínsula. Allí, en una playa de Barcelona, el invicto Don Quijote es derrotado en duelo por el llamado Caballero de la Blanca Luna, que en realidad era el bachiller Sansón Carrasco, novio de la sobrina, quien sólo le ponía como condición de su derrota que regresara a la aldea.

Y regresa. Derrotado y enfermo.

León Felipe, gran poeta zamorano nacido en Tábara y desnacido en México en 1968 vio así el regreso de Don Quijote.

Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,

y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar.

Va cargado de amargura,

que allá encontró sepultura,

su amoroso batallar.

Va cargado de amargura,

que allá quedó su ventura

En la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura de Don Quijote al pasar.

Va cargado de amargura,

va vencido el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura, en horas de desaliento así te miro pasar!

¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura y llévame a tu lugar;

hazme un sitio en tu montura, caballero derrotado,

hazme un sitio en tu montura que yo también voy cargado de amargura

y no puedo batallar!

Ponme en la grupa contigo pastor.

Por la manchega llanura

se vuelve a ver la figura

de Don Quijote pasar.

Llegado a la aldea, Don Quijote duerme de un tirón seis horas. Despierta de pronto y dando una gran voz, dice: “Bendito sea el todo poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho. En fin, sus misericordias no tienen límite, ni las abrevian ni impiden los pecados de los hombres”.

A sus gritos llegan algunos amigos suyos que se encontraban en la estancia: el cura, Maese Nicolas, el barbero, Sansón Carrasco. Dice a todos: “Dadme albricias, buenos señores, de que ya no soy Don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron el sobrenombre de bueno”.

Francisco Rico, un especialista moderno en el tratamiento del Quijote, que murió recientemente en Barcelona, el 27 de abril de 2024, se preguntaba si Cervantes hizo bien en devolver el juicio a su héroe o debió dejarle morir en su locura.

Cuando el bruto de Sansón Carrasco le dice: “Vuelva en sí y déjese de cuentos, Alonso Quijano le responde con una frase proverbial: “Nos vamos poco a poco, que en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”.

La vida estaba vivida y la canción cantada.

Poco a poco se fue Abel, mucho a mucho se fue Matusalén.

Hamete Benengelí, narrador de la novela, pedía que se dejara en paz los huesos de Don Quijote y no quisieran llevarlos a Castilla la Vieja.

Todo lo grande es eterno. Un día, los huesos molidos del tantas veces molido Don Quijote saldrán a resurrección de vida; al sonido de la final trompeta los huesos se juntarán cada hueso con su hueso y el cuerpo de Don Quijote vencerá al sepulcro, montará sobre Rocinante y emprenderá nuevas batallas por caminos infinitos.

Resucitará Don Quijote.

 

 

Por un año más
¡Protestante Digital te necesita! Tenemos por delante un gran reto económico. Por eso, hoy te invitamos a ser parte comprometida de esta misión y desafío para asegurar y potenciar la continuidad de Protestante Digital y Evangelical Focus en 2024.

Puedes encontrar más información en apoya.protestantedigital.com.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El color de mi cristal - Lectura del Quijote