Sabiduría para los negocios

Cuál es el rol de Dios en los negocios, y cuál es el nuestro, es un paso fundamental para obrar con sabiduría.

07 DE MARZO DE 2025
09:25 CET
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Proverbios 11:14 nos dice: “Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; Mas en la multitud de consejeros hay seguridad.” y en Proverbios 1:7 encontramos: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”.

Dos puntos claves que se trabajan en LEC son precisamente estos dos que vemos en estos versículos.

1. Conocer lo que la Biblia enseña en todas las áreas de nuestras vidas, dado que sabemos que la Palabra de Dios es el mejor Manual para nuestro caminar diario. Y en el caso que nos ocupa, que son los negocios, tenemos multitud de textos que nos aconsejan y muestran el camino correcto.

2. Pero qué bueno es que no estamos solos, por eso fomentamos el pasar tiempo con otros empresarios, con otros hermanos en la fe que viven situaciones similares a las nuestras. Personas con las que nos podemos identificar, apoyar, ayudar, consultar. Los estudiantes en la escuela rabínica estudian por parejas, porque dos personas juntas estudiando la Biblia sacan más provecho que una sola.

El primer paso para actuar con sabiduría en los negocios es reconocer cuál es el rol de Dios y cuál es el nuestro.

La Biblia dice claramente que Dios es el dueño absolutamente de todo: “He aquí del Señor tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella” (Deuteronomio 10:14). “Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella; el mundo y los que en él habitan” (Salmo 24:1).

El Señor es el creador de todas las cosas y nunca ha transferido la propiedad de su creación al hombre. “Y Él es antes de todas las cosas, y en Él todas las cosas permanecen”  (Colosenses 1:17). Y en el Salmo 8 y versículo 6 dice: “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies”.

Para reconocer que Dios es el dueño de todo, tenemos que experimentar un cambio total de mentalidad

Reconocer el dominio de Dios sobre todas las cosas es un elemento clave que nos permitirá dejar que Jesucristo sea el Dueño y Señor de lo que pone a nuestra disposición. “Tuya es, oh Señor, la grandeza y el poder y la gloria y la victoria y la majestad, en verdad, todo lo que hay en los cielos y en la tierra; tuyo es el dominio, oh Señor, y tú te exaltas como soberano sobre todo. De ti proceden la riqueza y el honor; tú reinas sobre todo  y en tu mano están el poder y la fortaleza, y en tu mano está engrandecer y fortalecer a todos” (1 Crónicas 29:11-12).

Para poder reconocer genuinamente que Dios es el dueño de todo, necesitamos experimentar un cambio total de mentalidad.

Es fácil pensar que lo que tenemos y el dinero que ganamos son el resultado de nuestras capacidades y logros. Nos cuesta creer que no nos hayamos ganado el derecho de ser propietarios. “Yo soy el señor de mi destino”, dice el humanista. “Yo soy el único dueño de mis posesiones”. Obviamente, esta perspectiva prevalece en nuestra cultura.

La palabra que describe mejor nuestra parte es “administrador”. En la Biblia, el rol de administrador conlleva una gran responsabilidad. Él es la máxima autoridad después del dueño, y es responsable de todas las propiedades y asuntos de la casa de su señor.

Es cuestión de presentarle un plan de negocio a Dios, como el que preparó Nehemías durante 4 meses. Dice en el capítulo 1 y versículo 11: “Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo”. Es como cuando preparamos un plan de negocio para presentarlo a los inversores. Si el plan es bueno, obtendremos la financiación.

Nehemías empezó orando a Dios, pidiendo su gracia y sabiduría, luego preparó un plan y se lo presentó al Rey al que le dijo que le diera una gran cantidad de recursos para irse a otro país a reconstruir las murallas, es alucinante la manera en la que Dios provee. Porque está claro que Dios es completamente predecible en cuanto a su fidelidad en suplir nuestras necesidades. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:19) Lo que no podemos predecir es en qué forma va a suplir el Señor, en el momento necesario, los recursos necesarios para que podamos cumplir el propósito y el llamado que tiene para cada uno de nosotros.

En Génesis 22:14 uno de los nombres de Dios es “Jehová-Jireh”, que significa “el Señor proveerá”. Entonces, Dios-Jireh es nuestro proveedor, Él es el dueño del negocio que administramos y por ende, nuestro rol es el de administrador. Dios es el socio inversor que pone a nuestra disposición todos los recursos necesarios (dinero, formación, materiales, empleados, etc.) para que nosotros los gestionemos. Es un pacto con nuestro “Jefe” y debemos pedirle consejo y sabiduría para hacer un uso correcto de esos recursos.

Podemos orar: “Dios, éste es tu negocio, para llevarlo a cabo necesito recursos, te pido que los pongas a mi disposición y me comprometo a ser un mayordomo fiel”

Digamos que sería algo así: “Dios, éste es tu negocio, para llevarlo a cabo necesito una serie de recursos, te pido que los pongas a mi disposición y yo me comprometo a ser un mayordomo fiel”.

La forma en la que manejamos nuestro dinero dice mucho sobre nosotros. “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel.” (Lucas 16:10) Cuando somos fieles en “lo poco”, como en el área del dinero, también estamos mostrando qué es lo que está ocurriendo en nuestra vida espiritual.

La forma en la que tomamos decisiones económicas es una expresión externa de una condición espiritual interna. Demuestra nuestros principios y valores. La Escritura considera el uso del dinero como una muestra del verdadero carácter de la persona. A través de toda la Escritura hay una correlación estrecha entre el desarrollo del carácter de una persona y la forma en que utiliza el dinero. Dios usa el dinero para refinar nuestro carácter.

Nehemías planificó la reconstrucción de los muros durante tres veces más de tiempo que lo que le llevó reconstruirlos. Esto nos indica la importancia de dedicar tiempo al estudio previo de cada una de las inversiones.

“Supongamos que alguno de vosotros quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? Si echa los cimientos y no puede terminarla, todos los que la vean comenzarán a burlarse de él, y dirán: “Este hombre no pudo terminar lo que comenzó a construir” (Lucas 14:28-33).

Todas las inversiones implican una planificación bien meditada. “Los planes bien meditados dan buen resultado; los que se hacen a la ligera causan la ruina” (Proverbios 21:5).

“Otro grave problema he observado por doquier: se invierten los ahorros en negocios arriesgados que fracasan, y pronto no queda nada para dejar a los hijos. El que especula pronto se halla en donde empezó: con las manos vacías. Esto, ya lo dijimos, es un grave problema, pues trabajó mucho para nada: ha estado trabajando para el viento. Todo se lo lleva un soplo” (Eclesiastés 5:13-16). La Biblia nos advierte que debemos evitar las inversiones arriesgadas, por eso la importancia de consultar con otras personas sabias, incluso plantearles que entren en el negocio (si aceptan y están dispuestos a poner capital, será una muestra de que es una buena idea).

Otro detalle importante es la motivación que nos lleva a realizar inversiones. “Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición” (1ª Timoteo 6:9).

Al versículo anterior, le sigue el siguiente: “Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero” (1ª Timoteo 6:10). No hay nada de malo en convertirse en una persona adinerada, pero solo cuando ocurre como consecuencia de ser un mayordomo fiel.

Y, ojo, los negocios se crean para ganar dinero y para crecer, si no, no es un negocio. Eso que quede claro.

Proverbios 21:5 nos enseña: “Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia; mas todo el que se apresura alocadamente, de cierto va a la pobreza”.

Te propongo un reto sencillo: lee el libro de Proverbios destacando y subrayando todos los textos que hablen de los negocios, verás que hay muchos, verás todo lo que escribió el hombre más sabio sobre la tierra. ¡Ánimo!

 

Ignacio Rodríguez es formador en mayordomía financiera. Forma parte del Comité de Líderes Empresariales Cristianos.

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