¿A quién le importa la verdad?

Cuando la verdad no conviene se ataca, se desvirtúa, o se degrada al mensajero como si no fuese cierto que la verdad es verdad la diga Agamenón o la diga su porquero.

03 DE MARZO DE 2014 · 23:00

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Juan 18: 37-38 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? De todos es conocida esta escena, que plantea la cuestión de la verdad. Jesús cree que hay una verdad y da testimonio de ella. Pilato piensa que la verdad es relativa. Toda una muestra entre la fe genuina que proviene de creer a Jesús o de relativizarle. Traemos esto a colación porque hoy en día es difícil no ya creer que existe una verdad; sino que haya quien esté dispuesto a defenderla. Sí que se defiende -como hizo Pilato- la paz social, los intereses políticos (y económicos), o el huir de los conflictos que pueden perjudicarnos de una u otra forma. Pero a pocos les importa la verdad tanto como para luchar por ella, aunque le perjudique. A la inversa, cuando la verdad no conviene se ataca, se desvirtúa, o se degrada al mensajero como si no fuese cierto que la verdad es verdad la diga Agamenón o la diga su porquero. Esto es aplicable a los partidos políticos, a los grupos ideológicos y de poder, a las empresas, y también a las entidades religiosas. En no pocas ocasiones la verdad sale a la luz porque se filtra a través de los medios de comunicación, como fue el caso Watergate (no citamos en España para no politizar el debate, pero desgraciadamente podríamos seguir y no acabar). Arrasar con todo no es útil, porque el mal está en el corazón humano. Lo realmente necesario es que dentro de cada entidad, de cada institución, surjan personas valientes e íntegras capaces de comenzar a edificar la verdad en justicia y con sabiduría en su propia casa. Pero, repetimos la pregunta y no es retórica, ¿a quién le importa la verdad?

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