Maldad humana versus justicia divina

Tanto dolor, tanta maldad sin tacha,
tanta injusticia, Jesús.
Y Tú en tu trono.
Y Tú el Rey.
Y Tú con el cetro y la Ley.
Y Tú con la corona de luz blanca
sin un gesto, ni siquiera una mirada.

17 DE MARZO DE 2008 · 23:00

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Te he juzgado. Sí, te he hecho reo del fuego, de la locura, del no saber, de la duda que es aguja ciega de la noche. Dicté tu sentencia: indiferencia. Cargué mi ira: todo es mentira. Olvidé tu nombre: sólo un Hombre. Caminé en el abismo: me da lo mismo. Y entonces te vi, Jesús, hecho dolor retorcido, culpable de maldad sin tacha, bebiendo la injusticia con la esponja de tu alma. Y Tú en tu trono vertical de madera. Y Tú el Rey de los judíos. Y Tú con el cetro de caña, Y Tú con la Ley esculpida por espinas de acacia y tatuajes de hierro. La Ley humana, con su tinta roja, va escribiendo renglones torcidos que te surcan y esposan cabeza, tobillos, pecho, muñecas y espalda. Y Tú con la corona de espinas, sin una mirada propia o extraña que no fuera de saña o de lejos. Y sigo sin entender. Espero, sin saber bien qué. Agonizo contigo, con el único juez y testigo inocente del dolor no compartido, de la soledad insondable que derrepente te deja sin nombre y sin aire. Te asfixias... ¡Señor, te mueres! Te aplasta la violencia, el interés, la religión, el fanatismo y la política de la cobarde tradición. Es el salto al pozo negro de la muerte que es ya parte de tu suerte, Un último grito: "¡Padre, es en tus manos que entrego mi Espíritu!" ...Silencio, otra vez el silencio... EL SILENCIO. Culpable. Me sé culpable de no entenderte, o de querer entenderte todo sin mirarte antes a los ojos, que ya son un anochecer fuera del tiempo. Como Machado y su viejo olmo, esperaré aquí sentado hasta que acabe tu invierno. Sé que en este mismo trono de madera tu dolor florecerá como un almendro, y la injusticia se vestirá de azahares. Y Tú, el Rey de Reyes, borrarás todas las culpas. Sé que, entonces, bajo tu corona de luces, me mirarás con esa mirada profunda de siempre, y me dirás al corazón: "¡Amigo! no te creas otra vez solo, que es tu soledad parte de mí mismo; que el dolor que se te clava no es un abismo que nos separa, sino el mal sueño del ayer y lo falso del mañana. ¡Ven, amigo, ven!". Y yo iré otra vez, avergonzado, cojo y torpe, saltando ágil y feliz en el doloroso vuelo azul de tus pisadas. Sí, sé que yo también gritaré: ¡El Señor ha resucitado! Autor: Pedro Tarquis (Mirad@zul)

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