La billetera de Dios (3)

Una aproximación al concepto bíblico de economía doméstica frente a la práctica de muchos cristianos y las enseñanzas, indirectas o indirectas, de bastantes iglesias. Cómo el manejo del ideal conjuga las exigencias de la verdad bíblica con su puesta en práctica en el presente.

30 DE MARZO DE 2024 · 14:00

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Imagen de Guillaume de Germain en Unsplash.

El primer artículo puso de manifiesto tres grandes ídolos económicos. El segundo hizo un esbozo de la verdad divina y de cómo el concepto de ideal contribuye a adaptar esa verdad para el momento presente. Esta última parte enfoca la parte más práctica.

 

La billetera de Dios

¿Cómo funcionan, en la práctica diaria, las finanzas según Dios?

1. Una verdad central y transformadora: Dios se ocupa del cosmos, de mi casa y de mi vida. Puedo vivir tranquila y tranquilo. El es más que poderoso y suficiente para atender todas las necesidades. Es una verdad simple, pero muy poderosa. Creerlo y practicarlo es, literalmente, revolucionario. Yo no soy el proveedor, sino Dios.

No producimos primeramente para nosotros mismos ni mucho menos para acumular. Generamos recursos para compartir con los necesitados

2. En segundo lugar, la combinación de dos realidades; una especie de “ecuación de segundo grado”. De una parte, los creyentes producen para bendecir a otros. . “El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados” (Ef 4:28). Esta instrucción del apóstol Pablo es auténticamente revolucionaria. La meta es tener qué compartir con aquellos que tienen necesidad. Claro que nuestro trabajo también provee para nuestras necesidades, pero el enfoque no soy yo ni los míos, sino los que tienen necesidad. La economía de Dios es esencialmente generosa. Él da a todos abundantemente (Stg 1:5, Sal 145:15-16). De otra parte, Dios multiplica lo que falta. Él es el Dios de los milagros. El propósito de los cinco panes y dos peces era, precisamente, suplir la necesidad de gente hambrienta y desfallecida. “Dadles vosotros de comer” es la instrucción –revolucionaria– que Jesús dio a sus discípulos. Debió impactarles mucho, porque los cuatro evangelistas recogen las mismas palabras (Mt 14:13-21, Mr 6:30-44, Lc 9:10-17, y Jn 6:1-13). Claramente, no podemos mirar para otro lado al toparnos con las necesidades de la gente a nuestro alrededor. Suplirlas es nuestra responsabilidad; para eso trabajamos y somos productivos. Y Dios hace el resto. ¡El multiplica lo que falta! Así funciona la economía divina generosa: La misión de las hijas e hijos de Dios es proveer para las necesidades del mundo, y Dios hace milagros supliendo nuestras limitaciones.

Las familias e iglesias saludables son aquellas que dan más de lo que reciben. Parecen estar siempre al borde de la extinción y del colapso, pero viven milagros constantes de la mano del Señor Proveedor. Han roto el poder del ídolo de tres cabezas: dinero-posesión-consumo. “Pobres en apariencia, pero enriqueciendo a muchos; como si no tuviéramos nada, pero poseyéndolo todo” decía Pablo (2Cor 6:10).

3. Finalmente, los discípulos del Señor de todas las cosas están centrados en el hoy, no el mañana. No acumulan, no ahorran como tal, sino que están atentos a las necesidades ajenas, listos para dar. Han aprendido a orar “danos hoy nuestro pan cotidiano” (Mt 6:11). Dios provee para hoy y confiamos en Él para las necesidades de mañana.

Asimismo, la billetera de Dios es casi siempre circular. El provee desde distintos “bolsillos”: unos días fueron los cuervos y el arroyo que alimentaron a Elias, y en otro momento Dios dispuso “a una viuda (extranjera y pobre) le he ordenado darte de comer” (1R 17:9). La economía divina funciona así: todo le pertenece y Él provee desde distintos “bolsillos”: la vasija de la viuda, la canasta del muchacho de los cinco panes, o los recursos tuyos y míos.

 

Conclusión

Quizá te has visto reflejado en la descripción de los ídolos sutiles y camuflados. Yo recuerdo haber sido muy impactado cuando leí en la Nueva Versión Internacional “Los paganos andan tras todas estas cosas, pero el Padre celestial sabe que necesitáis de todo esto” (Mt 6:31) Christian, ¿eres un pagano? (es decir, uno que adora a ídolos) ¿Por qué entonces actúas como tal? – me pregunté. Así que decidí acomodar mi economía doméstica a las enseñanzas del Señor Jesús. Hace bastantes años de eso. Antes solía desvelarme, preocupado por el recibo tal o cual que iba a llegar a mi exigua cuenta bancaria.

He aprendido a confiar y a dormir relajado. No aprendí en un solo día. Me costó interiorizar el hábito de descansar en la provisión de Dios. El sistema me gritaba bien fuerte sus falsos dogmas económicos. Pero decidí escuchar la voz de Dios. Sigo teniendo una cuenta bancaria, pero no me preocupa que su saldo sea escaso. He aprendido a dar con generosidad, y eso no me estresa, porque Dios se cuida de mis necesidades.

Quizá a algún lector este artículo le ha parecido muy radical. Es cierto, querida, querido. Es radical. ¿Acaso “amad a vuestros enemigos” no es radical? ¿O será que “el que quiera salvar su vida la perderá” no es suficientemente radical? Si disminuimos la radicalidad del evangelio nos quedamos con “gracia barata” en expresión del pastor alemán Dietrich Bonhoeffer que “perdió la vida para encontrarla”.

Estoy seguro, relajado y agradecido. Dios cuida de mi. Ya no soy esclavo de los ídolos sino que soy administrador de Dios y co-proveedor junto con Él para las necesidades cercanas y lejanas. Vivo un milagro constante porque cada día doy más de lo que recibo. Soy pobre en la tierra y rico en el cielo. ¿Te animas a vivir así?

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