Por qué Zygmunt Bauman ha visto “la luz al final del túnel” en el Papa Francisco

¿Cómo fue posible que el sociólogo más conocido por sus libros sobre la “sociedad líquida” viera la “luz” en el Papa?

  · Traducido por Rosa Gubianas

21 DE ENERO DE 2024 · 12:00

Zygmunt Bauman fotografiado en Berlín, en 2015. / <a target="_blank" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Zygmunt_Bauman_in_2015#/media/File:Re-publica_2015_-_Tag_3_(17404674595)_(cropped).jpg">re:publica, Jan Zappner</a>, Wikimedia Commons.,
Zygmunt Bauman fotografiado en Berlín, en 2015. / re:publica, Jan Zappner, Wikimedia Commons.

“Tú eres la luz al final del túnel”. Así se dirigió el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017) al Papa Francisco durante su encuentro en Asís, en 2016, al margen de una iniciativa de paz de Sant'Egidio (una organización benéfica católica romana). En su conversación con Francisco, Bauman dijo: “He trabajado toda mi vida para hacer que la humanidad tenga un lugar más hospitalario. He llegado a los 91 años y he visto muchos comienzos en falso, hasta que me convertí en un pesimista. Gracias, porque tú eres para mí la luz al final del túnel”.

¿Cómo fue posible que el sociólogo más conocido por sus libros sobre la “sociedad líquida” viera la “luz” en el Papa? El libro de Zeger Polhuijs, Zygmunt Bauman and Pope Francis in Dialogue: the Labyrinth of Liquid Modernity(Lanham, MD: Fortress Academic, 2022) [ Zygmunt Bauman y el Papa Francisco en diálogo: el laberinto de la modernidad líquida (Lanham, MD: Fortress Academic, 2022)] examina la relación intelectual de larga distancia entre ambos. Polhuijs es sacerdote católico romano de la Comunidad de Sant'Egidio y actualmente estudia teología fundamental en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. El libro se presentó en el campus romano de la Universidad Católica Australiana el 28 de noviembre de 2023 y permite profundizar en la cuestión.

La admiración de Bauman hacia el Papa Francisco es un episodio que muestra una tendencia interesante y extendida en la cultura contemporánea: cómo los intelectuales posmarxistas, desilusionados por los fracasos de las ideologías y preocupados por las explosiones de la fragmentación del mundo, encuentran en el Papa Francisco una figura que, con su mensaje de misericordia, inclusión y fraternidad, infunde esperanza en la torpeza general.

Volviendo al libro de Polhuijs, destaca cómo, en su examen de los males del mundo contemporáneo, Francisco utiliza el lenguaje de Bauman y, a la inversa, los análisis del sociólogo se solapan con los del Papa. Existe un cierto paralelismo entre ellos. Bauman, agnóstico, judío y postmarxista, se sintió atraído por el pensamiento abierto y concreto de Francisco y por la “trascendencia” de la fraternidad humana que presenta. En él, Bauman ve la toma de conciencia del peligro de la globalización de la indiferencia, la cual causa el efecto de la sociedad líquida, desvinculada de los valores tradicionales y que ha perdido todo sentido de la proximidad. El antídoto contra la liquidez no es una solidez nostálgica y definitivamente perdida (Francisco lo llamaría “atraso”, “clericalismo”, “proselitismo”) sino la solidaridad entre todos: creyentes y no creyentes. Para contrastar los efectos adversos de la sociedad líquida no se necesita una referencia común a Dios, sino el aprecio de la fraternidad humana.

Para Bauman, Francisco encarna no una voz religiosa reaccionaria que dice que hay que volver a la sociedad tradicional o a la Iglesia católica como único organismo que concede la felicidad para la otra vida, sino un estímulo para conectar con todos descubriendo la cercanía de la solidaridad, independientemente de las creencias, los compromisos religiosos o las prácticas vitales de cada uno. “La luz al final del túnel” es una nueva forma de humanismo que Francisco parece defender.

La proximidad entre Bauman y el Papa Francisco fue observada indirectamente por el intelectual conservador estadounidense George Weigel cuando acuñó el término “catolicismo romano líquido” como descripción del tipo de catolicismo romano que está surgiendo bajo Francisco. El catolicismo líquido se caracteriza por una enseñanza incierta sobre temas doctrinales y morales de importancia primordial; una especie de intolerancia hacia la liturgia preconciliar; el constante acribillo de la institución católica romana con reiteradas críticas al clericalismo; las formas de actuar del Papa fuera de la línea que desestabilizan las costumbres y el mensaje acogedor y misericordioso a costa de las exigencias doctrinales y morales del Catecismo de la Iglesia católica, etc. Todo ello hace de Francisco un Papa que está licuando una institución que en el pasado hizo de su estructura rocosa e inmutable un rasgo distintivo de su identidad.

El catolicismo líquido abarca a creyentes, no creyentes, cristianos, no cristianos, practicantes y no practicantes. Lo importante es que todos estén incluidos. Cada uno, a su manera, decidirá las formas y los tiempos de su participación, pero se parte de la base de que todos son ya participantes. No es sorprendente que los católico romanos, acostumbrados a pensar en su Iglesia en términos de claridad doctrinal, inequívocas interpretaciones y previsibilidad de las prácticas, se sientan desconcertados por el Papa Francisco.

El punto que quiero señalar es este. En la atracción que Bauman sentía por Francisco no le interesaban Dios, ni la Biblia, el pecado, Jesucristo y la salvación; el sociólogo seguía siendo agnóstico y no se convirtió al catolicismo romano ni a la fe cristiana. Le interesaba la degradación de la sociedad, ya que las recetas de ideología preconizadas en su juventud habían resultado infructuosas. Por otra parte, Francisco no le reta a creer en Dios, como tampoco confronta a sus interlocutores con la necesidad de una conversión bíblica. El Papa los anima a ellos y a todos a sentirse “todos hermanos, a acogerse mutuamente, a considerar la fraternidad como fuente de trascendencia, dejando que cada uno regule a su manera su relación con Dios, si le interesa.

Este tipo de “catolicidad”, es decir, de catolicismo líquido, agrada a la cultura posmarxista, que de antirreligiosa y atea ha pasado a ser agnóstica, quizá indiferente al discurso sobre Dios, pero que sigue caracterizándose por sus preocupaciones humanitarias. Este es el punto en común con la catolicidad de Francisco. Hace del papa una figura “popular” a los ojos de la cultura progresista porque fundamenta la trascendencia en las relaciones horizontales (Dios no es necesario), exalta la fraternidad entre semejantes (no se busca la reconciliación con Dios) y fomenta la proximidad de unos con otros (sin comunión con Dios). Pasa por alto a Jesucristo que dijo: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12). Entonces, desde el punto de vista bíblico, ¿encontró Bauman en Francisco la verdadera luz al final del túnel o por el contrario no es más que otra sombra de oscuridad?

 

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