“Dios tiene muchas maneras de salvar”: el Cardenal Cantalamessa y el universalismo católico romano
En pocas palabras, según el cardenal, todos los seres humanos serán salvos por Cristo, con o sin fe en Cristo.
12 DE FEBRERO DE 2023 · 15:00

Como cada Navidad, la tradición de los “sermones de adviento”, por los que el predicador de la Casa Pontificia se dirige al Papa y a la comunidad que trabaja en el Vaticano se repitió el pasado diciembre, cuando el cardenal Raniero Cantalamessa, capuchino, predicó tres sermones.
Este papel de predicador es importante porque es designado oficialmente por el Papa reinante y asignado a un sacerdote cuya tarea es predicar a la comunidad que trabaja y vive en el Vaticano (Papa incluido) en festividades litúrgicas especiales.
En términos más generales, el predicador vaticano contribuye a establecer la norma de la homilética católica romana incluso más allá de la pequeña comunidad de los destinatarios y se le considera un “modelo” de buena predicación católica romana.
Por estas razones, siempre es útil estar atento a lo que dice y cómo lo dice.
En 2022, el primer sermón de Adviento (5 de diciembre) se centró en la virtud teologal de la fe y fue seguido de otro sobre la esperanza y la caridad, es decir, las tres virtudes teologales.
Con la fe como título general, uno de los puntos centrales del sermón del cardenal fue la amplitud y el alcance de la salvación. La edición italiana de la web Vatican News lo resumió eficazmente con el titular “Dios tiene muchas maneras de salvar”.
En resumen, según el cardenal, todos los seres humanos serán salvados por Cristo, con o sin fe en Cristo.
Así presenta Cantalamessa la cuestión:
Si la fe que salva es la fe en Cristo, ¿qué pensar de todos aquellos que no tienen ninguna posibilidad de creer en él? Vivimos en una sociedad pluralista, incluso religiosamente. Nuestras teologías -orientales y occidentales, católicas y protestantes por igual- se desarrollaron en un mundo en el que prácticamente sólo existía el cristianismo. Sin embargo, se era consciente de la existencia de otras religiones, pero se las consideró falsas desde el principio, o no se las tuvo en cuenta en absoluto.
Tras reconocer la posición tradicional de la(s) Iglesia(s) según la cual la salvación se concede a quienes “creen” en Cristo y, por tanto, manifiestan un compromiso personal con Él, el cardenal prosigue diciendo:
Hoy ya no es así. Desde hace algún tiempo existe un diálogo entre las religiones, basado en el respeto mutuo y el reconocimiento de los valores presentes en cada una de ellas... Con esta observación, se ha impuesto la convicción de que incluso las personas ajenas a la Iglesia pueden salvarse.
Nótese que aporta un argumento derivado de la "evolución" de la doctrina y de la práctica debido a la adaptación al tiempo y a la cultura. "Hoy ya no es así": no porque la Escritura haya cambiado sino porque el "diálogo" ha introducido una nueva percepción de las religiones que ha llevado a revisar la visión tradicional.
Una nueva convicción ha surgido y se ha convertido en la corriente principal de la teología post-Vaticano II y ecuménica, es decir, “incluso las personas que están fuera de la Iglesia pueden salvarse”.
El problema con esta visión católica romana del desarrollo es siempre el mismo: ¿cuáles son los límites bíblicos de tal “desarrollo”?
Por ejemplo, ¿puede la Iglesia desarrollar su mariología hasta el punto de elevar dos dogmas marianos (como el dogma de 1854 sobre la inmaculada concepción de María y el dogma de 1950 de la asunción corporal de María) sin ningún apoyo bíblico?
Dicho de otra forma, el “desarrollo” sin el principio bíblico de Sola Scriptura (o sea, la Biblia como autoridad suprema para la iglesia) salvaguardándolo y guiándolo puede convertirse en un principio autorreferencial al servicio de la iglesia institucional.
Si la iglesia puede “desarrollar” sus propias tradiciones incluso fuera del perímetro de la Palabra de Dios escrita, ¿no es un desarrollo cuestionable?
¿Cómo funciona esta teología actualizada en la salvación? He aquí cómo lo explica Cantalamessa:
Dios tiene muchas más formas de salvar de las que se nos ocurren. Ha establecido “canales” de su gracia, pero no se ha atado a ellos... Una cosa es afirmar la necesidad universal de Cristo para la salvación y otra cosa es afirmar la necesidad universal de la fe en Cristo para la salvación.
Traducido a un lenguaje más sencillo, esto significa que siempre es Cristo quien salva, pero creer en Cristo no es necesario para la salvación. Todas las personas (creyentes y no creyentes) se salvan, incluso las que no creen en Cristo.
La fe en Cristo es importante pero no necesaria para la salvación. Cristo nos salva a todos, con o sin fe en Él.
¿Es superfluo, entonces, seguir anunciando el Evangelio a toda criatura? - se pregunta el Cardenal.
Ni mucho menos. Es la razón la que debe cambiar, no el hecho. Debemos seguir anunciando a Cristo; no tanto por una razón negativa -de lo contrario, el mundo se condenaría- sino por una razón positiva: el don infinito que Jesús representa para todo ser humano.
Según el cardenal, el Evangelio es sólo un mensaje positivo y no contiene ningún juicio contra nadie. No hay condena para los pecadores, no hay reprobación.
El juicio de Dios ya no existe. La misericordia de Dios se lo ha tragado. El evangelio sólo tiene razones “positivas”. Nosotros (toda la humanidad) ya estamos salvados por Cristo con o sin fe en Cristo.
Si cambia la forma en que somos salvados, también lo hace la misión cristiana. Evangelizar hoy significa “dialogar” con otras religiones asumiendo siempre la salvación universal de todos en presencia o ausencia de fe en Jesucristo.
El cardenal no es ni el primero ni el único que apoya esta versión católica romana de la reinterpretación universalista del Evangelio. Desgraciadamente, está en buena compañía; su posición es la corriente dominante, la visión católica romana actual.
[destacatre] El evangelio católico romano solía estar comprometido por su rechazo de la verdad bíblica de que somos salvos a través de la fe solamente. Ahora, está aún más comprometido por su universalismo.[/destacate]Tiene sus antecedentes en los textos del Vaticano II (por ejemplo, Lumen Gentium 16) y el Papa Francisco (por ejemplo, la exhortación apostólica La alegría del Evangelio, 2013 y su última encíclica Todos hermanos).
Es la posición de la Roma actual que cree que la Iglesia, como sacramento de salvación, incluye (querámoslo o no) a toda la humanidad y que Cristo nos salva a todos, crea alguien en Él o no.
El evangelio católico romano solía estar comprometido por su rechazo de la verdad bíblica de que somos salvos solo por Cristo a través de la fe solamente. Ahora, está aún más comprometido por su universalismo según el cual todos serán salvados por Cristo, con o sin fe en Él.
El sermón del cardenal Cantalamessa ha aclarado aún más lo que significan “salvación” y “fe” para la Iglesia católica romana actual.
Son términos bíblicos que se reinterpretan de tal manera que su significado bíblico se remodela para ajustarse a la versión católica romana del universalismo.
Este es otro caso de católicos romanos y evangélicos que utilizan las mismas palabras pero significan cosas muy diferentes.
Todo el catolicismo romano está “evolucionando” hacia ser menos “romano” (jerárquico, verticalista, doctrinario) y más “católico” (abarcador, inclusivo, universalista).
El evangelio católico romano era defectuoso cuando tenía un enfoque más “romano” y sigue siéndolo con el nuevo énfasis “católico”, aunque los acentos se pongan de forma diferente.
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