Quizás nos falten profetas

El cristianismo debe de tener en cuenta el concepto de projimidad que nos dejó Jesús. Esto no llevaría a tener en cuenta nuestra función social en todo lo relacionado con el prójimo que sufre.

20 DE FEBRERO DE 2024 · 15:44

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Imagen de Jaclyn Moy, Unsplash.

¿Le faltan profetas al protestantismo español? ¿Le faltan profetas al mundo? ¿Existe hoy en el mundo cristiano la tarea profética? ¿Hay hoy voces proféticas que clamen por justicia y liberación de los pobres y oprimidos? Es posible que algunos digan que los profetas ya no existen. Triste. 

Si hay negacionistas de la labor profética hoy y la cambian por estar mucho más pendiente del cielo y lo metahistórico en espera de una corona, les diré que la projimidad, el grito a favor del prójimo robado, abusado y apaleado, la búsqueda de la justicia y la práctica de la misericordia, es también parte integrante de la vivencia de la espiritualidad cristiana. Sin ello tendremos una espiritualidad mutilada.

Llamarle o no profetas a los cristianos comprometidos con el mundo y con el prójimo desamparado, robado y abusado podría ser solamente un problema de nomenclatura, algo secundario. Lo importante es que existan hoy personas que hagan esa labor que aquellos hombres de Dios hicieron por mandato divino. 

Quizás lo que faltan son creyentes que con su grito y compromiso con la justicia y con la práctica de misericordia, vayan creando conciencia en el pueblo cristiano de que somos un pueblo llamados a labores proféticas como son la denuncia de la opresión, el hacer y buscar justicia, el practicar misericordia y estar al lado del huérfano, de la viuda y del extranjero y de los trabajadores maltratados como prototipos bíblicos de los colectivos marginados de hoy. Esto es labor profética que creo falta hoy en un pueblo más dado a mirar hacia arriba que a mancharse las manos como buenos samaritanos.

Pregunta: ¿Qué ocurre según la Biblia si faltan estos gestos proféticos en el mundo cristiano hoy, en la iglesia o en los creyentes en su ámbito individual? Pues la Biblia es clara en la respuesta, respuesta que da Dios mismo a través de sus profetas. Así dice el texto bíblico: “No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación… el convocar asambleas no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes… cuando multipliquéis la oración, yo no oiré…”.Para esto dan una solución profética: “Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda… Venid luego”.

No se puede ir al Señor ni buscarle en culto u oración antes de cumplir estos requisitos que abundan y abundan en los textos proféticos con los que Jesús entronca.

El problema de los tiempos bíblicos y de ahora es que se busca vivir la espiritualidad cristiana de forma individualista, para gozarnos y buscar recompensas de coronas o moradas celestiales. 

El cristianismo, no obstante, debe de tener en cuenta el concepto de projimidad que nos dejó Jesús, el amor al prójimo y fundamentalmente al prójimo abusado y tirado al lado del camino. Esto no llevaría a tener en cuenta nuestra función social en todo lo relacionado con el prójimo que sufre, a la denuncia de la injusticia y al servicio o la práctica de la misericordia. En fin, llegaríamos a la función profética, a la misión que cumplieron los profetas avalada después por el mismo Jesús.

Lo importante es que, para que nuestro culto sea acepto a Dios, se necesitan líderes y creyentes en general que no se preocupen solamente por sus sensaciones subjetivas y por sus goces más o menos espirituales, que no se preocupen por llenar simplemente las cuatro paredes de sus templos, sino que tengan una visión tan larga, tan amplia, que les lleve a empatizar con los apaleados de la historia, con los oprimidos, los injustamente tratados para ser una voz de denuncia en el nombre de Dios a favor de los más desfavorecidos y que puedan gritar “a voz en cuello” como le dice Dios a Isaías sobre la maldad de tantos y tantos que incluso se consideran el pueblo de Dios, contra las estructuras injustas de pecado y de maldad.

Pregunta: ¿Nos falta ese grito “a voz en cuello” hoy? ¿Nos importa la violencia del hombre contra su prójimo más débil? ¿Seguimos los valores del Reino que irrumpen en nuestra historia con la llegada de Jesús al mundo… o simplemente sesteamos intentando disfrutar egoístamente de lo espiritual?

Sin duda alguna que se necesitan en el mundo profetas o, si queréis, creyentes que sigan las líneas proféticas con las cuales se identificó Jesús, personas que puedan adelantarse a su tiempo con una visión solidaria y de lucha en el nombre de Dios contra toda violencia que se haga con el prójimo débil y desamparado.

Esa sería la verdadera línea para poder vivir la auténtica espiritualidad cristiana, la auténtica religión que sería la religación del hombre con su creador, la religión pura y sin mancha que está definida en la Biblia: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. En la primera parte de la definición hay tintes proféticos y en la segunda una preocupación por la limpieza de pecado. Ambas facetas son igualmente espirituales y forman parte de la auténtica definición de lo que debe ser la espiritualidad cristiana.

 

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