La falsa pureza y la unidad de la iglesia

Los que rompen la unidad de la iglesia son, en el fondo, estos buscadores de la falsa pureza, los que tienden a convertir en pecadores a otros.

02 DE MAYO DE 2023 · 11:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/s/fotos/church#:~:text=Foto%20de-,Daniel%20McCullough,-en%20Unsplash">Daniel McCullough</a>, Unsplash., Unsplash.,
Imagen de Daniel McCullough, Unsplash., Unsplash.

La búsqueda de la falsa pureza es un peligro para la iglesia desde los mismísimos tiempos de Jesús. Un peligro hoy para la unidad de la iglesia. Si entonces existían los autoconsiderados puros que, además, se autojustificaban comparándose con otros que para ellos eran menos dignos, peores, impuros, hoy también hay, curiosamente, denominaciones que se consideran mejores y son capaces de llamar a sus hermanos de otras denominaciones con adjetivos como fundamentalistas o errados, mientras que se pueden dar golpes en el pecho de autoconfianza en ellos mismos que se consideran menos errados que los otros. Les pueden dar la espalda y, como el fariseo de la parábola, poder decir “Gracias, Señor, porque no soy como ellos”.

Algunos acusan así —aunque no usando todos los adjetivos de una vez, pues es un resumen de diferentes mensajes que he leído— y, desgraciadamente, los he visto muchas veces en las redes sociales. Estos suelen ser los adjetivos usados: fundamentalistas, errados, predicadores de infiernos, trastocadores de la imagen de Dios, fanáticos, ignorantes y otras lindezas se puede oír hoy por parte de ciertas denominaciones que se consideran más puras, más arraigadas en la historia o en la verdad, dirigiéndose hacia otras iglesias, para ellos menos puras, pero que llevan trabajando en España años y años en la predicación del Evangelio y en ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor, sean de la denominación que sean. Triste. Muy triste.

Se rompe la unidad de la iglesia en nuestro país. No es que esté mal buscar la pureza, pero cuando se hace desde la confianza en uno mismo, la prepotencia y el orgullo, da como resultado ser eso de lo que estamos hablando: La búsqueda de la falsa pureza que convierte al otro en pecador y en indigno, sin necesidad de contar con Dios para nada. “¡Gracias, Señor, porque no soy como éste!”

Se rompe la unidad de la iglesia cuando pensamos: nosotros somos mejores, en mi denominación somos más puros. Así, la búsqueda de la falsa pureza nos puede seguir achuchando para despreciar al otro, para desprestigiar a la denominación que no es la mía, para practicar la oración del desprecio o, en su caso, la teología del desprecio. Desgraciadamente, la parábola del Fariseo y el Publicano sigue vigente en nuestros ambientes religiosos de hoy. “Gracias porque no soy como este publicano”, diría el fariseo orgulloso de ser más puro. 

Los que rompen la unidad de la iglesia son, en el fondo, estos buscadores de la falsa pureza, los que tienden a convertir en pecadores a otros que, quizás, no sean más errados que ellos mismos. Lo curioso, lo bíblico, es que el prepotente y autoconsiderado puro se pueden encontrar con que el observado por ellos como pecador, está en una situación de arrepentimiento ante Dios que escucha su oración y súplica, mientras que la de los que buscan la falsa pureza en contra del hermano, pueden lanzar sus oraciones hablando consigo mismos. Eso es lo que le ocurrió al fariseo de la parábola que, al hablar consigo mismo en su oración del desprecio, sus palabras no sobrepasaron el techo del templo. Fue el criticado, mientras que el falsamente juzgado como impuro salió perdonado.

A los otros, los que desde su propia apreciación de pureza que se autojustifican a sí mismos, Jesús les llama irónicamente “sanos” que no tienen necesidad de médico. Eran ellos con su religiosidad y su falsa pureza los que querían justificarse a sí mismo sin necesitar a nadie que los sane o justifique, marginando y despreciando a otros. El fariseo despreciaba al publicano y su oración es típica de la oración del desprecio, pero cuidado con nosotros que podemos tropezar en la misma piedra al juzgar desde nuestros parámetros prepotentes al otro, a la otra denominación, a la otra iglesia, al sencillo, al inmigrante, al que tiene otra raza o color, al pobre, al considerado por nosotros como  ignorante al ser considerado por nosotros como un pecador que para nada se puede comparar con nosotros, los integrados en denominaciones religiosas más puras y, quizás para ellos, culturalmente más sanas.

Pensando en la unidad de los creyentes evangélicos en España, yo he discrepado siempre, y seguiré haciéndolo, de todos estos prepotentes que se creen mejores y que, en muchos casos, ponen en las redes sociales críticas que, más que otra cosa, hablan de ellos mismos, de su orgullo y prepotencia, de la búsqueda de su falsa pureza para estrellarla contra otros hermanos. 

No debemos callarnos por el bien del Evangelio en España, por la unidad del pueblo evangélico español. Hay que acabar con las falsas seguridades, entrar en líneas de humildad y de valoración del hermano, del prójimo que está a nuestro lado intentando ser, simplemente, un seguidor del Maestro a pesar de dificultades e incluso de errores involuntarios de los que saldremos cuando estemos en la presencia del Señor. Eso dará lugar a una mayor unidad de la iglesia evangélica en este país que sin duda nos necesita.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - De par en par - La falsa pureza y la unidad de la iglesia