Humillaciones, ruegos y plegarias malditas

La Biblia lanza continuamente sus mensajes para que no nos ceguemos con ese metal amarillo, con el brillo de las monedas, con las falsas alegrías del consumo desmedido.

15 DE FEBRERO DE 2023 · 09:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/s/fotos/money#:~:text=Foto%20de-,Freddie%20Collins,-en%20Unsplash">Freddie Collins</a>, Unsplash.,
Imagen de Freddie Collins, Unsplash.

Uno de estos ruegos, rezos o plegarias malditas se produce en España. Es un ruego clásico, un ruego maldito que se puede trasladar a todo el resto del mundo. Es una plegaria española, pero creo que se puede estar dando, incluso en mayor medida, en todos los países del mundo, aunque predomine mucho más en los países ricos, en los países consumistas, en los países enriquecidos en muchos casos a costa de otros menos competitivos. Ese rezo maldito lo dejó un escritor español, un clásico conocido por todos los españoles y, sin duda, por todos aquellos que se acercan a los escritores clásicos de la literatura española. 

Fue el maestro de las letras Francisco de Quevedo y Villegas el que nos dejó, de forma poética y atractiva, uno de estos bellos, pero satánicos rezos: “Madre, yo al oro me humillo, él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado, anda continuo amarillo. Que pues doblón o sencillo, hace todo lo que quiero. Poderoso caballero es don Dinero”.  Plegaria que, al ser maldita, da resuello a los acumuladores del mundo, a esos de los que dice la Biblia que tengan cuidado porque la escasez del pobre está en sus mesas.

Cuántas plegarias malditas de este estilo se viven hoy en el mundo de forma egoísta e insolidaria, aunque no salgan palabras como estas por las bocas de los que, también como dice el texto bíblico, lanzando uno de sus ayes, “acumulan casa a casa y heredad a heredad hasta ocuparlo todo”. Es un tema maldito porque el egoísmo de los que se unen a estas plegarias o ruegos malditos no tiene límites. Quizás no usen la expresión: “Madre, yo al oro me humillo”, pero lo viven desde las entrañas y, lo más trágico, es que lo hacen de manera insolidaria, sin buscar justicia, ni pensar en ejercer misericordia a favor de los débiles y sufrientes de la historia.

Hoy, la gran idolatría, la lacra de esas “religiones secularizadas” e insolidarias con el hombre, es el amor y la humillación ante el dinero, la codicia, el deseo de guardar desmedidamente desequilibrando el mundo. Todo lo quieren, no importa que sea “doblón o sencillo”, por eso tantos y tantos empobrecidos de la tierra son despojados tanto de hacienda como de dignidad. Son condenados por estas plegarias o rezos malditos a la infravida, al no ser de la marginación y exclusión social. 

A los cristianos no nos quedaría otra alternativa que sacar a la palestra del mundo, al campo de batalla de la vida, los valores del Reino que son contracultura con estos valores que impregnan demoníacamente a estas tristes e inhumanas plegarias de una “religión” apoyada por otro “dios”, el dios de las riquezas incompatible con el Dios verdadero. ¡Qué liturgias, Dios mío! ¡Qué desvíos de lo que es la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana! Para ellos la vida es solo un sinsentido bañado de un lucro necio e insensato. No saben, no viven, no confiesan algo que es fundamental en la Biblia como el acero de Jesús: “La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que se poseen”. Una filosofía, un estilo de vida, unas prioridades que no entienden nuestros contemporáneos del Siglo XXI.

¡Cuánta evangelización de la sociedad moderna se necesita, cuánta evangelización de la cultura, cuánta evangelización sobre los temas económicos, cuánta evangelización sobre el amor y la solidaridad humana para con el prójimo tirado al lado del camino, en desventaja social y en la más tremenda exclusión que afecta tanto a niños, como a mujeres y también a hombres que no tienen una expectativa plena de vida!

Quizás es que, al escasear en el mundo los verdaderos adoradores con una espiritualidad cristiana auténtica, surgen los falsos adoradores que pierden la visión y se inclinan ante el ídolo del oro, de las riquezas, del dinero, de las acumulaciones injustas de bienes. Por eso la Biblia lanza continuamente sus mensajes para que no nos ceguemos con ese metal amarillo, con el brillo de las monedas, con las falsas alegrías del consumo desmedido, que no entremos en los rezos malditos ni en las humillaciones falsas que destrozan el corazón del hombre que rinde tributo a las falsas e insolidarias bendiciones de los malditos ídolos del dios de las riquezas.

En lugar de esto, entremos por líneas y estilos de vida sencillos, entremos a ser también profetas de nuestro tiempo que denuncian estos rezos y plegarias en torno a la salvaje acumulación, busquemos justicia en el mundo, justicia social, justicia redistributiva, justicia económica pues todos los hombres tienen derecho a participar de los bienes de la tierra. Denunciemos estos rezos y actitudes y, finalmente, busquemos la justicia y practiquemos la misericordia como auténticos discípulos del Dios verdadero.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - De par en par - Humillaciones, ruegos y plegarias malditas