¿Animar o estorbar?

Dios nos enseña a vivir de una manera diferente. Él nos encarga que seamos no sólo animadores, sino "admiradores".

20 DE ABRIL DE 2015 · 08:39

Foto de Morgan Sessions / Unspash,Animar
Foto de Morgan Sessions / Unspash

Pero encarga a Josué, y anímale y fortalécele, porque él pasará a la cabeza de este pueblo, y él les dará por heredad la tierra que tú verás.” Deuteronomio 3.28

Me contaron una historia que sucedió en Argentina en el año 1935. Se trata de un chico que regresa a su casa algo más tarde de lo normal y dice que viene de jugar al fútbol. La familia desconoce lo que es, así que después de reñirle no le hacen ni caso de lo que les cuenta. Pocos días después regresa con 100 pesos argentinos en la mano, que había ganado jugando con su equipo. La siguiente mañana su padre le despierta preguntándole: “Hijo, ¿no te toca jugar hoy?”

¡Una buena pregunta, a pesar de que la motivación era puramente económica! Aún así, su padre quería motivarle a seguir jugando. Nosotros también tenemos la posibilidad de escoger nuestro comportamiento con los que viven cerca de nosotros: podemos comportarnos como animadores, o como desanimadores. Delante de los amigos, la familia, los vecinos, los compañeros de trabajo, o incluso de nuestros hermanos y hermanas en la fe, podemos ser una ayuda o un estorbo.

Muchos han ido a la escuela del fracaso, y son especialistas en estorbar. Se han licenciado en el arte de encontrar defectos, y han sacado notas altísimas en las asignaturas relacionadas con el pesimismo y su puesta en práctica. Aparecen por todas partes: en el deporte, en la familia, en los estudios, en la iglesia...  son una plaga sin fin. Tienen su propia condenación, por cuanto son incapaces de alegrarse por nada.

Dios nos enseña a vivir de una manera diferente. Él nos encarga que seamos no sólo animadores, sino "admiradores". Dios nos pide que sepamos fortalecer a otros, apoyarles, buscar siempre lo bueno en los demás, impartir ánimo y fuerza a diestro y siniestro. Dios quiere que seamos un poco más parecidos a Él, porque nadie confía tanto en nosotros como Dios mismo.

Necesitamos recordar un detalle más, hemos leído en el versículo inicial uno de los mandatos más claros de Dios: "fortalécele". ¡Tiene que ver con fijarnos en lo que ponemos en la mente y en el cuerpo de los demás! Esa es una responsabilidad para todos, pero sobre todo al pensar en los más pequeños, los niños. 

Es una pregunta muy directa: ¿qué ponemos en la mente de los niños? ¡Y no sólo hablamos de animarlos o desanimarlos! Independientemente de la edad que tengamos, todos somos responsables de nuestros actos delante de los más pequeños. Cada vez que un niño esté cerca, vigila lo que dices y lo que haces. Ten cuidado de lo que están viendo en los medios de comunicación. Piensa que tiene muy pocos años y no está preparado para conocer la crueldad de la violencia, el sexo fuera de lugar, el veneno de las malas conversaciones... 

Necesitamos un objetivo bien claro para el día de hoy: piensa en alguien que puedas ayudar, anímalo/a y fortalécelo/a.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Con otro ritmo - ¿Animar o estorbar?