El tweet de Dios sobre las dos abominaciones recíprocas y excluyentes

La palabra abominación es uno de los calificativos más fuertes que se pueden emplear hacia lo que es execrable y odioso.

27 DE OCTUBRE DE 2022 · 09:00

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Imagen de Steve Johnson, Unsplash.

El profeta había ordenado escribir a su sirviente en un libro todas las palabras que Dios le había dado, tras lo cual le mandó que fuera a la entrada del templo, en una ocasión señalada, y las leyera a oídos de todo el pueblo. Aunque tal ocasión era un día de ayuno, lo que parecía indicar una búsqueda de Dios, en realidad no se trataba más que de mera religiosidad, sin verdadero contenido. El mensaje anunciaba los juicios que estaban por llegar a la nación, de no haber un arrepentimiento genuino. Cuando alguien cercano a la casa del rey lo oyó, fue con la noticia a los principales del reino, quienes ordenaron al sirviente del profeta que se presentara ante ellos con el escrito. Una vez en su presencia, les leyó el contenido que les produjo gran espanto, determinando que el rey debía conocerlo.

Pero al poco de comenzar a leerlo en presencia del rey, éste tomó el manuscrito, lo rasgó y lo echó al fuego del brasero con el que se calentaba. Era su respuesta al mensaje del profeta de parte de Dios. Todas aquellas palabras no significaban nada para él y el hecho de quemarlas expresaba claramente su profundo menosprecio y rechazo hacia ellas. Aunque su padre había sido un hombre temeroso de Dios en gran manera, impulsando uno de los grandes avivamientos espirituales en su reino, el hijo no era de la misma casta, aunque era de su estirpe, lo cual demuestra que la fe no se hereda. Al reducir a humo y ceniza aquel escrito, el rey pensó que las palabras que lo contenían eran del mismo valor que aquel humo y aquella ceniza. No cabía más rechazo.

Sin embargo, Dios le dijo al profeta que volviera a escribir las mismas palabras que había en el manuscrito quemado, a las que fueron añadidas otras terribles sentencias sobre el propio rey y la nación. De este modo, entraban en colisión dos voluntades, de las que solo una prevalecería. La voluntad del rey manifestaba un repudio sin contemplaciones a la voluntad de Dios y la voluntad de Dios manifestaba un repudio sin concesiones a la voluntad del rey. Si el mensaje de aquel manuscrito era aborrecible para el rey, la actitud del rey era detestable para Dios. Se trataba de dos abominaciones recíprocas y mutuamente excluyentes.

Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Abominación es a los justos el hombre inicuo; y abominación es al impío el de caminos rectos.’ (Proverbios 29:27). La palabra abominación es uno de los calificativos más fuertes que se pueden emplear hacia lo que es execrable y odioso, mostrando el pasaje dos clases de abominaciones totalmente dispares, siendo una la que produce el perverso en los justos y siendo la otra la que produce el recto en el malvado. La primera es una abominación santa; la segunda es una abominación maligna. Al ser de naturalezas opuestas, no puede existir acuerdo entre ellas. Incluso en el mundo natural hay naturalezas irreconciliables que expresan perfectamente el radical antagonismo que hay en el mundo moral entre el bien y el mal, siendo una de ellas la oposición que existe entre la luz y las tinieblas. Mientras que la luz es afirmación, las tinieblas son negación, siendo imposible que la una pueda ser aceptada por la otra.

El texto pone de manifiesto una verdad intemporal, válida en cualquier lugar y en todo tiempo. Allí donde el hombre malvado hace acto de presencia y quiere establecer su maldad, se encontrará con el más firme rechazo de quienes defienden la justicia. Y viceversa, allí donde hace acto de presencia el hombre justo y quiere instituir la justicia, hallará la repulsa más categórica, por parte de quienes promueven la maldad. Es lógico que esta confrontación se produzca, porque ¿cómo va a asumir la justicia las tesis de la injusticia, sin negarse a sí misma? ¿Y cómo va a asumir la injusticia las tesis de la justicia, sin negarse a sí misma?

Un escenario patente de esta confrontación sin posibilidad de reconciliación es el mundo actual, donde algunos quieren implantar sus perversas ideas sobre cuestiones fundamentales, lo que provoca repugnancia en quienes han hecho de la justicia su bandera. A su vez, no cabe una aversión mayor por parte de quienes defienden lo malo, hacia quienes promueven lo justo.

Que existan estas dos abominaciones mutuamente excluyentes es lo que explica el estado de cosas en este mundo, donde la maldad no ha conseguido su propósito de hegemonía total, al existir la justicia que la combate, y la justicia no ha conseguido, todavía, imponer su ley totalmente, al existir la maldad que la combate.

Volviendo al rey que quemó el manuscrito que contenía el mensaje de Dios, su final consistió en ser llevado cautivo en cadenas a tierra extraña, donde murió, cumpliéndose así la Palabra que él pretendió destruir. Pero no solo eso, sino que cuando siglos después el evangelista compuso la genealogía del Salvador, al llegar al eslabón en el que debía haber insertado el nombre de ese rey, lo pasó por alto, inscribiendo a su padre y a su hijo, pero no a él. De ese modo, el que desafió a Dios, quemando su Palabra, fue borrado del texto en el que debía haber aparecido. La vileza que cometió no quedó impune, por su humillante final en este mundo y por la posterior omisión de su nombre del libro en el que no era digno que apareciera. Todo un aviso para los que hoy abominan de lo justo y recto.

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