El tweet de Dios sobre la represalia

Como hay una propensión en la naturaleza humana al desquite y la revancha, es por lo que se establece la norma de no sobrepasar el daño recibido.

30 DE ENERO DE 2020 · 10:30

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Foto de Matthew Henry en Unsplash.

Una de las acusaciones que se suelen hacer a la Biblia, especialmente al Antiguo Testamento, es que la ley del talión es una norma vengativa, lo cual está en contradicción con el Dios de amor. Pero en las tres ocasiones que el ojo por ojo aparece, tienen que ver con la regulación de la convivencia social cuando se ha producido un grave daño. La administración de la justicia es vital, para que tal convivencia pueda estar basada sobre unos principios sólidos, pues de no ser así el mal quedaría impune, lo cual significaría su triunfo. 

Pero como hay una propensión en la naturaleza humana al desquite y la revancha, es por lo que se establece la norma de no sobrepasar el daño recibido. Es decir, la intención de esa ley es controlar y moderar lo que podría ser un estallido ciego de furia, que arrasaría al adversario. Por tanto, en vista de la realidad del estado caído en el que el ser humano ha quedado, y también sus relaciones sociales, se hace necesario legislar hasta dónde se puede llegar en justicia, sin entrar en el encarnizamiento. Es así como el principio de proporcionalidad entre delito y castigo queda instituido. Todo lo que quiebre esa proporcionalidad, por exceso y por defecto, es un quebranto de la justicia.

Lo que importa no es tanto lo que Dios hará con el culpable, sino lo que hace con el perjudicado.

Un juez y un legislador no solamente pueden sino que deben siempre regirse por esta norma, porque como custodios de la justicia que son, de ella depende la salud de ese organismo que es una sociedad. A ellos es a quienes se les encarga, en su papel de representantes de la autoridad, la responsabilidad de ejercer justicia retributiva.

Pero también el Antiguo Testamento enseña que hay otro principio cuando se sufre un daño y es el que está recogido en el siguiente tweet de Dios: ‘No digas: Yo me vengaré; espera en el Señor y él te salvará.’ (Proverbios 20:22). La situación que se contempla es la de que el propio perjudicado va a intervenir para resarcirse, para poner las cosas en su sitio. Y esa intervención va a ir guiada por la actitud de pagar con mal a quien mal le ha hecho. Se trata, sin duda, de la actitud natural que brota de adentro, pero que se manifiesta de la peor manera, porque lo que se busca es satisfacer el ansia de pagar con la misma moneda. Aunque este tweet fue escrito hace tres mil años, se constata que la condición humana no ha variado un ápice y el deseo de ajustar cuentas sigue tan vigente ahora como entonces. No hace falta más que echar un ojo a la vida pública actual, para percatarse de hasta qué punto hay una desmesura en el desagravio, que nace de las ganas de responder con mal al mal. Pero dejarse llevar por esa actitud supone caer en una dinámica de odio y endurecimiento, que al primero que hace más daño es al que la promueve, porque la represalia es mala consejera, aunque haya gusto en ejercerla.

Este tweet de Dios muestra otra vía, otra alternativa, que es superior, y es la de esperar en Dios, para que sea él quien actúe. Si fácil es vengarse, porque es lo que nos pide el cuerpo, muy difícil es dejar las cosas en las manos de Dios, porque supone que se le entrega a él el curso de la acción y también el tiempo de la misma. Supone negarse a uno mismo y ceder el supuesto derecho que tengo a actuar como creo que debo hacerlo y cuando debo hacerlo, para dejar ambas cosas en las manos de Dios. ¿Y si Dios no actúa como yo quiero? ¿Y si no lo hace cuando yo quiero? Ahí es donde reside el traspaso de poderes, por el que le cedo a él la plena potestad de intervenir, renunciando yo a ser juez supremo de mi causa y dejando que él lo sea. Se trata de depender de la sabiduría y de los tiempos de Dios, no de mi propia sabiduría ni de mis propios tiempos.

Para ello hay una palabra muy importante en el tweet, que es esperar. ¡Qué difícil es esperar! Siempre lo fue y posiblemente más ahora, acostumbrados como estamos a que nuestros deseos sean cumplidos inmediatamente con el avance de la tecnología. Pero Dios no va al paso de nuestra tecnología y tiene su propio reloj, reloj cuya maquinaria se mueve de acuerdo a su voluntad. Por eso, es preciso reajustar nuestro reloj para que coincida con el suyo, porque nuestros tiempos no son sus tiempos.

El tweet añade algo más, que no es una simple coletilla, sino una verdad trascendental: Él te salvará. Cuando se esperaría que dijera: Él te vengará, dice: Él te salvará. Pero si lo que yo quiero es que le ajuste las cuentas al que me ha hecho mal, ¿cómo es que dice: Él te salvará? Lo que yo necesito imperiosamente es que mi perjudicador experimente en carne propia el perjuicio. Pero el tweet enseña que lo que en realidad necesito imperiosamente es ser salvado. Ser salvado del daño que he recibido y ser salvado del daño que yo mismo me he auto-infligido. Que Dios salve al dañado, significa que saca la cara por él. Lo que importa no es tanto lo que hará con el culpable, sobre eso el tweet guarda silencio, sino lo que hace con el perjudicado y lo que el perjudicado necesita es salvación.

La represalia es muy humana, pero no es el camino de Dios. Espera en él y él te salvará. En esto, como en todo, tenemos el ejemplo de quien ‘cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente.’ (1 Pedro 2:23).

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