La rebeldía de Camús

La semana pasada escribí acerca de Juan Pablo Sartre a propósito del centenario de su nacimiento. Alberto Camus era sólo ocho años menor que él. En enero pasado se cumplieron 45 años de su trágica muerte. No es la coincidencia en las fechas lo que me motiva a escribir sobre Camus, sino la polémica que ambos sostuvieron en 1952 y años después. Al hablar de Sartre es inevitable hacerlo también de Camus.

22 DE SEPTIEMBRE DE 2005 · 22:00

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La disputa entre ambos escritores llegó a adquirir caracteres violentos. Sartre acusaba a Camus de independencia de criterio y de exigencia moral, de esterilidad y de ineficacia, mientras que Camus reprochaba a Sartre su vinculación política con el comunismo y los planteamientos que, como consecuencia, el consideraba inmorales.

Puestos los dos frente a frente, yo me quedo con Camus.

BIOGRAFÍA DE CAMÚS
Alberto Camus nació en Mondovi, departamento de Constantina, en Argelia, el 7 de noviembre de 1913. Procedía de una familia humilde. El padre, francés, murió en la primera guerra mundial cuando el niño tenía sólo once meses. Su madre era española, originaria de las islas Baleares. Alberto Camus sentía auténtica pasión por la madre, fácilmente identificable en varias de sus obras, especialmente en EL EXTRANJERO.

Terminado el bachillerato ingresó en la Universidad de Argel. Una tuberculosis le obligó a dejar los estudios de filosofía. Se dedica al periodismo y a la literatura. En Argelia publica sus dos primeros libros, EL REVÉS Y EL DERECHO y BODAS.

En 1940, cumplidos 27 años, se instala en París. Aquí prosigue su fulgurante carrera como escritor que culmina en la concesión del Premio Nóbel de Literatura en 1957. Este premio se le otorga “por su importante producción literaria, que ilumina con seriedad y clara visión los problemas de la conciencia humana de nuestro tiempo”.

El domingo 3 de enero de 1960, viajando desde Lourmarin hacia París por carretera, el potente automóvil deportivo que conducía su amigo el editor Michel Gallimard se estrelló contra dos árboles de la carretera. Alberto Camus murió en el acto. Cuando leí la noticia al día siguiente en el periódico francés LA DÉPECHE MAROCAINE, en Tánger, lloré de dolor. Sentía y siento una profunda admiración por el malogrado escritor.

SUS CREENCIAS
¿Fue Camus ateo? Mi impresión es que no
, y he leído tranquilamente su obra. Un tema tan amplio y profundo no puede ser resuelto en este breve artículo. Anticatólico sí que lo fue. Sus biógrafos constatan que entre 1947 y 1950 el escritor se acercó al catolicismo. Pero el comportamiento de la jerarquía católica francesa, atacando su filosofía sobre el absurdo, le hizo retroceder.

Aún así, es estudio –no la mera lectura- de las obras de Camus en su conjunto no aporta argumentos suficientes para deducir matemáticamente el ateísmo de su autor. En el niño inocente que muere en LA PESTE a pesar de las oraciones del jesuita, Camus desentierra el eterno tema del sufrimiento de los sin culpa. Es la punta más aguda del problema del mal. Pero el escritor sabe también que sólo el Cristianismo de Cristo ha dado una respuesta a la pregunta de por qué sufren los inocentes. Nadie ha nacido en este mundo más inocente que Cristo. Y pocos han sufrido como El sufrió.

La contestación definitiva a este y a otros interrogantes humanos hay que hallarla al otro lado de las nubes. Como “Calígula”, que quería algo eterno para vencer sus angustias. Camus hace decir a este personaje: “El mundo no es soportable. Por eso necesito la luna o la dicha, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo”.

Al tema de la dicha, de la felicidad imposible en la tierra, dedica Camus otra de sus grandes obras: LA CAÍDA. “Así corría yo – dice a Clamence-, siempre colmado, nunca hastiado, sin saber donde detenerme, hasta el día, mejor dicho, hasta la noche en que la música se detuvo y se apagaron las luces”.

En LA CAÍDA Camus hace alarde de sus conocimientos bíblicos. Con palabras inspiradas en el Libro trata los grandes temas del pecado, la culpabilidad humana, la conciencia, la gracia. Los mismos temas aparecen en EL HOMBRE REBELDE, especialmente en el capítulo dedicado a “los hijos de Caín”. Quienes dicen que Camus fue un escritor ateo deberían leer cuidadosamente este largo párrafo del capítulo referido: “El Nuevo Testamento puede ser considerado como una tentativa de responder a todos los caínes del mundo, suavizando la figura de Dios y suscitando un intercesor entre El y el hombre. Cristo ha venido a resolver dos problemas principales, el mal y la muerte, que son precisamente los problemas de los rebeldes. Su solución ha consistido, ante todo, en hacerse cargo de ellos. El Dios-hombre sufre así con paciencia. Ni el mal ni la muerte le son ya absolutamente imputables, puesto que El está desgarrado y muere. La noche del Gólgota no tiene tanta importancia en la historia de los hombres sino porque en esas tinieblas la divinidad, abandonando ostensiblemente sus privilegios tradicionales, vivió hasta el fin, incluyendo la desesperación, la angustia de la muerte”.

CONCLUSIÓN
Yerran quienes ven en EL HOMBRE REBELDE la rebeldía del hombre Camus contra Dios. El novelista se rebela aquí contra la condición humana, no contra el autor de la vida, algo que hicieron los profetas en la primera parte de la Biblia
. ¿Se puede ser a la vez ateo y rebelarse contra Dios? ¡He aquí el dilema! Si Dios no existe en la conciencia individual del escritor, ¿a quién se dirige la rebeldía? “Grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito”, chilla Camus. La misma rebeldía aporta las pruebas de la evidencia. La duda en el propio grito del alma es la afirmación de la superioridad divina. Prometeo no ha logrado liberar a los hombres de su sujeción a Dios. Sigue teniéndonos en sus manos eternas y dirigiendo nuestro destino. A todos. El de todos.

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