Tim Keller y la pertinencia del evangelio

Su mensaje no puede ser más claro: solo por el evangelio podemos empezar a ser cristianos. ¡Y seguir siéndolo!

24 DE MAYO DE 2023 · 16:00

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Considero que el triste fallecimiento de Tim Keller, el famoso escritor y pastor reformado de Nueva York, el pasado 19 de mayo, nos emplaza a reflexionar sobre lo que podría ser su legado para la iglesia de nuestros días. Y esto por la talla espiritual de su figura y por su extenso ministerio con una enorme proyección no solo en los EE.UU., sino por todo el mundo. Estoy seguro de que habrá numerosas valoraciones de su obra, ahora y en el futuro, pero quisiera en estas breves líneas sintetizar aquello en lo que creo que reside su relevancia actual y futura, por lo menos para mí. O, poniéndolo de otra manera, aquello por lo que yo, particularmente, he apreciado tanto las predicaciones y los libros de Keller. Y es que he tenido el inmenso privilegio de leerlos y releer algunos, y de publicar varias reseñas de los mismos conforme aparecían en castellano. 

Curiosamente conocí antes los escritos de algunos de los maestros de Keller que los suyos propios. Así, la obra de Richard F. Lovelace Dynamics of Spiritual Life, y que por la propia confesión de Keller es una de las grandes influencias en su vida y ministerio. Este fue un libro que adquirí en Inglaterra mientras estudiaba en el Seminario para el ministerio, a finales de los años 80 del siglo pasado. Había visto ya una reseña del mismo en la revista de la Banner of Truth y me picaba mucho la curiosidad de leerlo. Este libro no defrauda en absoluto. Busca desarrollar el gran principio de la Reforma Protestante del siglo XVI: ecclesia reformata semper reformanda, a la luz de la teología experimental del los puritanos y Jonathan Edwards, en particular, hasta nuestros días. Lovelace muestra con amplias referencias históricas la vitalidad de la teología reformada para renovar de una manera integral el testimonio de la iglesia en este mundo, teniendo en cuenta los grandes avivamientos evangélicos de los siglos XVIII y XIX. Se escribió a finales de los 70 del siglo pasado, pero muchos de sus comentarios siguen siendo válidos. Su impronta en Keller es indudable; una y otra vez, al leer sus libros puedo ver la sombra de Lovelace. 

Lo mismo sucede con la obra de otro de sus mentores, Edmund P. Clowney, profesor en Westminster en Filadelfia. Es Clowney el que proporciona otras de las claves para entender a Keller: su teología bíblica cristocéntrica empapa la predicaciones de Keller. Esto no significa en absoluto que Keller sea un mero subproducto de estos dos autores. Keller desarrolla un pensamiento propio y tiene una expresión muy distintiva, como se puede apreciar en cada uno de sus libros. 

Además, si uno lee con atención a Lovelace puede apreciar perfectamente como Keller toma de su mentor esa enorme capacidad de procurar ser relevante en cada momento. Keller sabe entender la época en la que vive y lo que es pertinente para la misma. Su capacidad de leer los tiempos en los que vivimos es lo que hace que Keller resulte tan convincente a la hora de aconsejar sobre el rumbo a tomar por la iglesia evangélica en múltiples campos. Keller me recuerda lo que se dice de los hijos de Isacar en 1º Crónicas 12.32: “De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos”.

Pues bien, lo que creo que será el legado más perdurable de Keller reside en mostrar la pertinencia del evangelio en todo momento y lugar. A aquellos que nos salieron los dientes bíblicos leyendo los sermones de C.H. Spurgeon, en un sentido, no nos sorprende en absoluto el cristocentrismo de Keller. Nos suena familiar, muy nuestro. Los mensajes de Spurgeon estaban llenos del Señor. Así es exactamente lo que encontramos en Keller, Cristo rezuma en sus mensajes. Como decía Spurgeon mismo: “Una predicación sin Cristo es como un pan sin levadura”. Pero para Keller, a diferencia de otros hoy en día, no creía que el evangelio de Cristo y este crucificado fuera tan solo pertinente para llegar a ser cristiano. Es decir, las buenas nuevas de salvación en Cristo no es solo el pórtico sino el camino de la salvación. 

La clave de Keller reside precisamente en el hecho de mostrar que el evangelio es imprescindible para toda la vida cristiana. No dejamos el evangelio atrás después de nuestra conversión. Muy al contrario, el evangelio juega un papel insustituible para la santificación. Sin el evangelio no hay crecimiento espiritual. Es muy significativo que Pablo, cuando escribe a los corintios, coloque el evangelio en el centro y, desde el mismo proceda a corregir los males que había en la iglesia de Corinto. Es desde la palabra de la cruz, de Cristo como el poder y la sabiduría de Dios que se debe enfocar toda nuestra vida cristiana. 

Cuando Pablo escribe: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (2ª Corintios 2:2) no lo hace para proporcionar a los corintios un mero lema sino como una declaración de principios. Todas las exhortaciones a los corintios, en el resto de la epístola ya sean a la humildad o al amor, o a lo que sea, hunden sus raíces en la eficacia de la cruz para convencernos del pecado, y traer fe, amor y esperanza a nuestras vidas en la iglesia y como testimonio en el mundo. Y es que toda renovación espiritual es en relación con la Persona del Señor Jesús, muerto, sepultado y resucitado, para que los suyos seamos, de una manera creciente, conformados a su imagen(Romanos 8:29) 

Unas frases de Keller indican un aspecto de esa pertinencia del evangelio para vivir como cristianos: “El evangelio dice que eres, al mismo tiempo, más pecador y defectuoso de lo que crees, pero más amado y aceptado de lo que jamás pudiste esperar”. O esta otra: “Cuando Jesucristo estaba en el jardín de Getsemaní y las tinieblas cayeron sobre él ... no te abandonó; él murió por ti. Si Jesucristo no te abandonó en su oscuridad, la máxima oscuridad ¿por qué te abandonaría ahora, en la tuya?”. 

El mensaje de Keller no puede ser más claro: solo por el evangelio podemos empezar a ser cristianos, ¡y seguir siéndolo! Es el medio por el que Dios nos preservará para su Reino eterno. Por ello, es imperativo mantener la centralidad del evangelio a toda costa. Y es que es muy fácil deslizarse, a menudo inconscientemente, por las resbaladizas pendientes de la religiosidad o la moralidad como atractivas alternativas. Pero este nunca ha sido el camino que han emprendido los evangélicos en sus mejores épocas. La piedad evangélica es cristocéntrica o no lo es. Pero el evangelio es siempre idóneo para cada situación en la iglesia y en el mundo. Este es el legado de Keller: Cristo es el todo, solo a Él sea toda la gloria.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Atisbos teológicos - Tim Keller y la pertinencia del evangelio