Paul Ricour y la lucha por la fe en la resurrección

Toda la obra de Paul Ricour es un llamado a oír a las Escrituras en su fervor y riqueza, antes de ponernos a juzgarla con nuestra desidia y pobreza.

06 DE OCTUBRE DE 2022 · 14:11

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Imagen de Ivana Cajina en Unsplash.

Leía este verano durante algunos preciosos días que pude pasar en el centro de Madrid: Vivo hasta la muerte y Fragmentos, el último libro del filósofo francés Paul Ricour (1913-2005). Como tantos a los que la Biblia y la Teología nos apasionan, conocía ya de Paul Ricour por su penetrante análisis sobre la hermenéutica. De hecho, lo citaba ya uno de los primeros libros de hermenéutica que manejé, el magnífico volumen titulado Hermenéutica Bíblica de nuestro José María Martínez. De Ricour me gusta mucho, por poner un ejemplo, su análisis de lo que llamó la hermenéutica de la sospecha, para calificar la obra de Marx, Nietzsche, y Freud. Su frase, y la investigación que está detrás de la misma, hizo de Ricour inmediatamente popular en algunos círculos evangélicos, al desvelar como el sesgo ideológico de estos grandes maestros de la sospecha, nos cierra a apreciar lo que la Biblia está realmente diciéndonos. Frente a la hermenéutica de la sospecha, Ricour aboga por la hermenéutica de la escucha. Ricour no defiende la ingenuidad, claro, sino el respeto al texto tal y como aparece. En realidad, toda la obra de Paul Ricour es un llamado a oír a las Escrituras en su fervor y riqueza, antes de ponernos a juzgarla con nuestra desidia y pobreza.

Vivo hasta la muerte y Fragmentos como se expresa en el doble título, contiene dos tipos de escritos. En primer lugar, unas reflexiones sobre la vida, la muerte y la resurrección que empezó a escribir en 1995. Y, en segundo lugar, una consideraciones finales sobre estos mismos temas,  la última de las cuales fue garabateada  por un agotado Ricour, un mes antes de su muerte diez años después. Estas notas y pensamientos son, pues, de un valor indudable, en parte como deliberación consumada del gran filósofo francés sobre las grandes inquietudes de su existencia. Y es que patentizan de modo muy somero. los grandes asuntos que ocuparon a Ricour en su larga trayectoria vital. Aquí tenemos, esbozos, por ejemplo, de su amor por la hermenéutica y, en particular, por dos asuntos destacados en su propia obra. De entrada, la integridad del texto: “un texto no es, en efecto, una simple secuencia de frases, y el sentido del texto no es la suma del sentido de cada una de sus partes. Un texto es un todo relacionado de forma específica con sus partes”. Y, en segundo lugar, la crucial interpretación de la Biblia teniendo en cuenta sus distintos géneros literarios. Y es que el autor de obras tan destacadas como Metáfora Viva, Tiempo y narración, El conflicto de la interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, entre otros muchos títulos, muestra, hasta el final de sus días, su interés por la trascendencia del encuentro con la Palabra de Dios, en el que nos llegamos a conocer a nosotros mismos. Aquí vemos con claridad un atisbo del trasfondo protestante francés de Ricour. Y es que fue otro reformado francés, Juan Calvino, el que había comenzado ya su magna opus la Institución con la observación de que el conocimiento de Dios y de uno mismo están muy unidos y entrelazados entre sí. La importancia de Paul Ricour para nosotros, transita por esa insistencia en conocer a Dios en su Palabra.

Vivo hasta la muerte y Fragmentos, desvela un alma en lucha, concretamente una pugna por una fe en la resurrección. Y es que Ricour no revela que tuviera certeza de creer en la resurrección. Pero me ha impresionado la nota de autenticidad que desvela este libro, su amor por la vida y el afán de, no ya pervivir, sino de resucitar. Y es que la contribución distintiva de la fe cristiana no es, como muchos erróneamente piensan, la pervivencia del alma, sino la resurrección del cuerpo, lo que Steward D.F. Salmond llamaba la doctrina cristiana de la inmortalidad. La pervivencia del alma era ya enseñada por los griegos y romanos (todavía me conmueve la descripción de los Campos Elíseos en La Eneida de Virgilio). Los egipcios, curiosamente, daban una importancia capital a la conservación del cuerpo del difunto más pudiente, como sabemos por la preservación de las momias en su cultura. Pero, en la fe cristiana, la resurrección del cuerpo no depende de su conservación, sino del hecho de que Aquel que estuvo muerto, Jesucristo, ha resucitado y vuelto a la vida en un cuerpo exaltado e inmortal. Su resurrección física y corporal para gloria, es la garantía de la misma, y con ese fin, para todos aquellos que pongan su fe en el Señor Jesucristo.

El hecho de que Vivo hasta la muerte y Fragmentos tenga un marcada trayectoria cronológica, muestra como la ineludible cuestión de la resurrección se vuelve más y mas acuciante para Paul Ricour conforme se acerca el fin. Llama la atención su intento de encontrar respuestas a sus dilemas desde varios puntos de vista,  pero sobre todo es preeminente que las busca a la luz de los textos de las Escrituras, en particular, los evangelios y las ipssima verba o palabras exactas de Cristo. Es decir, Ricour se confronta con los textos, quiere que sean estos lo que determinen su posición. Por ejemplo esta afirmación: “¿Qué significa el `para nosotros´ que está en el centro de mi adhesión a la versión reformada de la tradición cristiana?”. ¿Es Cristo solo un modelo o se puede uno adherir a una cristología sacrificial a la luz de textos como 1ª Corintios 11.24: este es mi cuerpo que por vosotros es partido?”. Su lucha con los textos revela su habilidad hermenéutica por lo que ha sido siempre conocido. Y es en esa batalla con ellos donde se desvela un alma con sed de Dios. En el caso concreto de Ricour se percibe el anhelo de creer que la muerte no es el fin, y, asimismo, por esa pasión por la vida que despliega e impresiona.

Pero el atractivo de Vivo hasta la muerte y Fragmentos, reside en el hecho de que Paul Ricour no busca respuestas fáciles o sencillas a sus dudas y vacilaciones. Solo le satisface aquello que pueda traer convicción y consuelo sobre una base firme y estable. Y esto para Ricour solo puede venir, finalmente, de una apelación al texto bíblico. Por tanto, es aquí donde podemos encontrar estímulo nosotros hoy. Y es que nuestra fe en la resurrección se basa en el testimonio de la Escritura misma. Solo se puede estar seguro de la resurrección si es la Escritura la que nos mueve a una fe personal en un Cristo Resucitado. La Escritura para nosotros hoy, es lo que los Doce debían haber sido para Tomás después de la resurrección, el veraz testimonio sobre la base del cual creemos: Juan 20.29-31. Por eso le dice el Señor Jesucristo: “bienaventurados los que no vieron, y creyeron”, v 29. El Señor le indica aquí a Tomás que la bendición de Dios reside en creer sobre la base del testimonio apostólico. Sabemos que esta es la interpretación correcta por lo que Juan mismo añade a continuación: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”, vv 30 y 31. Notemos cómo Juan el Apóstol une aquí indisolublemente fe y Escritura. Y cómo por la fe en Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios desvelado en las Escrituras, alcanzamos vida eterna. Además, la Escritura no solo contiene relatos veraces del hecho de la resurrección sino también su significado: Romanos 4.25. La Escritura anticipa la resurrección, la cuenta, y la explica, trayendo así sentido a nuestras vidas. Así, pues, la resurrección de Cristo fue un hecho histórico, que cumple una promesa anterior, la de que el Mesías una vez que hubiera puesto su vida por su pueblo, vería del fruto de la aflicción de su alma y quedaría satisfecho, Isaías 53.10,11. Y este sería el desafío que nos dejaría a todos Paul Ricour. El de buscar la fe en Jesucristo, pero desde el fenómeno incomparable de la Palabra de Dios, las Escrituras. Esta Palabra es viva y eficaz, y por el Espíritu de Dios nos interpela de muchas y diversas maneras y nos invita a creer en el Señor Jesucristo. Nuestra actitud ante las Escrituras, pues, debe ser la de Samuel: “Habla, porque tu siervo oye”, 1ª Samuel 3.10. ¿Oirás la voz de Dios en su Palabra? ¿Pondrás tu fe personal en el Resucitado?

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