Celebrar la Navidad pagana

La Navidad, por muy pagana que sea, es una excusa impecable para ser cristianos de verdad y quitarnos los grilletes que nos imponemos.

30 DE NOVIEMBRE DE 2020 · 13:11

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Imagen de Spencer Backman en Unsplash.

Este año está siendo rarísimo en muchos aspectos, aunque los clásicos siempre vuelven, como esas personas que todos los años, con una insistencia admirable, al pasar la frontera de diciembre nos insisten en que la celebración de la Navidad es algo pagano en lo que no debe invertir tiempo un hijo de Dios.

Partamos del hecho de que cada uno es libre para celebrar o no hacerlo como mejor le convenza, y eso es una cuestión innegable. Hay gente que no querrá celebrar la Navidad porque le trae el recuerdo de seres queridos cuyas pérdidas aún no han superado, y por desgracia hemos tenido demasiado de eso este año. Habrá quien no quiera hacerlo porque ya no significa nada, o porque solo ve superficialidad y consumismo. Este año ha sido tan complicado que es posible que las ilusiones de muchos, incluidos quienes han perdido sus negocios, estén por los suelos. Tenemos que respetar el lugar emocional donde se encuentran los demás y no invadirles con nuestras opiniones, porque eso también es amar al prójimo.

Por eso, la verdad, me molesta tanto esa clase de comportamientos santurrones que, supuestamente con la Biblia en la boca (y en la mano), comienzan ya a finales de noviembre a amenazar con diferentes clases de condenaciones e infiernos a los que deseen celebrar la Navidad por su supuesto paganismo.

Primero, el paganismo, en caso de existir, no es eso. Esa obsesión por el paganismo proviene de ambientes doctrinales donde se hace un trasvase muy peligroso entre conceptos del Antiguo y del Nuevo Testamento que no es el lugar aquí de ponernos a detallar; pero si alguien lee esto y tiene miedo de “caer en el paganismo”, ya le puedo yo decir que no se preocupe de esas nimiedades, y que recuerde que el Señor nos conoce en lo más íntimo, que no podemos engañarle ni aparentar ante él, y él busca la sinceridad de los corazones antes que los ritos o las formas. Es muy posible que la condenación que nos hagan temer no sea realmente la de Dios, sino la de los líderes del grupo donde estamos, y son dos cosas bien diferentes.

Segundo, esa insistencia en la acusación y el señalar con el dedo denota una falta de amor impresionante en quien acusa. Y solo por eso tampoco deberíamos hacerles mucho caso.

Pero es que a mí, hoy, además, me apetece venir aquí a defender la celebración de una Navidad “pagana”, por qué no. Y mucho más este año. Pienso poner el árbol, aunque sea pagano, y pienso decorarlo. Pienso poner el belén, aunque sea idolatría, aunque sepa de antemano que mis hijos van a hacer desaparecer al bebé Jesús desde el primer momento para meterlo a jugar en la casa de muñecas. Pienso comprar algunos regalos, aunque sea consumismo hipócrita, y pienso comer dulces y preparar comidas especiales, aunque sea superficialidad.

Y voy a hacerlo porque el Señor, a través de su Espíritu, me ha hecho libre del pecado y de la muerte, y me ha dado la capacidad de convertir en santo o en digno cualquier cosa relativa a mi vida. Puede que la Navidad sea pagana, pero yo ya no lo soy, y con mis actos, sea donde sea, sea cuando sea,puedo hablar del amor de Dios que habita en mí. Y no voy a desaprovechar esa oportunidad. Por ejemplo, hacer un regalo desde el cariño a alguien cercano, por sencillo que sea, es una muestra de amor. No siempre tenemos una excusa mejor que la Navidad para hacerlo, y no voy a desaprovechar esa oportunidad de amar a mi prójimo por un supuesto miedo a una supuesta condenación divina.

Ni siquiera voy a buscar excusas para convertir en cristianos los ritos de la Navidad pagana. Soy consciente de que Jesús no nació en diciembre. Soy consciente de que los superpoderes de Papá Noel son dudosos. Pero nada de eso tiene demasiada importancia. Yo no soy de la antigua Roma; yo no adoro al Sol Invicto, pero por qué no puedo celebrar el solsticio de invierno como un modo de adorar a Dios porque, a pesar de lo imperfectos que somos como mayordomos de su Creación, él sigue siendo fiel en el orden de la naturaleza que nos bendice. Estoy agradecida por el final de la cosecha, por tener tanta comida abundante en la mesa y poder disfrutarla, por la belleza de la noche temprana, y de las luces de las calles, y de los desfiles y cabalgatas, y por la bendición de poder resguardarme después en casa con mi familia. Es desde ese lugar bendito de tu familia desde el que cada uno podemos ofrecer el calor de Dios y su bienvenida a los demás. La Navidad, por muy pagana que sea, es una excusa impecable para ser cristianos de verdad y quitarnos los grilletes que nos imponemos, en la vergüenza, escondiéndonos en nosotros mismos el resto del año. Es imperfecto, sí, ¿pero qué no lo es? Nosotros mismos somos imperfectos en casi todo, y ahí está el tema: que, a pesar de todo, hemos sido amados, buscados y redimidos. No deberíamos tener miedo, y mucho menos miedos artificiales e imposiciones de santidad de origen dudoso.

Nuestra santidad no depende de lo que celebremos, sino de cómo lo hacemos, y para quién.

 

Si con Cristo vosotros ya habéis muerto a los principios de este mundo, ¿por qué, como si todavía pertenecierais al mundo, os sometéis a preceptos tales como: «No tomes en tus manos, no pruebes, no toques»? Estos preceptos, basados en reglas y enseñanzas humanas, se refieren a cosas que van a desaparecer con el uso.

Colosenses 2:20-22

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