Frutigen, un pueblo lleno de cristianos

En este municipio alpino de 7.000 habitantes en Suiza hay seis iglesias. ¿Qué impacto tienen todos estos cristianos en el lugar?

Frutigen (SUIZA) · 17 DE OCTUBRE DE 2024 · 13:00

Un arcoíris sobre Frutigen, en los alpes de Berna, Suiza. ,
Un arcoíris sobre Frutigen, en los alpes de Berna, Suiza.

Frutigen, en las estribaciones de un precioso valle alpino, es uno de los lugares más “cristianos” de Suiza. A este municipio de 7.000 habitantes se le conoce como un frommer Ort, un lugar con una densidad inusualmente alta de creyentes.

A cualquier visitante que recorra sus empinadas calles le llamarán la atención los versículos bíblicos grabados en muchas de las fachadas de madera de sus impresionantes casas tradicionales.

Dando un paseo por la naturaleza junto al río, uno se topa con un armariete de madera que contiene Nuevos Testamentos, folletos sobre el evangelio en cinco idiomas (pensados también para turistas), y cuadernos hechos a mano para tomar notas devocionales, todos convenientemente plastificados para los días de lluvia y con una invitación a llevarse copias a casa.

Caminando por el pueblo, uno acaba por pasar frente a varias de las seis iglesias evangélicas de Frutigen. Dos de estas congregaciones reúnen en su culto dominicales a más de 250 personas.

Frutigen, un pueblo lleno de cristianos

Un armariete en una zona boscosa junto al río ofrece nuevos testamentos y otros materiales en varios idiomas. 
 

En el centro de la localidad, una placa en el parque infantil agradece al grupo de jóvenes de la iglesia pentecostal que aportaran ideas para el diseño de un gran espacio para los más pequeños, que incluye tirolina, zona de escalada, túnel, columpios y mesas de picnic.

Y en política, los dos partidos de inspiración evangélica (EDU: conservadores, EVP: progresistas moderados) obtuvieron el 26% de los votos en las últimas elecciones, un apoyo muy superior al que se da en el resto de Suiza, donde estos dos partidos suele estar por debajo del 4%.

A un turista como yo, el interrogante que me venía a la cabeza mientras disfrutaba de unos días de descanso fue: ¿se notará en las relaciones y el ambiente de este pueblo que tantos lugareños tienen una fe cristiana comprometida?

Planteé esta pregunta a unos amigos tomando una raclette (el plato típico suizo de queso fundido y patatas) en una agradable tarde de verano, y su respuesta no fue tan concluyente como esperaba.

Durante décadas, la diversidad de trasfondos teológicos de estas iglesias había dado lugar a relaciones difíciles entre familias: coincidían en su adhesión a la Biblia, pero discrepaban en su interpretación de ciertos temas y su aplicación a la vida eclesiástica. Estas tensiones se habían trasladado incluso a las generaciones siguientes, creando en algunos casos heridas y desconfianza entre las iglesias.

Y esto, en un lugar conocido por enviar misioneros a otras partes del mundo y por traducir y distribuir material cristiano a otras zonas de Europa con menos recursos evangelísticos, incluida España.


Pero Frutigen, me contaban esas mismas personas, vive actualmente un periodo de renovación espiritual. Por ejemplo, en verano, varias iglesias organizan un calendario conjunto en el que alternan las reuniones dominicales en uno u otro lugar de culto, juntando así a sus miembros en momentos en los que la asistencia tiende a bajar.

El paso adelante es especialmente visible entre las nuevas generaciones, que están pensando juntas cómo llegar a la Generación Z y Alfa a través del deporte y un testimonio unido. Un ejemplo son los Open Heaven Days que se celebran esta semana, un esfuerzo común impulsado por los grupos de jóvenes de las iglesias para llegar a sus amigos. Una serie de veladas en el polideportivo municipal incluyen música en directo, charlas sobre la fe cristiana y oportunidades para que cualquiera pueda recibir oración.

Frutigen, un pueblo lleno de cristianos

Publicidad del culto dominical unido para el pueblo de Frutigen, en su edición de 2024. 
 

Un domingo antes, se celebra anualmente el Dorfgottesdienst (culto para toda la ciudad). Lo definen como una oportunidad para que vecinos de todas las edades que “aún no conocen personalmente a Dios” pero querrían saber más de él puedan sentirse a gusto. También en este caso, el timing, el programa infantil, el café y tarta al final... Todo implica a miembros de las seis iglesias evangélicas. El año pasado, asistieron unas 500 personas.

“Creo que esto es señal de que, con el paso de los años, se ha producido una reconciliación y una nueva forma de pensar, ¡y de que podemos ser cada vez más positivos sobre los cristianos que vivimos aquí en Frutigen! Estamos consiguiendo trabajar juntos”, dice una mujer que forma parte de una iglesia junto a las vías del tren que transportan a turistas al famoso lago Oeschinensee.

La pregunta sigue rondando en mi cabeza. ¿Hasta qué punto la fe viva de una masa crítica de vecinos transforma un pueblo o una ciudad? El caso de Frutigen, y en realidad de cualquier otro lugar de Europa, muestra un punto de partida sencillo: la disposición de cooperar con otros para llevar a cabo la misión de Dios entre nuestros vecinos.

Joel Forster, periodista y director de Evangelical Focus.

 

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