El respeto no se gana

Claudio Tupinambá

Cláudio Tupinambá

25 DE SEPTIEMBRE DE 2014 · 19:01

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Llevo toda la vida oyendo en varias circunstancias, en varios idiomas, y de varias personas diferentes que "el respeto se tiene que ganar".

Yo discrepo. Y creo que Dios también.

Entiendo el respeto como una manera de tratar, convivir, dirigirse o referirse a alguien. Percibimos que hay respeto por la forma como las personas se relacionan entre sí. Como hablan, se miran, gesticulan; por la paciencia con el otro, qué palabras utilizan, el tono de voz, el conceder privilegios al otro; atenerse a los límites, no saltarse las normas. Y es curioso como la falta de respeto, con solo observar o escuchar desde fuera un poquito, en seguida se detecta.

Es fácil entender el respeto.

Es muy común encontrarnos con la opinión de que hay que tratar con respeto a las personas que se lo merecen - de ahí que haya que ganarse el "derecho a ser respetado". 

Si eres un impresentable, si has actuado mal, si no eres bueno lo suficiente en algo, si no estás a la altura, si me has hecho daño; si has calumniado, robado, traicionado, engañado; si no me has tratado con respeto... pues entonces ya no eres digno de respeto. 

Sin embargo, soy de la opinión que el respeto no se gana, sino que se da.

El respeto es como el perdón en la Gracia de Dios: se da, aún que el otro no lo merezca. El respeto es parte del amor que "es sufrido, es benigno; no envidia, no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;  todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta." (1 Co 13) Quien ama, respeta.

Cuando Jesús nos enseñó que debemos amar hasta a nuestros enemigos y tratar bien a los que nos maldicen, eso solo se puede hacer con una actitud de respeto. (Mt 5:44)  El respeto es como un regalo que uno elige dar a la otra persona, lo merezca o no.

E incluso hay situaciones en las que tenemos la obligación de demostrar respeto, debido a la posición que ocupa la otra persona: un oficial en el ejército, el profesor en clase, el jefe en el trabajo...

... y los padres.

Uno de los mandamientos de Dios es "Honrarás a tu padre y a tu madre". Según el diccionario de la Real Academia  "Honrar" es "respetar a alguien". Dios nos dice que hay que tratar a nuestros padres de una forma tal que ellos se sientan honrados, respetados, valorados, cuidados, confiados, privilegiados; reciban cariño, amor incondicional, gratitud, se les tenga paciencia, sumisión... y que las personas que observan nuestra relación con ellos lo perciban. Todo eso es parte del respeto que Dios espera que tengamos con ellos.

No depende de si creemos que ellos lo merecen o no. Depende de si hemos elegido dárselo de regalo a ellos, independientemente de como son y de lo que han hecho.

Y es verdad que los padres a veces no hacen méritos para ser respetados... pero por la gente imperfecta – como tus padres, tú y yo - ¿no ha dado Dios Su vida para regalarles perdón y salvación, aunque no se lo merecían?

Sueño con el día en el que el observar y el escuchar (en público y en la intimidad) a los jóvenes cristianos tratando a sus padres y madres impacte y sensibilice tanto a las personas que estén alrededor que éstas se abran al Evangelio de Jesucristo. Creo que eso es parte de ser la Sal de la Tierra y la Luz del Mundo.

Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa;  para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.

Efesios 6:1-3

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