Menos mal que existe septiembre

Mauricio Reyes Sainz

22 DE JUNIO DE 2011 · 22:00

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Para muchos universitarios el verano comienza cuando los exámenes de junio terminan. Es inevitable reaccionar con cierta alegría y descanso al darnos cuenta que el año escolar ha quedado atrás. No más horas dentro de la biblioteca. Por fin llega el gran momento de decir adiós al estrés de junio. Las facultades se vacían, las terrazas y piscinas se colapsan. Lo cierto es que hasta que no comprobamos que la nota del examen está por encima del aprobado, ningún plan veraniego nos hace felices. El día que se publican las notas está cargado de nervios porque es determinante para saber el rumbo que tomará el verano. Caminamos por el pasillo de la facultad, nos dirigimos hacia el aula y a lo lejos vemos la lista con las notas finales. Rápidamente buscamos nuestro apellido para conocer el resultado del examen. Una gran sonrisa o una cara de desconcierto nos habrán delatado. Durante muchos años, septiembre ha sido el consuelo de los menos afortunados. Con el Plan Bolonia, el nuevo sistema que unifica la educación universitaria a nivel europeo, la segunda convocatoria parece cambiar de mes y se adelanta a julio. Sin embargo, sea septiembre o julio, hemos de reconocer que las segundas oportunidades siempre son bienvenidas. Tarde o temprano todos las necesitamos. Es probable que dediquemos gran parte de nuestro verano estudiando, pero, ¿quién no prefiere volver a presentarse a un examen que repetir toda la asignatura? La respuesta parece obvia, sea el área que sea, a ninguno nos gustaría repetir la asignatura y mucho menos un curso entero. Fuera del ámbito universitario hay “asignaturas” que suspendemos y quizá pensamos que no hay más convocatorias, pero no es así. Es probable que la mujer que fue sorprendida en relaciones ilícitas y fue llevada a Jesucristo para ser juzgada pensara que no tendría más oportunidades. Legalmente podía haber muerto apedreada. Lo sorprendente es que Cristo le dio una convocatoria más. Sus acusadores reconocieron que ellos tampoco habían hecho un examen que mereciera el aprobado y nadie se atrevió a tirar la primera piedra. Lo mismo sucediócon Pedro, uno de los discípulos más cercanos a Cristo. Traicionó a su maestro por miedo a ser condenado. Tres veces negó cualquier tipo de relación con él. Suspendió el examen de lealtad. Menos mal que existe septiembre porque al volverse a presentar al examen aprobó con matrícula de honor. Existen muchos motivos por los que suspendemos la primera convocatoria, pueden ser nervios, falta de estudio, que nos pongamos enfermos el día anterior al examen, etc. La buena noticia es que hay otra oportunidad. Las segundas oportunidades nos permiten recapacitar sobre las malas decisiones, fortalecer las áreas débiles y apuntar hacia el objetivo correcto. Nos encaminan a enfocarnos en lo importante. Debemos usar las segundas oportunidades con sensatez y aprovecharlas para no tener que repetir el curso.

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