El Gran Combo y la hermenéutica

Ahora, tíldeme de loco, pero creo que la receta de particularidad presentada en “Arroz con Habichuela” podría adaptarse a las necesidades de la hermenéutica bíblica del movimiento evangélico puertorriqueño. ¿Cómo dice? ¡Así como lo oye!

EE.UU. · 04 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 19:58

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“Esto no es balada, esto no es rock

Esto es Salsa, Son y Rumba

Esto no es ensaladita Light

Arroz con habichuela y vianda es lo que hay…”

 

Así comienza el tema “Arroz con Habichuela”, una verdadera cátedra musical. Para el 2022 El Gran Combo estará cumpliendo sus 60 años. Seis décadas desde su primera grabación con Joseíto Mateo, un sonero que nos prestó la República Dominicana.

Sin lugar a dudas, hablamos de una orquesta de alto calibre compuesta por personalidades de la talla de Eddie “La Bala” Pérez en el saxofón alto (1962–2013), Roberto Roena en los bongós, (1962–1969), Víctor “Cano“ E. Rodríguez en la trompeta (1980-2015), Pellín Rodríguez (1962-1972), y Andy Montañez como algunos de sus vocalistas (1962-1977). Es una injusticia no mencionar a todos sus integrantes, pero de ser así, esta entrada nunca acabaría. Todo esto, bajo el pulso y la dirección del Maestro Rafael Ithier.

“Arroz con Habichuela” presenta una cadencia rítmica, añejada por el paso del tiempo, donde el Gran Combo deja claro que su “rumbón de esquina” es único en su clase. De igual forma, la letra de este tema revela los “ingredientes secretos” que hacen que esta institución de la cultura puertorriqueña sea imposible de emular.

Ahora, tíldeme de loco, pero creo que la “receta de particularidad” presentada en “Arroz con Habichuelapodría adaptarse a las necesidades de la hermenéutica bíblica del movimiento evangélico puertorriqueño. ¿Cómo dice? ¡Así como lo oye! Esto es porque lo que representa el género de la “salsa” para El Gran Combo es lo que la “hermenéutica bíblica” representa para el evangélico puertorriqueño.

Ante la multiplicidad de géneros musicales y sus distintos exponentes, El Gran Combo ha sabido cómo proteger su identidad por casi 60 años. Por otra parte, la supervivencia del movimiento evangélico puertorriqueño pende del desarrollo de una identidad autóctona, no solo en relación a otros grupos religiosos, sino también en relación a todas las filosofías de vida presentadas por nuestra sociedad.

¿Concuerda el énfasis en la particularidad hermenéutica evangélica puertorriqueña con la historia de la cristiandad? Para contestar esto necesitamos entender el rol de la soberanía divina en relación al contexto donde Dios posiciona a su pueblo. 

Si concedemos la premisa de que Dios, en su soberanía, ha permitido el florecimiento del remanente evangélico en la isla, podríamos también argumentar a favor de “la particularidad de la misión” encomendada a dicho grupo. A mi entender, la hermenéutica bíblica evangélica puertorriqueña es medular en la misión tan particular que ha sido depositada sobre nuestros hombros. 

Desde ese punto de vista, la receta para la “particularidad musical” de El Gran Combo en el contexto puertorriqueño podría informar la tan anhelada particularidad evangélica en el plano hermenéutico.

Primero lo primero. Si hoy usted tiene acceso a la Biblia en su propio idioma, dele gracias a los Protestantes. El protestantismo hizo posible el acceso a las escrituras en el idioma vernáculo de los pueblos latinoamericanos. Sin embargo, el poder leer las escrituras en nuestro propio idioma no garantiza la interpretación adecuada de estas.

Entonces, ¿qué determina la adecuación de las interpretaciones bíblicas del movimiento evangélico en Puerto Rico? ¿Cómo extraemos de la narrativa bíblica un mensaje apropiado para un pueblo aturdido? ¡Contexto, contexto y más contexto!  Aquí es donde El Gran Combo entra en el análisis.

En el caso de Puerto Rico, interpretar y transmitir el mensaje de la Palabra en el entorno de un pueblo considerado como la “última colonia” en el hemisferio occidental es como dice Charlie Aponte:

“Esto tiene su truquito

Esto no es llegué y pegué

Esto lleva sus añitos (Rafael!)

Pa [interpretarse] como es…”

 

Ante un éxodo masivo de nuestra juventud, una crisis económica que no da tregua, y el desbarajuste político de la administración de turno, el intérprete evangélico no puede tomar su labor a la ligera. Esa mentalidad de “gratificación instantánea” que afecta tanto a nuestra juventud (llegué y pegué) necesita ser maniatada.

La singularidad de la hermenéutica evangélica debe comenzar reconociendo nuestro trasfondo histórico. La historia del evangelicalismo puertorriqueño ha estado marcada por la lucha y la opresión.

Por esa razón, nuestra hermenéutica necesita enfatizar la resiliencia del “evangélico” ante el rechazo perenne de los gobiernos de turno, instituciones cívicas y hasta de otras organizaciones religiosas.  

“Esto no viene en los libros…”

La hermenéutica evangélica “boricua” no viene en los libros porque nuestro movimiento ha sido minado por más de 100 años con currículos y enseñanzas ajenas a las realidades enfrentadas por los evangélicos puertorriqueños.

Por otro lado, la hermenéutica evangélica puertorriqueña no puede continuar “plagiando” las ideas expuestas en los comentarios bíblicos de John MacArthur, o las notas al calce de la Biblia de Scofield o la Teología Sistemática de Wayne Grudem, o todos los recursos “recalentados” de Logos Bible Software o Intervarsity Press.

¡No estoy insinuando que estos recursos no sean valiosos! Me estoy refiriendo a la falta de “aplicabilidad” y, por ende, la minuciosa adaptación que estos recursos requieren, dada la particularidad de nuestra situación actual. 

Ahora más que nunca, el intérprete evangélico puertorriqueño necesita desarrollar y nutrirse de su propia “vianda teológica”, cónsona con las realidades de nuestro contexto social. Para lograr esto hay que proteger la vida en el vientre de la imaginación de nuestra juventud evangélica, a fin de garantizar el desarrollo pleno de esta “criatura” hermenéutica. Sin embargo, dicha “imaginación” necesita estar cimentada en la historia de este movimiento.  

 “No se enseña en la academia…”

La hermenéutica evangélica puertorriqueña que ahora necesitamos “no se está enseñando en la academia” simplemente porque muchas de nuestras instituciones y seminarios han sacrificado el entorno social conservador del puertorriqueño evangélico en el altar del liberalismo teológico. Esto, sin lugar a dudas, constituye un “malpractice” teo-cultural en contra de nuestro movimiento.

La hermenéutica evangélica puertorriqueña, en estos momentos tan apremiantes, está llamada a denunciar y reparar la malversación de la imaginación teológica evangélica”, en los recintos que fueron inicialmente fundados para la formación ministerial de nuestro pueblo. Ahora más que nunca es necesario repeler las identidades teológicas incongruentes con nuestra idiosincrasia evangélica jíbara.     

La singularidad de la hermenéutica jíbara, del machete afilao, infinitamente práctica y robusta como la “vianda”, ahora se ve comprometida con la “ensaladita light” de nuevas corrientes hermenéuticas importadas. Estas corrientes no solo “le pasan la manito” al pecado, sino que niegan que el “colonialismo” es el pecado endémico del entorno puertorriqueño.

Por lo tanto, la particularidad de la hermenéutica evangélica se caracteriza por su valor para encarar la consecuente particularidad de los principados y potestades que atentan contra el bienestar, no solo espiritual, sino también el social y político del puertorriqueño.  

“Esto es poquito a poquito, luego el esfuerzo se premia”

El desarrollo paulatino es uno de los ingredientes esenciales de esa singularidad sonora de El Gran Combo. El peso de los casi 60 años les ha brindado a estos esa identidad casi genética, única en su clase.

De igual forma, el proceso de desarrollo de una hermenéutica evangélica autóctona requiere un crecimiento gradual y constante que nos ayude a cultivar recursos y herramientas capaces de trascender el ámbito espiritual de la sociedad puertorriqueña.

Ahora nos toca sembrar poco a poco para cosechar nuestro propio “rumbón de esquina” capaz de responder a los retos tan particulares que nos afectan. Ahora nos toca “atar los cabos”. Con esto me refiero a que este es el momento de percibir la conexión entre la debacle sociopolítica de la “última colonia del mundo” y el consecuente deterioro físico, emocional y espiritual de nuestro pueblo.

Los retos tan particulares que viven los puertorriqueños en la isla y en la diáspora nos presentan una oportunidad histórica para cultivar una identidad interpretativa bíblica tan única y singular como la de El Gran Combo en el ámbito musical. Nos ayude Dios a depurar esta posible síntesis.

“Esto no es ensaladita Light

Arroz con habichuela y vianda es lo que hay…”

 

Samuel L. Caraballo - Especialista Ética Social - Boston, Massachusetts

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - SAMUEL L. CARABALLO-HERNÁNDEZ - El Gran Combo y la hermenéutica