María

¡Madre mía lo que cuentan estos pastores! Que han ido unos ángeles a anunciarles que había nacido el niño. ¡Mi niño! Y que cantaban...

ESPAÑA · 22 DE DICIEMBRE DE 2018 · 17:41

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¡Por fin llegamos a Belén! ¡Qué largo y pesado se me ha hecho el viaje! Pero… ¿qué dice José? ¿Que no hay lugar en el mesón? Tengo la sensación de que mi bebé quiere empezar a ver mundo pronto. Dice que le ofrecen el establo, con los animales. Allí por lo menos no hará frío... Y no tenemos alternativa, la verdad.

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Parece que fue ayer que me visitó el ángel y me anunció que iba a concebir y tendría un hijo, y que le tenía que llamar Jesús. Ahora ya está llegando, lo sé. ¡Como me gustaría que mi madre y la partera de Nazaret estuvieran aquí!

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No puedo dejar de mirarle. No me cansaré nunca de contemplar su carita, sus manitas… Sí, no puedo parar de mirarle.

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¿Qué dices, José? ¿Tenemos visita? Pues creo que no estoy presentable, porque en las últimas horas me he dedicado a parir a mi niño, al Hijo de Dios, el anunciado en las escrituras antiguas. Sí, el Mesías, el Salvador...

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¡Madre mía lo que cuentan estos pastores! Que han ido unos ángeles a anunciarles que había nacido el niño. ¡Mi niño! Y que cantaban: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y buena voluntad para con los hombres! Quiero recordar esto cada día de mi vida, y no olvidar el privilegio que Dios me ha dado al escogerme entre todas las mujeres.

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¡Qué gente tan exótica está a nuestra puerta! Dicen que vienen de Oriente siguiendo una estrella, y traen unos regalos muy especiales para Jesús. En unos cofres hermosísimos le han ofrecido oro, incienso y mirra.

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José dice que Dios le ha indicado que huyamos a Egipto. Herodes quiere matar a los pequeñines como Jesús. ¡Qué crueldad tan enorme! ¡Qué pena tan grande tengo! Empiezo a intuir que no será la única vez que su vida esté en peligro de muerte, porque el ángel me dijo que él salvaría a su pueblo de sus pecados.

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¡José! ¿Has visto a Jesús? ¿De verdad no lo has visto desde que salimos de Jerusalén? ¡Yo tampoco! ¡Y llevamos ya un día de camino! ¡Regresemos, corre! ¡Ay mi pequeñín! Aunque digas que ya tiene doce años, para mí siempre será mi pequeño, y no sé con quién está, si ha comido o si tiene frío o calor. Volvamos al templo. Al fin y al cabo fuimos allí a celebrar la fiesta de la pascua, y desde que salimos no lo hemos vuelto a ver. ¡Mira! ¡Está allí, con los doctores de la ley! ¡Hijito! ¿Cómo nos haces esto? ¿Que te es necesario estar en los negocios de tu Padre? A veces no te entiendo cuando hablas… pero te quiero con toda mi alma y me alegro mucho de haberte encontrado. Estoy muy feliz, aunque veas lágrimas en mis ojos. Sí, José, vamos a casa.

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Qué boda tan hermosa, cuanta felicidad se respira aquí, y la fiesta es magnífica. ¿Qué dicen? ¿Que se ha acabado el vino? Jesús, ¿puedes hacer algo por ellos? Haced lo que él os diga... ¡Madre mía! Ha convertido el agua en vino. Pero no en un vino cualquiera, ¡en el mejor vino que hemos probado en toda nuestra vida!

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Mira cómo enseña a las multitudes.

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Fíjate como sana a los enfermos.

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Algunas veces se mezcla con gente mala, y eso me hace sufrir, pero siempre tiene palabras respetuosas para ellos. Después, cuando te los vuelves a encontrar, sus vidas han dado un giro radical.

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Qué majos son sus amigos... Aunque, no sé, ese que se llama Judas no termina de gustarme.

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¡Mira cómo entra en Jerusalén! Las multitudes le aclaman y le tratan como se merece el Hijo de Dios, y corean: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!

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Dicen que han prendido a mi hijo. No puedo entenderlo. Pilato no está haciendo justicia con él, y lo sabe. Se lava las manos como si este gesto lo exculpara de la tropelía que está cometiendo.

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No puedo mirar. Mi hijo está colgado en una cruz. Él iba a salvar a la humanidad. ¡Dios, no entiendo nada! De repente se ha oscurecido el cielo. Mi hijo ha muerto. Me voy a casa de Juan. Él cuidará de mí.

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Hola, María Magdalena. Gracias por visitar a esta pobre viuda que llora la muerte de su hijo. ¿Qué dices? ¿Que ha resucitado? No bromees, que todo esto es muy duro para mí. Corre. Llévame al lugar donde está. ¡Qué feliz soy!

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Hemos disfrutado de cuarenta días más junto a Jesús. Yo hubiera querido tenerlo a mi lado todo el tiempo, pero tenía una misión que cumplir. Ha salvado a la humanidad de sus pecados y tenía que dejar sus enseñanzas bien claras, porque la verdad es que durante todos estos años hemos sido un poco duros de mollera. Ahora sabemos que va al cielo a preparar un lugar para nosotros, y que un día volverá.

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Todavía recuerdo muy bien que aquella noche lejana el ángel me dijo: Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

 

Sara Jordà Sánchez – Pedagoga – Barcelona (España)

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - SARA JORDÀ - María