El arbolito y otras prácticas

 "Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca" (Isaías 53:29)

Argentina · 13 DE DICIEMBRE DE 2018 · 12:39

Foto de SatyaPrem en Pixabay,
Foto de SatyaPrem en Pixabay

Hermanos, la Cruz es un símbolo idolátrico, que ya era adorada como símbolo religioso en Babilonia mucho antes de la era cristiana. Era el símbolo místico TAU de los caldeos. Su forma T era por la primera letra de Tammuz.

Sin embargo, el Nuevo Testamento menciona la Cruz como símbolo de muerte propiciatoria, redentora, y como símbolo de que nuestro viejo hombre está crucificado juntamente con Cristo (Romanos 6.5-6). 

El Bautismo es un rito religioso pagano practicado entre los pueblos de la antigüedad. Los baños sagrados son comunes a muchas religiones antiguas, como los ritos hindúes y el budismo. En la Mesopotamia, según la concepción de los babilonios, se practicaba el rito del bautismo. Los egipcios también practicaban el rito bautismal. En el Zoroastrismo también se practicaba el mismo rito. 

Sin embargo, el Nuevo Testamento menciona, ordena y practica el bautismo como símbolo de identificación con la muerte y resurrección del Señor Jesucristo (Mateo 28.19-20).

Cualquier día de cualquier año que haya nacido el Señor Jesucristo estaba dedicado al culto de un dios pagano, llenando así la agenda y la mente con el culto a los demonios. 

Sin embargo, el Nuevo Testamento relata el Nacimiento (Natividad, Navidad) de Jesucristo, incluidos la Estrella de Belén, la aparición de ángeles proclamando el evento, los Magos (sí, 'magos' o estudiosos de las estrellas; no astrónomos sino astrólogos) (Mateo 2.1-2; Lucas 2.8-14).

Al parecer, en el tiempo de Jeremías los paganos talaban árboles, tallaban o los decoraban en la forma de un dios o una diosa, y los cubrían con metales preciosos. Por supuesto, estos no eran realmente los árboles de la Navidad, porque Jesús no nació sino hasta siglos más tarde, y el uso de árboles de Navidad no fue presentado hasta muchos siglos después de Su Nacimiento (Jeremías 10.3-5).

En el Nuevo Testamento leemos: "He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros" (Mateo 1.23). Y también en Lucas: "Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre" (Lucas 2.7). 

Numerosos monumentos de Babilonia muestran a la diosa-madre Semiramis con su hijo Tammuz en sus brazos. Cuando el pueblo babilonio se dispersó llevó consigo la tradición del culto a la madre y a su divino hijo, aun siglos antes de que el verdadero Salvador, nuestro Señor Jesucristo, naciera en este mundo. 

Reconozco que sincerarnos en todas estas prácticas es perturbador. Sin embargo, necesitamos meditar en estas cosas con una mente madura, plenamente seguros y persuadidos en nuestra mente y corazón, basados en la Palabra de Dios, sin preocuparnos; pues es nuestra mente la que debe ajustarse a la Palabra de Dios y no viceversa.

Casi cada paso que damos en esta vida está plagado de ocultismo y brujería; casi cualquier utensilio o herramienta de nuestro hogar está dedicado a un dios o culto paganos. En la época del apóstol Pablo la carne que se vendía en la carnicería era dedicada a un ídolo antes de ser comercializada al público consumidor. 

Ya sabemos lo que dice la Palabra de Dios al respecto: que la compremos en la carnicería sin hacernos problema y sin preguntar nada: "De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia" (1° Corintios 10.25).

"¿Por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro? Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello de que doy gracias? Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios" (1° Corintios 10.29-31). 

Claro, si invito a un hermano a mi hogar y sé que a él no le agrada comer carne comprada en la carnicería, pues está dedicada a los ídolos y él se siente mal en su conciencia por participar de esa carne, solamente prepararé verduras y frutas, por amor a mi hermano; para no ser tropiezo a él. 

¡Pero dejen de juzgar mi libertad observándola a través de la conciencia de otro!

"Uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios" (Romanos 14.2, 5-6).

En países en donde en la época de Navidad es todo nieve, no es tan hermoso como lo imaginamos nosotros; hay una soledad total, todo es blanco, todo es muerte... salvo el verde de los pinos que resisten el frío. "Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca" (Isaías 53.29). La gente, en una reacción natural, tomaba ramas de lo único verde que había, y recordaba que el Señor Jesús nació en medio de la tierra seca, como un brote, un renuevo de vida. 

Lo demás, queda en la conciencia, en la mente y en la convicción de cada uno. ¡Pobre de aquel que hace algo y conscientemente piensa que es pecado y aun así, lo practica! Y felices aquellos que, con limpia conciencia, plenamente convencidos en su propia mente, realizan aquello que está en la Palabra de Dios; o que, a pesar de que no figura expresamente en las Escrituras, puede decir: "... todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza", en esto pienso.

 

Marcos Andrés Nehoda – Pastor –  Argentina

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