Matando cactus

¿Qué sería de muchos de nosotros si Dios no nos dejara alguna que otra incomodidad, alguna que otra espina? Pero es gracias a ello que nos arrojamos a los brazos de Cristo, buscando refugio, buscando fortaleza y sanidad.

Colombia · 24 DE JULIO DE 2018 · 09:52

Photo by Milada Vigerova on Unsplash,
Photo by Milada Vigerova on Unsplash

Ese día decidí explorar mi lado agropecuario y fui con mi esposa a comprar elementos propios de jardinería: guantes, tijeras para cortar ramas, una bolsa de arena y abono y dos plantas para adornar la sala. Pero, en realidad, lo que tenía en mente era darle muerte a un cultivo de cactus que por más de tres años había tenido en una maceta, y dicho operativo lo tenía previsto desde hacía unos días atrás.

Las pinzas serían muy efectivas y los guantes me protegerían de las espinas. Estaba muy aburrido de los cactus y los había abandonado a su suerte, sin agua ni nada pero, lejos de secarse o morirse, éstos habían crecido sin ningún estilo, doblándose sobre si mismos una y otra vez, colmando el espesor de la maceta. Así que, procedí.

Cual jardinero solitario comencé a repartir tijeretazos, cortando extremidades por aquí y por allá, desafiando las espinas con mis guantes, como todo un erudito del corte de cactus. Solo separé algunos que a mi parecer, merecían ser trasplantados; al resto, sin ninguna fórmula de cortesía, lo hice picadillo con las tijeras. Ahora estaban a ras, pero tocó sacar las raíces que, para mi sorpresa, parecían yucas. La tierra de la maceta se había endurecido y hube de usar las puntas de las tijeras y un destornillador para partir la tierra y sacar las últimas raíces gruesas y brutales.

Saliéndome ya de la frontera de la jardinería y, como tengo la costumbre desde que me hice viejo, de buscar similitudes entre una cosa y otra, la busqué entre los cactus y la vida mía y descubrí que hay una correcta manera de lidiar con cosas espinosas.

1. No se puede dejar nada espinoso que crezca sin ton ni son, porque echará raíces profundas y hará que el terreno se ponga más duro. Aunque un día decidamos no atender más la cuestión para ver si se muere sola, las cosas espinosas son capaces de sobrevivir, nutrirse por sí mismas y a la larga dominarán el territorio.

2. Dios ha provisto herramientas para lidiar con los cactus de la vida. No hay necesidad de lastimarnos o lastimar a nadie. Existen guantes de amor, de gracia, de perdón y reconciliación para lidiar espinas. Existen tijeras como la oración, la devoción, la paz con Dios y el reposo en sus promesas, que ablandan cualquier terreno y dejan al descubierto las raíces de cualquier hiriente malestar.

3. Algunos cactus continuaron vivos y los dejaré de adorno todavía, aunque el ideal espiritual es que no quede ninguno. Pero muchos sobreviven y puede ser que nunca mueran. El apóstol Pablo tuvo que lidiar de por vida con una espina que le molestaba y le recordaba su debilidad humana. Tuvo que recibir de Dios una promesa: “No quitaré tu espina, pero, te daré mi gracia. Mi poder se perfecciona en la debilidad”. La gracia de Dios en Jesucristo es capaz de convertir la hiriente espina en un adorno que le traerá gloria a Él a través de nuestras vidas.

¿Qué sería de muchos de nosotros si Dios no nos dejara alguna que otra incomodidad, alguna que otra espina? Pero es gracias a ello que nos arrojamos a los brazos de Cristo, buscando refugio, buscando fortaleza y sanidad.

 

Iván Castro Rodelo – Pastor – Colombia

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