Abdías: ¿un libro para hoy?

La revelación del libro de Abdías no solo señala al pasado con la lucha entre los hermanos Jacob y Esaú, sino también a Jesús, que es descendiente según la carne de Jacob, y a Herodes, que era edomita.

ESPAÑA · 08 DE MAYO DE 2018 · 20:31

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El profeta Abdías no es muy conocido ni mencionado desde los púlpitos de nuestras iglesias. De hecho, encontrar donde está ubicado este libro en nuestras Biblias podría llegar a ser toda una aventura. Este detalle podría deberse a que hay un gran número de profetas menores.

El nombre Abdías se deriva del hebreo Obhádhyah, que significa “sirviente, servidor, o adorador del Señor”. Es el cuarto después de Oseas, Joel y Amós, y está justo antes de Jonás. Es el libro más corto de todo el Antiguo Testamento. Si lo buscas en una Biblia física y no tienes buena práctica, créeme: ¡te va a costar mucho!

¿Cuándo fue la última vez que escuchaste una predicación que exponga el contenido de esta profecía? En mi caso, no lo recuerdo. Este hecho me invita, y nos invita, a preguntarnos: ¿Qué mensaje hay en este libro?

La profecía que aparece registrada en el libro de Abdías encierra una revelación muy significativa y ha de calar profundo en nuestros corazones. Bien dice la Palabra de Dios que ‘toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia…’ (2 Ti 3:16)[i]. Fue ese el mensaje que le dio el apóstol Pablo a su hijo espiritual Timoteo en referencia al Antiguo Testamento, incluido nuestro libro del profeta Abdías.

Acerca de Abdías se sabe bien poco. Tan solo que pertenecía al reino de Judá. Sobre el fondo histórico existen varias posturas, cosa en la que no queremos ahondar en este escrito. Tal parece que Abdías estaba familiarizado con la profecía de Jeremías o viceversa pues, al observar los nueve primeros versículos, hay un mensaje similar al proclamado por el profeta mayor. (Jeremías 49:7-16). Algunos exégetas atribuyen, por los versículos 10-14, que el periodo al que se refiere se ubica en los años 587-586 a 538 a.C., con la caída de Jerusalén y la deportación a la que fue sometido el pueblo de Judá por los babilonios.

 

La profecía relata en exclusiva el destino de Edom (1-6)

Este pueblo confiaba en su destreza para reaccionar y en su posición estratégica, pero es en vano: los ladrones lo saquearán sin dejarles nada (5-6).

Los que creía tener por aliados le darán la espalda (v7).

La sabiduría en la que se apoyaba le traicionará (8-9).

Su castigo es debido a la actitud mostrada hacia Judá, cuando los extraños echaban suertes sobre Jerusalén (10-11).

Su manera de actuar frente a la desgracia ajena le traerá consecuencias desastrosas (12-14).

Ya está cerca “el día de Jehová sobre todas las naciones”, cuando serán juzgadas y Edom recibirá el mismo trato que ha dado a los demás (16-18).

El sufrimiento experimentado por Judá cambiará “recuperando sus posesiones” y juzgarán el monte de Esaú.

Finalmente, el Señor establecerá su ley (19-20).

Ya desde el Génesis podemos ver que Isaac, a la edad de cuarenta años, ora por su mujer Rebeca para que pudiera concebir, pues era estéril y Dios concedió su petición. La lucha que hay entre los dos hermanos, Jacob y Esaú, desde el vientre de su madre se registra así: Y los hijos luchaban dentro de ella... (Génesis 25:22a). A partir de aquí, se desarrolla toda la historia de estos dos hermanos, sus respectivas descendencias constituyendo los pueblos de Edom y Judá, y el futuro de cada uno de ellos.  Es necesario recordar que Esaú menosprecio su primogenitura; la bendición de su padre por un plato de lentejas, (Genesis 25:34). 

El tema del libro de Abdías es el castigo a Edom. Ellos eran descendientes de Esaú, un pueblo que por la presión de grupos árabes se vieron obligados al destierro y poco a poco se instalaron en el sur de Judá, pueblo que son descendientes de Jacob. Esto permitió que, por muchos siglos de mala relación, la crueldad fuera muy común. El pueblo edomita finalmente desapareció, tal y como aparece en la profecía (Abdías 10b).  

En el 126 a.C., durante el periodo de independencia de Israel (143 a 63 a.C.), Juan Hircano, sucesor e hijo de Simón, uno de los hermanos de la familia de los Macabeos (ver 1 Macabeos capítulo 16), obligó a los edomitas a convertirse al judaísmo, imponiéndoles la circuncisión. Finalmente, en la época del imperio romano este pueblo desapareció[ii].

Viendo un poco la historia que encierra la profecía de este libro, podríamos preguntarnos: Abdías ¿un libro sin mensaje para hoy? ¡Un mensaje al corazón! Y es así, pues el pecado que Dios castiga en esta profecía, no es otro que la «soberbia del corazón» (Abdías 1:3a).

Fue esta falta la que le trajo graves consecuencias a Edom, la actitud de su corazón; uno que se enalteció a tal punto que llego a pensar, en su orgullo: ¿Quién me derribará a tierra? (Abdías 1:3c). Este pueblo creía que al vivir geográficamente en un lugar estratégico, en las hendiduras de las peñas, en tu altísima morada (Abdías 1:3b), no sería objeto de la mirada y el juicio divino. De allí la respuesta de Dios: Si te remontares como águila, y aunque entre las estrellas pusieres tu nido, de ahí te derribaré, dice Jehová. (Abdías 1:4).

Más adelante, se registra una lista con ocho «no debiste» pronunciados por Dios en boca del mensajero mencionado por Abdías en su visión (Abdías 1:1). Éstos reflejan claramente el carácter y los aspectos de un corazón entenebrecido con la soberbia.

Pues no debiste tú haber estado mirando en el día de tu hermano, en el día de su infortunio; no debiste haberte alegrado de los hijos de Judá en el día en que se perdieron, ni debiste haberte jactado en el día de la angustia. No debiste haber entrado por la puerta de mi pueblo en el día de su quebrantamiento; no, no debiste haber mirado su mal en el día de su quebranto, ni haber echado mano a sus bienes en el día de su calamidad. Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapasen; ni debiste haber entregado a los que quedaban en el día de angustia. (Abdías 1:12-14)

Si nos fijamos bien, la revelación del libro de Abdías no solo señala el pasado con la lucha entre los hermanos Jacob y Esaú, sino también a Jesús, que es descendiente según la carne de Jacob, y a Herodes, que era edomita. La realidad que vivió el pueblo de Judá, debería recordarnos a nuestro Señor Jesús siendo objeto de la más grande injusticia, humillado, maltratado, escupido, azotado… Fue a la cruz para librarnos de nuestra maldad, de nuestro engaño, de nuestra soberbia de corazón cuando en algún momento pudimos creer que no le necesitábamos y tal vez pensamos que éramos autosuficientes.

La Buena Noticia del Evangelio es que Jesús murió y ¡resucitó! Tal y como está escrito en Abdías, su pueblo permaneció (Abdías 1:15-21). Del mismo modo que Dios le hizo justicia a Judá; el sacrificio de Cristo permite derramar por Gracia la inmensa Misericordia de Dios sobre cada uno de nosotros; sobre su iglesia. Una iglesia que ha sido librada de la muerte y de la maldad, que está llamada a no caer en el error garrafal de la soberbia de corazón.[iii]

 

Germán Ochoa García – Estudiante de Teología – Córdoba (España)

 


[i] Todas las citas son de la Reina Valera 1960.

[ii] PADILLA, Washington y GONZÁLEZ, Justo L, Amós y Abdías (Miami, FL: Editorial Caribe, 1993). p. 230.

[iii] BIBLIOGRAFÍA:

BRIDGER, Gordon. Abdías, Nahúm, y Sofonías: la bondad y la severidad de Dios. Barcelona; Grand Rapids, Michigan: Andamio; Libros Desafío, 2015.

G. CAMPBELL, Morgan. Los Profetas Menores. Terrasa (Barcelona: Clie, 1984.

PADILLA, Washington, y GONZÁLEZ, Justo L. Amós y Abdías. Miami, FL: Editorial Caribe, 1993.

 

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