Derribando gigantes

Hace poco volví a leer la historia de David y Goliat, y cambió totalmente mi perspectiva; la que fuera una historia para niños se transformó en todo un aprendizaje para mi vida.

ESPAÑA · 02 DE JUNIO DE 2016 · 03:28

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“Y Dios respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Dios no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Dios mira el corazón.” (1 Samuel 16:7)

Recuerdo cuando asistía a la escuela dominical cuando era niño. Recuerdo las historias de Adán y Eva, Noé, Moisés…Como muchos otros niños, mi favorita era la de David y Goliat: ¡qué gran historia! Hace poco volví a leerla y cambió totalmente mi perspectiva; la que fuera una historia para niños se transformó en todo un aprendizaje para mi vida.

David era un chico joven, conforme al corazón de Dios. Se ocupaba del rebaño de su padre, era un hijo fiel y comprometido. No le importaban los peligros de su tarea, hasta fue capaz de acabar con un león para que sus ovejas no fueran devoradas.

Ésto me recuerda a la vida cotidiana de un cristiano. Todos tenemos ocupaciones en nuestra vida: trabajo, estudios, familia, etc. Nuestra labor como cristianos es actuar como David, conforme al corazón de Dios.

En esta vida siempre vamos a tener que convivir con algún obstáculo: un león que amenaza “nuestro rebaño”, situaciones difíciles con las que tenemos que pelear, pequeñas dificultades que moldean nuestro carácter y aprendemos de ellas si conseguimos salir victoriosos. Una preparación para conseguir nuestras metas.

David superó el entrenamiento que le propuso Dios, para más tarde enfrentarse a un gigante que cambiaría su vida: Goliat.

Y así sucede en nuestra vida. Todos tenemos un gran gigante al que derrotar. Es algo difícil de superar y marca nuestras vidas. Enfermedad, miedo, tentación, pecado… Nos aparta la mirada de Dios y nos invade el temor. Algo que hemos intentado superar antes, pero que siempre nos vence.

Saúl ofreció su armadura a David, pero él la rechazó. No se sentía cómodo con ella. Él sabía que Dios le iba a dar la victoria con su honda, con sus propias armas.

Este ejemplo es válido para nuestras vidas. A veces buscamos la vía rápida para solucionar nuestros problemas, nos agarramos a una armadura que aparentemente nos protege, pero a la larga nos es incómoda. Nos ponemos corazas en vez dejar nuestras vidas en manos de Dios. Él nos dará la victoria por muy poco que tengamos, nuestra fe hará el resto.

Llegará el día de la gran batalla y ese gigante tratará de desanimarnos, así como sucedió en la Biblia. Para derrotarlo David escogió cinco piedras; sin embargo, solo necesitó una. Es un buen ejemplo del poder de Dios. Si tenemos un corazón dispuesto para vencer y confiamos en Él, nuestro tiro será certero y tumbaremos a nuestro Goliat.

No nos tenemos que dejar intimidar por nuestro gigante, tenemos un Dios poderoso. Enemigos más grandes han caído, la Biblia está llena de ejemplos.

Sea cual sea tu situación, no desfallezcas. Si te sientes solo, débil o insignificante, acuérdate de David. Dios no lo eligió por las apariencias. No escogió al hermano mayor, ni al más fuerte. Dios escogió al más comprometido, al más fiel. Como dice en el versículo anterior, las personas sólo vemos lo que tenemos delante, la fe es lo que nos hace mirar con los ojos de Dios.

Mucho ánimo, hermanos, tened fe y confiad en Dios. ¡A por vuestro gigante!

 

Pablo Fernández Obanos - Estudiante Program. y Aplicac. Web - Éibar, Guipúzcoa

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - PABLO FERNÁNDEZ OBANOS - Derribando gigantes