El Dios ya conocido

México · 28 DE MARZO DE 2024 · 09:29

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Es, probablemente, el que se registra en Hechos 17:22-31, uno de los sermones más importantes y cargados de mayor erudición que se registran en todo el Nuevo Testamento[i].

Pablo se enfrenta a un auditorio fuera de lo común: generalmente, en cada ciudad, el primer público del apóstol era quienes se congregaban en las sinagogas (judíos, prosélitos o amantes del pueblo judío, como Cornelio), y de ahí se formaba la asamblea. No sucedió así aquí. Un grupo de ancianos de alta trascendencia social sería quien invitaría a disertar a Pablo; filósofos epicúreos y estoicos prestarían su tiempo para atender a estas doctrinas nuevas.

Pronto Pablo hizo notar al auditorio su admiración por su religiosidad (su gran superstición, en el texto griego), y realizó un sermón en que citó ideas propias de la cultura griega y la literatura helena que servirían, en cierta medida, para anunciar al nuevo Dios que Pablo traía consigo: un Dios no conocido.

Ésa fue, precisamente, la introducción del sermón paulino, un sermón dirigido a un auditorio ajeno a las enseñanzas del Antiguo Testamento y alejado geográficamente de los acontecimientos en torno a Jerusalén y la esperanza mesiánica; esto requería de Pablo una predicación especializada que se adecuara a su auditorio. Una que diera a conocer al Dios no conocido (agnóston Theón).

Hoy las cosas han cambiado. El Dios que Pablo anunció a los atenienses pasaría de ser del Dios desconocido al harto conocido. En la mayoría de los lugares de Occidente el versículo 23 no aplica, pero precisamente ésa es la razón que hace que se levante una nueva pregunta: Pablo supo adaptar su mensaje a su auditorio que desconocía al Dios del Antiguo Pacto pero, ¿saben los cristianos de la actualidad evangelizar a quienes conocen no sólo al del Antiguo, sino también al del Nuevo Pacto?

No podemos ignorar el conocimiento que hay ya de Dios al evangelizar, hacerlo sería erróneo. Viviendo en México, sé que cuando alguien me vea a su puerta con una Biblia bajo el brazo sabrá (al menos en parte) quién soy y a qué vengo (probablemente hasta me asocie con un grupo específico, incluso observando mi vestimenta). Justo hablaba con un amigo del seminario católico y me comentaba que los asistentes a misa, en cada celebración, repiten el credo niceno constantinopolitano; así, la mayoría de la gente de nuestro entorno sabe (o al menos ha oído alguna vez) del monoteísmo, del pecado, de la necesidad de redención, de la venida de Jesús, de su pasión (que ven en más de una presentación cada Semana Santa), de su muerte (que es llorada en las películas), de su resurrección, de la necesidad de ir a la iglesia, ¡hasta conocen algo de escatología!

El Dios de Hechos 17 ya es conocido… infamemente.

Porque junto con la teoría que tanto se conoce de ese Dios (aunque algún lector pueda ser escéptico al respecto), también harto se conoce de la praxis. Los medios se han encargado de difundir bastante la pederastia de sus vicarios, por ejemplo. Un amigo me preguntó que por qué no me hacía pastor, porque él veía que algunos pastores son ricos y abusivos, veía los espectáculos de cristianos llenos de ahí estaba la lana (por cierto, sé de pastores que dicen que su trabajo es quitar la lana a las ovejas…).

Una amiga, al enterarse de mi cristiandad, me preguntó si yo era de esos locos que saltan y gritan cosas raras y se caen… Una vuelta por el ciberespacio permite ver linchamientos virtuales de los cristianos-poseedores-de-la-sana-doctrina (la verdad única) en contra de los que ellos consideran personas heréticas-falsos-maestros-malvados-lobos-vestidos-de-oveja; personas que comparten su fe en Jesús y en el Dios trinitario salvador de los hombres…

Es lamentable que uno de los epítetos que se use para los cristianos es el mismo que su fundador usó para los religiosos de su época: hipócritas. Anuncian el amor, pero no aman; anuncian la verdad mintiendo; predican la piedad sin buscar a Dios. Hacemos manifiesto a través de nuestras vidas quién es el Dios en el que creemos.

De este modo, la gente hoy, como en Atenas, vive en una gran religiosidad, una gran superstición. ¿Cuándo fue que pasamos del Dios desconocido a este Dios infamado? No tenemos la fecha, pero probablemente nosotros, los que conocemos a ese Dios (o eso decimos), contribuimos en el logro.

Habría que aprender de la técnica paulina y adaptar el sermón. Hoy no hace falta (en el contexto inmediato de las urbes occidentales) evangelizar de cero. Más bien hace falta (y mucha) re-evangelizar, re-significar el mensaje que llevamos: ser embajadores dignos del Reino al que representamos. Que suceda como dijo Pixley de Dios veterotestamentario: “el pueblo llegó a comprender que el Dios de la Biblia se ocupa de las cuestiones que consumen las energías de la gente pobre, mientras luchan por sobrevivir y ser alguien en un mundo hostil[ii]. Que la gente alcance a conocer al verdadero Dios cercano que anuncia la Biblia.

Más allá de los métodos evangelísticos que tanto se discuten -si debemos seguir yendo puerta por puerta, o si la oración del pecador es pecado, o si el libro sin palabras es comunicativo-, tenemos en las palabras de Jesús el método que lo es por excelencia: “… para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en el Cielo” (Mt. 5:6).

Es digno de considerar que los filisteos, enemigos de Israel, reconocieron el poder de Dios en ellos, del Dios de Israel (1 Sa. 5:7-12); o pensar que al enfrentarse Nabucodonosor a los tres en Babilonia, la fe de ellos motivó al rey a hablar del Dios de Sadrac, Mesac y Abed-Nego (Dn. 3:29); o recordar que Ciro reconoció al Dios de Daniel, salvador de su siervo (Dn. 6:26).

Los reyes paganos hallaron a Dios en las vidas de los creyentes. Por eso dice la Escritura que Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos (Hb. 1:16). ¡Ojalá por nuestra predicación de vida los hombres lleguen a conocer a Dios! ¡Que pase ahora del Dios mal conocido al Dios por fin reconocido!

 

Arturo Olvera Trejo - Lingüista, poeta - México

 

[i] Mathew Henry comenta respecto a este pasaje que Pablo cita (de memoria) al poeta griego Arato de Cicilia, luego, a través de argumentos lógicos, lleva a la audiencia a asentir respecto a la igualdad de los hombres, a la necedad de la idolatría, a la necesidad del arrepentimiento y la realidad de un futuro juicio, ante el cual la única esperanza era la resurrección del varón Jesús. Ésta fue la nota discordante del discurso (una cuestión que abonaría, quizás a la futura aseveración de Pablo en 1 Co.1:22-31).

 

[ii] Pixley, J. Un llamado a lanzar las redes. En: http://www.claiweb.org/ribla/ribla10/un%20llamado%20a%20lanzar%20las%20redes.htm, obtenido el 13 de agosto de 2014.

 

 

 

 

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ARTURO OLVERA TREJO - El Dios ya conocido