¡Encontrado!

España · 18 DE SEPTIEMBRE DE 2014 · 03:37

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“Se ha perdido un niño de 3 años con un bañador a rayas blancas y azules. Se llama Daniel. Se ruega a quien lo encuentre que lo acompañe al puesto de la Cruz Roja más cercano”.

Este fue el mensaje que se difundió por la megafonía de una de las playas de Barcelona hace unos días.

Y piensas en el pequeño, que se ha ido alejando sin darse cuenta. Y piensas en sus padres, en los momentos de angustia que estarán pasando. Y ves las cabezas de la gente que está tomando el sol, que se vuelven hacia un lado y hacia el otro para ver si encuentran a Daniel, el niño de 3 años con un bañador a rayas blancas y azules… blancas y azules.

Pero al cabo de un momento la playa sigue con su ritmo habitual: los baños, los juegos, las conversaciones, las lecturas, los teléfonos, los chiringuitos… aunque en algún lugar hay unos padres que siguen buscando ansiosos a Daniel. Y pasan los minutos. Y se les hacen largos, muy largos.

Y pienso en aquel padre de la parábola, que esperaba a su hijo pródigo cada día, durante muchos días, porque se había ido lejos a disfrutar de la vida

Y de repente se vuelve a escuchar la megafonía de la playa: “Se ruega a los padres de Daniel que pasen a recogerlo al puesto de la Cruz Roja”. Y la playa estalla en un aplauso, y hay sonrisas, y comentarios, como si a todos se nos hubiera quitado un peso de encima en aquel momento.

Y seguro que esos padres van corriendo al puesto que les han indicado, y abrazan a su hijo, y se lo comen a besos.

Y vuelvo a recordar al padre de la parábola, aquel que cuando su hijo aún estaba lejos, lo vio, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.

Y pienso en el cielo, en cómo el Padre celestial está atisbando para ver cuándo aquellos que se han alejado para vivir la vida se dan cuenta de que la vida lejos de Él no es vida sino espejismo. Y el hijo, que es cualquiera de nosotros, se acerca al Padre que le espera, y le cuenta lo que ha sido de él hasta ese momento, y le pide que le perdone por haber buscado el sentido de la vida lejos de Él, y el Padre le perdona, y él siente su abrazo y escucha lo que le susurra al oído… y por fin tiene paz.

Y pienso en la gran fiesta que se organiza en el cielo con sonrisas, con aplausos, con comentarios alegres cada vez que alguno de ellos -de nosotros- después de disfrutar todo lo que esta vida puede ofrecer, se da cuenta de que le falta algo, lo que de verdad le da sentido a la vida, vivirla con Dios.

“Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”.

 

Sara Jordà – Pedagoga y Administrativa – Barcelona (España)

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Sara Jorda - ¡Encontrado!