Sobre la corriente ‘Guerra Espiritual’
Tomás Gómez Bueno
19 DE MARZO DE 2014 · 23:00
Hace ya 25 años surgió entre los evangélicos, como parte de una estrategia evangelística y misionera, la corriente conocida como “guerra espiritual”.Montada sobre la ascendente ola del neopentecotalismo, esta estrategia de notable contenido espiritualista, comenzó a configurarse y a tomar impulso a partir del 1989, bajo el liderazgo de Peter Wagner, profesor del Seminario Teológico de Fuller, quien, además, tiene una larga experiencia como misionero en América Latina.
La guerra espiritual surge como un recurso renovador de la iglesia que acentúa con nuevo énfasis y vitalidad la oración, al pasar de una súplica que implora y espera, a un grito que proclama y avanza hacia espacios espiritualmente no explorados, y atacando al enemigo hasta ponerlo en retirada.
Partiendo de esto se habla de oración de guerra, identificación y confrontación de espíritus territoriales, cancelación de maldiciones ancestrales y uso de la cartografía espiritual como una estrategia que permite identificar los espíritus que gobiernan determinados territorios para emprender acciones orientadas a destruir sus fortalezas, sumando así frases ytérminos al lenguaje que pasan a ser parte del hablar común de los grupos evangélicos que la promocionan y la implementan.
Este movimiento que, además de a Wagner, tiene entre sus ideólogos a Charles Kraft, Ed Murphy, John Dawson, Neil Anderson, Héctor Torres y a Cindy Jacobs entre otros, además de activistas de alcance internacional y multitudinario como Omar Cabrera, Carlos Anaconndia, Claudio Freidzon, Rony Chavez y muchos otros, es promovido a través de redes con abundante literatura, seminarios, talleres, cruzadas, concentraciones multitudinarias, marchas y movilizaciones de grupos, lo que le ha ganado notable aceptación, no solo entre los neopentecostales, sino también entre los pentecostales clásicos y otras denominaciones evangélicas.
Los pensadores evangélicos han definido la guerra espiritual como una corriente dentro del ciclo de los grandes movimientos renovadores que han matizado con nuevos impulsos la gran diversidad que a lo largo del tiempo ha caracterizado la práctica del evangelio. Esta corriente hace su aparición en el marco de lo que se ha llamado la tercera ola, periodo de avivamiento que pone énfasis en las señales y prodigios, y que ha tenido notable impacto en lo que tiene que ver con la forma como tradicionalmente estaban organizadas las denominaciones y con muchos otros aspectos de orden eclesiástico y espiritual.
Como parte de esta llamada tercera ola, la guerra espiritual ha alcanzado en estos veinticinco años notorio impacto en todos los ámbitos protestantes y más allá. Como ola al fin, era de esperarse que después de espectaculares remontes vinieran las ondulaciones descendentes que colocan el impacto de esta corriente en niveles menos sobresalientes, que hacen posible la recolección de sus aportes de manera más sosegada y reflexiva, y al mismo tiempo, permiten orillar algunos escombros que van quedando tras su ímpetu.
En sus concepciones más refinadas, esta estrategia se configura con el estudio de la historia, la antropología, además del análisis de prácticas ocultistas y esotéricas, como el espiritismo y el fetichismo, las cuales aborda desde las ciencias sociales y la psicología, para procurarle, en definitiva, una explicación biblica y teológica consistente y aceptable.
La guerra espiritual surge, precisamente en 1989, año en que cae el emblemático muro de Berlín y el mundo se abre a nuevos paradigmas que se expanden al ritmo de un galopante proceso de globalización, en medio del acentuado subjetivismo que caracteriza esta era posmoderna, marcada por un desplazamiento del ateísmo racional y materialista por doctrinas esotéricas y la búsqueda espiritual de mundos ocultos y otras percepciones del más allá.
Este avivamiento que experimenta la iglesia evangélica en todo el mundo responde, en su estilo y forma dentro del espíritu de la época, a las exigencias de muchas personas que necesitan de estos recursos para entregarse y vivir su fe con entusiasmo y pasión.
Otros creyentes, sin negar que las fuerzas de Satanás son un ejército organizado en pie de guerra permanente contra el Reino de Dios, viven su fe sobre los fundamentos bíblicos de siempre, reconocen que la vida cristiana es una guerra, pero la asumen de forma más reflexiva, más racional y práctica, sin evasiones y sin alharacas, aunque sin la espectacularidad y el sensacionalismo de la guerra espiritual. Estos cristianos no gastan sus energías identificando demonios, trazando rutas, diseñando cartografías espirituales o desarrollando estrategias para ataques espirituales espectaculares y resonantes.
Apoyados en la victoria conquistada por nuestro Señor Jesucristo en la cruz, estos cristianos se centran en fortalecer su fe combinando su espiritualidad con acciones más prácticas y directas. Oran con intensidad, viven su fe con entrega y pasión, pero recelan de no caer en las prácticas mágicas y animistas a las que han sido arrastrados algunos creyentes en su obsesiva fiebre por la guerra espiritual.
Sin duda que estas ondas han traído impulsos renovadores que son notorios en la adoración, la oración intercesora, el evangelismo, las misiones y el despliegue de dones espirituales diversos que adormecían por falta de animación y práctica aunque, en algunos casos, ha evidenciado tendencia a la superficialidad y el simplismo bíblico, y todo lo pretende reducir e interpretar desde la óptica espiritualista, ignorando la reflexión, el estudio y la compresión de la Palabra de Dios en su sentido más amplio y sistemático.
Haciendo un balance general, la guerra espiritual puede ser considerada como un movimiento que ha traído despertar y ha sido de bendición para el pueblo de Dios, aunque hay que reconocer que ha dejado escombros, como la tendencia a absolutizar modelos y prácticas, descalificando a quienes no se envuelven en ellas. Muchos de sus seguidores están más empeñados en descifrar las estrategias de las tinieblas que en disfrutar de los destellos de gloria que irradia la luz del Cristo resucitado y triunfante que todos debemos proclamar.
Tomás Gómez Bueno - Pastor - República Dominicana
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