Sueños de amor y eternidad

Alejandra Mateus

20 DE ABRIL DE 2024 · 02:37

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Aquel hombre que ha dejado de soñar ha sido privado de la capacidad más sublime y excepcional del ser humano, pues se ha visto reducido su andar no a vivir como es el diseño original, sino a sobrevivir con un escaso margen de probabilidad para ser feliz. Se le ha cerrado la puerta a cualquier suceso inesperado que le sorprenda en medio del caminar con propósito trazado. El soñar abarca un sinnúmero de aptitudes y contenidos de origen divino con los cuales se buscó distinguir y resaltar la gran preeminencia del ser humano frente a todo el resto de la creación. Es cierto que pueden existir figuras morfológicamente similares, fisiológicamente parecidas, y hasta intelectualmente asimilables, pero todas ellas carecen de una cosa que ha sido diseñada en exclusiva para la más grande manifestación de amor de un creador hacia su creación: esto es, la eternidad. El concepto de eternidad crea una imagen un tanto mística, difícil muchas veces de definir ya que, aunque todos nos figuramos en la mente lo que puede representar, al momento de describirlo en palabras nos damos cuenta de que carecemos de la capacidad para hacerlo. Deseo hablar del porqué a la mayor distinción presente en la creación es posible denominarle de esa manera, pues habiendo tantas otras, ésta nos ha dotado de capacidad excepcional. El ser humano ha sido diseñado para marcar su historia, es decir, para que su paso no sea un efímero transcurso de tiempo, sino que aprovechándose de esa cuenta que le corre en contra logre hacer de cada paso de estación a estación una página que rellena con su caminar diario. Reitero una vez más que el hombre no fue creado para tener una existencia ligera; éste realmente fue marcado con eternidad en su corazón para conquistar su era; con un tiempo y espacio ilimitado donde el futuro lejano ya fue, y el ahora se convierte en la oportunidad de caminar en una promesa cumplida. Si nos detenemos a analizar aquella historia que un día aprendimos en el colegio, o incluso la que a diario continua escribiéndose en cada medio encargado de comunicar lo que acontece a lo largo y ancho de la tierra, podemos meditar en algo: y es que en el grupo de gente que ha sido memorable se encuentran, por un lado, los que se han encargado, a pesar de llevar una vida en constante anonimato, de dar un salto a la fama un momento, y ser conocido públicamente por alguna única heroica hazaña, dejado para siempre el lugar de aquellos que no llegan a ser recordados. Ahora bien, por otra parte están todos los sujetos que, siendo ordinarios, del común, aquellos que encuentras en un restaurante, en una tienda, en el mercado; los que tienen vidas sencillas, que de tener la oportunidad de elegirlos en nuestro equipo, serían los primeros en nuestra lista porque, en medio de su sencillez, albergan esa eternidad en sus corazones que les hace excepcionales, tanto así que son capaces de marcar su entorno con pequeños gestos llenos de significado. De ese tipo de personas que logran influir vidas, de ese grupo viene mi inspiración. Últimamente he tenido un pensamiento recurrente, y es por ello que me tomé el atrevimiento de meditar en aquel hombre que tipifica el todo de un ser extraordinario. Cautiva las vidas el poder comprender como es que aún, más de dos mil años después de su gran paso por la humanidad, sigue estando tan presente y siendo tan real como en aquellos días donde su andar por el mundo hasta entonces conocido no pasó desapercibido. Innegable es el hecho de que sencillez y humildad marcaron la historia de toda su generación, pues ni uno solo hubo que se resistiese a pensar que lo que había sido puesto como diferente en Él le hacia un ser humano como ninguno que hubiese pisado antes la tierra. Debe estremecer nuestro corazón el pensar que aun hoy, en este día, en miles de lugares diferentes del planeta sigue encendiendo vidas con pasión por seguirle y escudriñar de Él. No resulta demasiado descabellado pensar que su nombre, sus hazañas y su poder se han transmitido de generación en generación y que es el ardiente deseo por poder verle algún día cara a cara lo que les mantiene santificándose a diario a las miles de generaciones que corren cada día en la búsqueda de ser mejores por Él. Es difícil describir lo que se siente al tener un corazón completamente cautivado por un amor que fue capaz de entregarse a sí mismo, y con ello llenarlo todo, pues, al ponerlo en palabras, se tornaría incomprensible para aquel que ha conocido amores de segunda mano, que han sido sobrevalorados porque en alguna medida el verdadero significado de esa palabra se ha simplificado a un millar de emociones desbordadas. Cuán equivocados están aquellos que resumen el amor a un sentimiento, a un querer, un complacer o un disfrutar, cuando su verdadera esencia ha sido puesta en un lugar que para poder ser aptos para acercarnos hemos de comenzar comprendiendo una verdad irrefutable: que aquel que lo ha creado todo, aquel que existió desde siempre, personifica el amor en sí mismo. Si decimos que alguien ES el amor, lo reducimos todo a que hay algo que vive, que existe y que, para conocerle, es necesario estar cerca y pasar tiempo a su lado. Cuán grande misterio hay en ese lugar, cuánta profundidad en esa idea: alguien ES aquello que toda la humanidad se esmera por buscar, pues hay que recordar que sin Amor las cosas no son más que bruma que, aunque aparece por un tiempo, impide valorar la grandeza de los detalles que marcan de sentido la existencia. Al final, solo nos queda esperar que la misma eternidad con que Él marcó nuestras vidas nos inspire a caminar buscando una existencia memorable, eligiendo siempre el amar a otros, e invirtiendo la vida en poder ser gratos y dignos de ser llamados sus hijos. Es importante no olvidar nunca que somos aquella fragancia encargada de esparcir el dulce, cautivante e intenso aroma de Cristo en la Tierra. Empieza hoy a hacer la diferencia, en ti está el cambio. Alejandra Mateus - Estudiante de Derecho -Madrid(España)

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