El mensaje de Dios: claro y sencillo

Marcos Andrés Nehoda

08 DE ENERO DE 2014 · 23:00

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La saludable enseñanza (mejor traducción que 'sana doctrina') es la que está consignada en la Palabra de Dios. El apóstol Pablo exhorta a Tito: "Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina"(Tito 2.1). Aunque la saludable enseñanza es de Dios, no pocas veces las explicaciones que damos de la doctrina son simplemente eso: interpretaciones humanas. Siendo que Dios ha revelado la Palabra a su pueblo, no puede haber dudas de que la haya impartido con expresiones y en un lenguaje que el hombre pudiese entender, y que haya propiciado traducciones a otros idiomas que resultasen en un fiel reflejo del original. Ahora bien, siendo que su propósito ha sido que el hombre entienda su mensaje y sabiendo que Dios no hace acepción de personas (Hechos 10.34 y Gálatas 2.6), es lógico concluir que todo ser humano que sabe leer o que puede oír está en condiciones de comprender su Palabra. Siendo esto así, el mensaje de Dios y su doctrina consignada en su Palabra, no pueden ser del dominio exclusivo y monopólico de unos pocos ilustrados. Si algunos así lo pretendieran, desconfiaríamos de la enseñanza de tales hombres intelectuales. Cuando una madre le dice a su hijo “¡No cruces la calle!” es un mensaje claro y no le quedan dudas al hijo. Cuando Dios dice que quiere que todas las personas sean salvas, que ama a todo el mundo, que todo aquel que está cansado y agobiado puede venir a Cristo, entonces es que Él los invita. Si su mensaje dice que Dios manda a todas las personas en todo lugar que se arrepientan, y que todos los que creen en Jesucristo tienen vida eterna, este mensaje habrá sido impartido por el Padre celestial con tal claridad y de tal modo que no quede ninguna duda respecto a su significado. Por lo tanto, todas las filosofías, todas las trabas, todos los palos y piedras que pusiesen en el camino estos atrevidos ilustrados sembrando dudas, desanimando a otros, desafiando a sencillos sirvientes de Dios, no pueden ser otra cosa que elementos ajenos a los propósitos claros, definidos y concisos de nuestro Creador. Dios dice que hay que arrepentirse y creer para ser salvos. ¡Lo aceptamos tal cual lo dice y en el mismo orden! Dios dice que todas las personas pueden ser salvas. ¡Lo creemos y aceptamos! Dios dice que cualquiera que cree en el Señor Jesucristo, tiene vida eterna. ¡Lo aceptamos! Dios dice que la vida, la salvación, el perdón que Él nos otorga, son eternos. ¡Lo aceptamos! Dios dice que la elección es en base a su presciencia. ¡Tal cual lo aceptamos! Dios dice que primero debemos arrepentirnos y convertirnos para que seamos perdonados. ¡Lo aceptamos! Dios dice que una persona verdaderamente salvada lo evidenciará por sus frutos de buenas obras y santidad. ¡Lo aceptamos! Dios dice que, sin santidad práctica, nadie verá al Señor ni nadie irá al cielo. ¡Lo aceptamos sin reparos! ¿Podemos pensar o suponer que hubiese un sutil y engañoso doble sentido en sus palabras y declaraciones? Aprendí el Evangelio desde pequeño, en las rodillas de mi padre. Cuando mi papá me decía que Dios ama a todos los seres humanos y que dio a su Hijo absolutamente por todos los pecadores pagando la totalidad de la deuda de la humanidad entera en la cruz del Calvario, ¡lo acepté y creí con todo mi corazón! ¡Sabía que Jesús murió por mí y por todos los pecadores! Comprendí que, si me arrepentía de mis pecados y creía en Jesucristo como mi único y suficiente Salvador personal, al instante sería salvo. Y que cualquiera o aun, si toda la humanidad se arrepintiese de sus pecados y creyese en el Señor Jesús, sería salva. Con tristeza luego me enteré que había gente que no quería el perdón de Dios ni su salvación. De allí en más me entregué a la tarea de predicarles a las personas, como si Dios rogase por mi intermedio, que se reconcilien con Dios. Aunque aún haya ciertos filósofos e ilustrados intelectuales inculcando dudas, desconcierto y confusión en los corazones, por mi parte continuaré predicando el sencillo y claro mensaje del Evangelio: ¡Hay salvación ofrecida para todos los seres humanos que habitan en la faz de la tierra! Marcos Andrés Nehoda – Pastor- Argentina

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