Jan Hus, los husitas y su legado

Pablo Bedrossian

22 DE OCTUBRE DE 2013 · 22:00

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Jan Hus había sido para mí un nombre más en la lista de reformadores fallidos: hombres que lucharon por ideas legítimas y cuya voz fue suprimida por los poderosos de su tiempo; un héroe anónimo, cuyo fuego sólo se recuerda por sus cenizas. Pero al llegar a Praga me di cuenta que su legado sigue vivo de una doble manera: una religiosa y otra espiritual. La actual República Checa es la nación con menos creyentes de Europa. Según los datos que allí me bridaron, un 60% de la población es agnóstica, un 20% católica, un 10% husita y un 10% del resto de religiones. Al profundizar, observé que bajo el nombre de husitas incluyen a evangélicos y a otras confesiones reformadas. Sin embargo, en la actualidad hay husitas, y la Iglesia de San Nicolás, en una esquina de la Plaza, les pertenece. ¿Qué ha ocurrido desde la muerte de Jan Hus? En direcciones opuestas Los seguidores de Hus en Bohemia continuaron su obra, denominándose “husitas”, divididos en dos alas: una moderada (los "utraquistas") y otra radical (los “taboritas”). En un primer momento, todos los husitas se pusieron bajo las órdenes del general Jan Zizka, y pelearon contra las tropas del emperador Segismundo. Se cuenta que Zizka, gravemente enfermo por la peste, pidió a sus soldados que a su muerte lo despellejaran “para acompañarlos a la batalla, con mi piel estirada en los tambores”. Tras la muerte de Jan Zizka, las divisiones se hicieron insalvables, pues los husitas radicales se convirtieron en una suerte de guerrilla que fue finalmente derrotada. Cuenta el historiador cubano-norteamericano Justo L. González, que pese a ello “las doctrinas de Hus no desaparecieron. A mediados del siglo XV sus seguidores se unieron a algunos valdenses y formaron la Unión de los Hermanos Bohemios, que posteriormente adoptó las ideas de la Reforma Protestante”[i]. Lo que González llama “Hermanos Bohemios” nosotros lo conocemos como “Hermanos Moravos”, cuyas iglesias existen incluso fuera de Europa, principalmente en Estados Unidos. Entre sus predecesores se encuentra el educador Juan Amós Comenio, quien condujo a sus fieles al exilio debido a las grandes persecuciones padecidas. Pero el espíritu renovador se debe sobre todo al conde Graf von Zinzendorf, un cristiano pietista. Bajo su liderazgo se fundó la comunidad de Herrnhut y un despertar espiritual sacudió la iglesia allí en 1727, generando no sólo una fuerte acción social a favor de los necesitados, sino también una poderosa visión misionera, alcanzando países de África y América. Los Hermanos Moravos llegaron hasta la costa norte de Honduras y Nicaragua, evangelizando La Mosquitia. Dice el premiado escritor hondureño Julio Escoto: “Como es sabido, Centroamérica fue hasta el siglo XVII predominantemente católica, pero a partir de ese período, cuando los agentes ingleses comienzan a intervenir en la vida regional, el credo moravo se impone en una amplia franja del istmo, la de los pueblos de La Mosquitia, y empieza a cambiar notablemente el peso de la concepción romana de la relación entre el hombre y la deidad[ii]. Hoy los miskitos en una alta proporción pertenecen a la Iglesia Morava. Iglesia Husita Checoslovaca Pero la historia también tiene otra vertiente dentro de la patria de Jan Hus. La Primera República Checoslovaca surgió tras la caída del Imperio Austro-Húngaro en 1918, al final de la 1ª Guerra Mundial. Bohemia y Moravia fueron integradas con Eslovaquia bajo un mismo estado. Como la Iglesia Católica había sido utilizada por el emperador para frenar el llamado resurgimiento checo, sacerdotes católicos renovadores aprovecharon la coyuntura para separarse y crear la Iglesia Husita Checoslovaca en 1920, introduciendo, entre otros cambios, la abolición del celibato obligatorio y el uso de la lengua checa en los servicios religiosos, democratizando el ministerio eclesiástico a través de la participación directa de los laicos. La Iglesia Husita, que reconoce a Jan Hus como su predecesor e inspirador, participó valientemente en la resistencia a la ocupación nazi, pero durante el comunismo sufrió una gran fractura que la dañó severamente. Del 10% de la población que se identificaba con ella en 1950, hoy conserva menos del 2%. El legado más importante Pero el legado de Jan Hus no es sólo religioso sino espiritual. El coraje demostrado al aceptar la muerte antes que renunciar a sus convicciones lo convirtió en un símbolo patrio. Más que un mártir, es visto como un héroe que amó su nación. Su integridad y su valentía están presentes en el recuerdo de cada checo. La fe en Jesucristo fue su inspiración, y no es improbable que su ejemplo vuelva a mover el corazón de su pueblo en dirección a Aquél por quien dio la vida. Acerca de los grupos milenaristas Paul Johnson hace una observación interesante al respecto, que ilumina mejor el comportamiento de grupos como los husitas radicales: “La creencia de que el milenio era inminente era la señal para el ataque a los ricos: había que derribarlos en un apocalipsis terrenal antes de arrojarlos a las llamas eternas del otro mundo… Los igualitarios formaron el ala radical de los husitas después de 1419; tenían fondos comunes y comunidades del tipo kibutz… Por supuesto, decía la argumentación, la sociedad cristiana ortodoxa en todos los aspectos ha traicionado sus orígenes y aceptado las normas del mundo; por consiguiente, era la sociedad, no de Cristo, sino del Anticristo, y su derrocamiento sería el preludio de la parousía… Esta tendencia de los milenaristas anárquicos a dominar y, por lo tanto, arruinar los movimientos reformistas fue una de las razones por las que la Iglesia (católica) había permanecido tanto tiempo sin ser reformada. Lutero estaba decidido a evitar este destino”.[iii]
Pablo Bedrossian - Cardiólogo y Gerente - Honduras
[i]González, Justo L, “Historia del Pensamiento Cristiano”, Ed.Caribe, 2002 Tomo II, p.348
[ii]Escoto, Julio, “Downtown” paraíso: reflexiones sobre identidad en Centroamérica, “Encuentros”, Centro Cultural del Bid, Enero 2002, No 44
[iii]Johnson, Paul, “La Historia del Cristianismo”, Javier Vergara Editor, 1989, p.299 y 321:

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