¡Yo declaro! ¡Yo decreto! ¡Yo te digo! ¡Yo promulgo!

Marcos Andrés Nehoda

23 DE SEPTIEMBRE DE 2013 · 22:00

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Debemos establecer la diferencia entre dos conceptos, que son distintos, y no mezclarlos: una es la INTENCIÓN y otra es la COMISIÓN. ¿Un ejemplo? Puedo ir a una oficina y, con la mejor INTENCIÓN declarar a los empleados allí presentes que, a partir del 1° del mes siguiente, tendrán un aumento del 50% en sus haberes. ¡Maravilloso! Pero, ¿qué valor tiene esta declaración? ¡Ninguno! No soy el gerente general; el dueño de la empresa no me ha COMISIONADO para declarar un aumento de sueldo. Pero los profetas de Dios en el Antiguo Testamento DECLARABAN bendiciones, anunciaban eventos, comunicaban castigos y todo esto se cumplía. ¿Por qué? Porque ellos manifestaban genuinamente: “Así dice el Señor”. ¡Y realmente era Dios quien les mandaba a decir tales cosas! Ahora, volvemos a la ilustración del principio. El dueño de la empresa me pide a mí que comunique a su personal acerca de un aumento en sus haberes. Lo que yo diga al personal allí presente tiene valor no porque mi INTENCIÓN es buena, sino porque he sido COMISIONADO para ello; el dueño de la empresa es quien ha decidido otorgar un aumento de sueldos, no yo. Pero si yo, con la mejor INTENCIÓN anuncio un aumento del 50% en los haberes del personal y no he sido COMISIONADO para ello, en el mejor de los casos estaré haciendo un papelón y seré un hazmerreír. En el peor de los casos, estaré cometiendo una temeridad y seré un insolente y atrevido por ello. Si Dios te COMISIONA a ti para declararle a la viuda o al borracho que sus vidas cambiarán, ¡maravilloso! Pero si tú, porque tienes una buena INTENCIÓN y quieres expresar un buen deseo, te atreves a decir lo que Dios no te COMISIONÓ para decir, te estás equivocando. El Señor nos COMISIONÓ para Predicar el Evangelio de Salvación; no nos COMISIONÓ para DECLARAR a los inconversos: “Desde ahora eres salvo”. Nos COMISIONÓ para predicarle a la gente el Evangelio puro de nuestro Señor Jesucristo. Son ellos los que deberán decidir si lo creen o no. Bendecir es decir bien a una persona. ¿Quieres bendecir a alguien? Dile que, si pone su confianza en el Señor Jesucristo, será salva. Dile que, si confiesa sus pecados al Señor, la Sangre de Jesucristo derramada en la Cruz le limpiará de todo pecado. Dile al joven ya convertido que, si entrega todos sus talentos y dones a disposición del Señor, Él los usará para Su Gloria. ¡Mira! Son todas Promesas bíblicas; por eso puedes decírselo a las personas. “Dice el Señor que, si confiesas tus pecados, Él te perdonará”. ¡Esto es bíblico! Pero decirle: “Yo te declaro que, a partir de hoy serás prosperado”, es declararle una mentira a mi prójimo; porque hay decisiones que mi prójimo tiene que tomar ante el Señor, porque sus pecados han hecho división entre él y Dios; por eso el Señor no le oye (Isaías 59.1). Y también pudiera ser que Dios está probando a sus hijos, como probó a Job. “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el Nombre de Jehová bendito” (Job 1.21). ¿Quién soy yo para estorbar la disciplina del Señor sobre sus hijos? (Hebreos 12.3-10). “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos 16.31).¡Es una DECLARACIÓN bíblica, es una DECLARACIÓN de Dios! Tú puedes repetir a toda criatura esta DECLARACIÓN de Dios. Pero es una insolencia, un atrevimiento y una temeridad DECLARAR lo que Dios no ha DECLARADO; asegurar, decretar, ilusionar a mis semejantes con mentiras, con falsedades(Jeremías 14.14 e Isaías 30.10). Por último, notemos las expresiones de aquellos que pronuncian: “YOte digo, YO declaro, YO promulgo”, y contrástalo con la genuina expresión de los fieles profetas del Antiguo Testamento: “Dice el SEÑOR”. Marcos Andrés Nehoda – Pastor - Argentina

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