“Al menos vi morir a cuatro personas en Libia. Al día siguiente, las tiraron al desierto”

“Me torturaron con descargas eléctricas”, explica Isaac, de Ghana, que pasó tres semanas en el gueto de esclavos en Sabha. Ahora se encuentra en Barcelona, realizando diferentes cursos de adaptación a la espera de tramitar sus documentación.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 13 DE JULIO DE 2018 · 10:00

Isaac, en el Parque de la Estación del Norte, en Barcelona. / Jonatán Soriano,
Isaac, en el Parque de la Estación del Norte, en Barcelona. / Jonatán Soriano

A Isaac Nana Bosompem, de 24 años, le gusta hablar de fútbol y de su vida. No deja pasar la ocasión para hacer un rápido análisis del Mundial de Rusia, por ejemplo, y por qué la selección de su país, Ghana, no ha participado en este campeonato. Y rápidamente comienza a hablar de las dificultades de allí. Y, todavía más rápido, explica su historia. Que sus padres han muerto y que se ha criado con su abuela, que lo llevaba a una iglesia pentecostal. Que es conductor de oficio y que juega bien al ping pong. Y que estuvo tres semanas en el gueto de Sabha, en el centro de Libia. “Se levantaban por la mañana y nos golpeaban. Por la noche también nos golpeaban”, dice.

Su viaje comienza en su ciudad, Kumasi, en el centro de Ghana, y sigue por Costa de Marfil, Liberia, Mali y Agadez, en Níger. Desde allí se adentra en el Sáhara, con la intención de llegar a Trípoli, pero es secuestrado y vendido como esclavo al llegar a Libia. En junio de 2017 llega a Lampedusa, en un bote de goma junto con otras 119 personas. De allí va a Sicilia y después a Nápoles, donde vive en un asentamiento de migrantes. Después de dos intentos fallidos, consigue llegar a Barcelona.

Dios me salvó de todas esas situaciones. Siempre ha hecho un camino dónde no lo había”, asegura Isaac, que llegó en febrero a Barcelona y, antes de entrar a vivir en un albergue, vivió un mes en la calle. Ahora vive en una casa con cuatro hombres más, en un municipio del área metropolitana, y en estos meses ha realizado tres cursillos; uno de castellano, otro de catalán y un tercero en horticultura.

 

Pregunta: ¿Por qué decidiste dejar Ghana y venir a Europa?

Respuesta: Hay varias razones. Por ejemplo la dificultad de conseguir un trabajo. Decidí venir porque aquí puedo vivir bien sin convertirme en un criminal. Cuando no estás viviendo bien, cuando no estás trabajando, cuando no estás consiguiendo comida o aquellas cosas que se supone que debes conseguir, se hacen cosas malas, como robar o cualquier cosa que supondría ir a la cárcel. Así que decidí no hacer este tipo de cosas y venir a Europa para vivir mejor. El dinero lo es todo en África y he tenido que sacrificarme a mí mismo. Cuando Dios me ayude podré ayudar a otras personas, como las viudas, los huérfanos o quienes están durmiendo en las calles. Europa es Europa. Cuando vienes aquí y decides seguir el sistema todo será normal. Pero si no lo haces, y tan sólo llenas tu mente con la idea del dinero, creo que el dinero es importante pero no te puede guiar.

 

P: ¿Cómo fue tu viaje?

R: Cuando vivía en Ghana mi objetivo no era venir a Europa. Decidí ir a Liberia para hacer algo de dinero y después regresar a mi país y establecer un negocio. Así que cruce Costa de Marfil durante unos días y después llegué a Liberia. Pero allí las cosas tampoco estaban bien. Todo era extremadamente difícil y duro, incluso conseguir comida. Entonces decidí ir a Libia, con la idea de poder trabajar. Comencé mi viaje allí, en Liberia, y crucé Guinea, Mali y Níger. Allí conocí a algunas personas que me podían meter en un coche hacia Libia. Pasamos cuatro días en el desierto, sin comida. Algunas personas murieron a lo largo del desierto. Éramos un convoy de siete coches donde viajábamos muchas personas. Recuerdo que en un sólo día murieron tres. Una mujer y un hombre de Nigeria y otra mujer de Togo. Incluso dos cameruneses se perdieron. Nos encontramos a personas armadas que nos disparaban, que querían matar a los conductores. No sé de dónde eran ni quiénes eran. Según me dijeron algunos compañeros, nos dispararon desde lejos y mataron a estas tres personas. Les dejamos y continuamos nuestro viaje porque no podíamos detenernos. A mí me cobraron 230 euros por el viaje de Agadez a Trípoli. Pero nos enviaron a Sabha. Allí fuimos secuestrados y nos vendieron.

 

P: ¿Quién os vendió?

R: Según lo que pude averiguar, los conductores de los coches nos enviaron directamente allí. Al gueto de Sabha. Hablaban árabe y no entendíamos nada. Nos llevaron a una casa donde había más gente secuestrada y a la que habían golpeado. Estuve en el gueto tres semanas. Se levantaban por la mañana y nos golpeaban. Por la noche también nos golpeaban. Los árabes utilizaban a algunos negros como jefes. Como no tenían dinero para pagar, les encargaban el trabajo de controlarnos. Dormíamos sobre nuestras costillas, en el suelo. No nos daban comida a menos que llamases a tu familia para que enviasen un dinero como rescate. Si no tenías el dinero, no podías liberarte, morías. Mucha gente murió en el gueto mientras estuve allí. Al menos vi físicamente morir a cuatro personas. Aquella noche dormimos con los cadáveres allí, y a la mañana siguiente los tiraron al desierto.

Llamé a un amigo para que me enviase dinero para mi liberación. Quienes manejan el gueto quieren una confirmación de parte de quién va a enviar el dinero. Pagué 5.000 dólares para salir de allí y después fui a Trípoli, donde conocí a un hombre que me dio algunos trabajos en construcción.

La situación en Libia era muy difícil. Quizás decidían no pagarte y no podías decir nada porque si decías algo corrías el riesgo de que te enviasen a algún lugar al que no te convenía para nada ir.
 

Isaac pasó tres semanas en el gueto de Sabha, donde asegura haber sido torturado. / J. Soriano

P: A ti también te torturaron en el gueto.

R: Sí, con descargas eléctricas. Lo hacían sólo para presionarme y que llamara a mi familia o a alguien que pudiese enviarles el dinero. Mucha gente se quedaba sin fuerzas en el gueto y moría. Además de no darte comida, no puedes llegar a dormir con una mínima comodidad ni tener libertad.

Un día me golpearon porque llevaba un crucifijo en el cuello. Dios me salvó de todas esas situaciones. Siempre ha hecho un camino dónde no lo había.

 

P: ¿Te ha ayudado tu fe en toda esta travesía?

R: Dios observa el corazón y los seres humanos, no. Cuando tienes fe, el Dios que ha creado el universo te protege. Mi fe me ha ayudado mucho. En la Biblia he podido leer cómo Pedro estaba encarcelado mientras la iglesia oraba, y al día siguiente no había manera de encontrarlo en la prisión. O cómo Job pierde todas sus propiedades y, sin embargo, mantiene la esperanza. O Sara, que ya casi era una anciana y no había tenido ningún hijo. Pero mantuvo su fe y oró a Dios, y nació Isaac. O Ester, que era una esclava y oró a Dios pidiendo su favor y se convirtió en reina. Una de los pasajes que más me motivan en la Biblia es Proverbios 10:22, que dice que ‘la bendición del Señor trae riquezas’. Él nos dará gozo y felicidad.

Aparte de la Biblia también me fijo en algunos personajes legendarios, como Nkwame Nkrumah (primer presidente de Ghana), Nelson Mandela (primer presidente de Sudáfrica), Haile Selassie (último emperador de Etiopía), Julius Nyerere (primer presidente de Tanzania), Kenneth Kaunda (primer presidente de Zambia), o también Bob Marley, por ejemplo.

 

De Kumasi a Barcelona, un viaje de dos años, cruzando hasta siete países, el Sáhara y el Mediterráneo. / J. Soriano

P: ¿Qué hay después de Libia?

R: Un bote de goma y 120 pasajeros. Pagué 1.300 dinares libios (poco más de 816€) por mi pasaje. Embarcamos, por ejemplo, un lunes y al siguiente día estábamos en Italia. ¿Puedes imaginar que pasamos 14 horas en el mar? No fue fácil pero afortunadamente nadie murió. Otro bote que había salido antes que el nuestro regresó con sólo 70 personas. El resto, unas 50, murieron en el mar. En nuestro caso nadie murió pero sufrimos el mar. La persona que estaba a cargo de la brújula perdió la ruta. El capitán dijo que estaba cansado y se puso a dormir. No podíamos regresar a Libia, así que nos dejamos llevar por las olas. Finalmente, cuando decidimos arrancar de nuevo el motor y navegamos durante treinta minutos, nos encontramos con muchos barcos. Banderas españolas, francesas, holandesas. Al acercarnos a ellos se marcharon. Ahora creo que fueron a avisar a los italianos para que nos guiasen hasta Lampedusa, donde llegamos al fin. De allí nos llevaron a Sicilia y yo acabé después en Nápoles, viviendo en un asentamiento, junto con otras 38 personas. La vida allí era normal.

 

P: Pero tú querías venir a Barcelona.

R: Intenté venir a Barcelona desde Nápoles en tres ocasiones. Las dos primeras, en tren, me hicieron regresar a Italia. La última, en autobús, lo conseguí. Cuando vivía en Ghana me encantaba el Barça. Me gusta todo de Barcelona, la cooperación, la disponibilidad para ayudar a los migrantes. Yo ya sabía que cuando vienes a Europa sin documentación eres débil, pero lo que desconocía era la situación en Libia. Ahora estoy aquí y me gustaría ayudar al país.

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