“Las personas no se cierran a hablar de las grandes preguntas”

Las relaciones que construimos en el ámbito laboral proveen un marco adecuado para compartir sobre Jesús, pero para ello tenemos que dejar la comodidad del silencio, explica el director de la Fundación RZ, Andy Wickham.

Daniel Hofkamp

MADRID · 27 DE FEBRERO DE 2018 · 18:37

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El espacio de trabajo es seguramente donde más horas, y donde más contacto tenemos con personas de una fe o cosmovisión distinta. Cómo hacer para compartir el evangelio en este entorno es uno de los temas sobre los que se va a reflexionar en el VII Encuentro de Tres-e, el Grupo Profesional de Evangélicos en Economía y Empresa, que este año se reunirá  en Zaragoza del 9 al 11 de marzo.

Uno de los espacios de formación será conducido por Andy Wickham, director de la Fundación RZ para el diálogo entre fe y cultura. En esta entrevista, Wickham explica la importancia de salir de la comodidad y seguir el ejemplo de Jesús a través de las preguntas que construyan puentes con las personas que nos encontramos en el entorno laboral.

 

P. ¿Qué circunstancias consideras que son las principales que hacen que nos cueste hablar sobre nuestra fe en el ámbito de trabajo?

R. En mi experiencia, tanto personal como con la de mucha gente con la que hablo, veo todo tipo de impedimentos. Por una lado está el miedo a la burla, al qué dirán, a que me consideren una persona moralista o religiosa, o el miedo a que me hagan preguntas que no sepa responder sobre mi fe, o que me dejen en evidencia. El miedo a perder amistades, o el miedo a no dar la talla una vez que sepan que ya soy cristiano. O quizá porque hay personas que ya conocen mi lado oscuro y la vergüenza me deja mudo. Hay muchas razones.

A veces también está el obstáculo de que interfiera con mi profesionalidad. Compartir tu fe en el trabajo requiere cierto cuidado o discernimiento. Por ejemplo, si trabajas en atención al público. Te van a llamar la atención si aprovechas cada llamada para hablar de Cristo. O si en medio de una reunión estás intentando compartir tu testimonio cuando tendrías que estar intentando arreglar algún problema de la empresa. Tenemos que recordar que la empresa nos paga por cumplir unos objetivos dentro del horario laboral, y esa es la principal responsabilidad. 

Sin embargo se puede dar el caso que no sepamos como estrechar puentes para hablar de Dios, porque sí que en el trabajo encontramos espacios para hablar de cualquier tema. Y tal vez tenemos el deseo de hablar de nuestra fe con otros pero simplemente no sabemos por dónde empezar. Esta es una razón que nos paraliza, o al menos esto es lo que he podido comprobar.

 

P. Hay muchas barreras autoimpuestas, de hecho has mencionado el miedo. ¿Dirías que esta razón es una de las más comunes?

R. A veces pensamos que hay mucho en juego. Pero en la Biblia se nos enseña que el amor conquista el miedo. Cuando tú amas a alguien de verdad, el miedo pasa a un plano secundario, como un padre se lanza a la piscina para salvar a un hijo. Sí que hay muchos miedos autoimpuestos y oportunidades que dejamos pasar, sobre todo cuando la Biblia nos invita a ser un poco más provocativos, más lanzados y perder un poco estos miedos. La gente está más abierta de lo que parece a hablar de las grandes preguntas de la vida.

Quizá son las formas que nos han inculcado, de ser muy directos o invasivos, son las que nos hacen tener un poco de pánico a la hora de compartir.

 

P. ¿Hay algún episodio de la Biblia, o tal vez algún principio, que nos pueda ayudar a pensar en como compartir con nuestros compañeros de trabajo sobre Jesús? 

R. Para mí el texto que se encuentra en 1 Pedro 3: “estad siempre preparados para dar respuesta a todo aquel que demande razón de la esperanza que hay en vosotros”; es un versículo clave. Démonos cuenta que esto lo dice Pedro, un pescador, no un experto en apologética que tenga todas las respuestas; y además esta es una carta escrita a todas las iglesias, no solo a los líderes. Pero hay algo curioso: el apóstol Pedro da por sentado que la gente nos va a hacer preguntas. Si de verdad estamos viviendo a Jesús, eso va a provocar preguntas a nuestro alrededor. Y por eso tenemos que preparar las respuestas, para decirle a alguien por qué soy cristiano.

Esto no es lo mismo que contar a otros cómo te hiciste cristiano. A veces respondemos a esa pregunta, cuando lo que nos están preguntando es que demos razones de peso, con sentido, de forma inteligible, cuando nos digan: ¿por qué eres cristiano, por qué tienes este tipo de esperanza? Teniendo esto en cuenta, como debemos preparar respuesta, es importante conocer las preguntas. ¿Qué obstáculos tienen mis compañeros de trabajo para conocer a Jesús? ¿Qué les impide hablar de espiritualidad o encontrarse con Jesús? Esto implica estar al día.

En segundo lugar, señalaría el ejemplo de Jesús. Para mí es un modelo increíble en las conversaciones personales. Jesús usó de forma abundante las preguntas. Jesús hace más de 150 preguntas en los evangelios, y son preguntas excelentes, reveladoras, que allanan el camino para hablar de temas espirituales, y que fomentan la transparencia y el diálogo genuino. Este será uno de los temas que trataremos en el encuentro, ver cómo Jesús usó preguntas para facilitar conversaciones que apuntasen hacia Dios.

 

P. Muchas veces las iglesias y entidades se esfuerzan en organizar actividades evangelísticas. ¿Te parece que puede haber un énfasis en el hecho de “invitar” a nuestros compañeros de trabajo a actividades de iglesia como única forma de evangelismo, desechando las oportunidades naturales de las conversaciones?

 

Andy Wickham.

R. La historia de la iglesia es una historia de énfasis, y el péndulo nunca está en el medio. Se tiende a diversos enfoques o modelos. Diría que el énfasis actual está en traer a la iglesia y desarrollar la actividad evangelística dentro de los muros del edificio. Sin embargo, cuando miras a Jesús, no lo encontramos intentando meter a la gente en la sinagoga o a él esperando dentro para hablar a multitudes. Pedro sí tuvo este enfoque, porque su ministerio fue más hacia los judíos, y para ellos la sinagoga era el lugar y espacio donde hablar sobre Dios y las ideas. Pero si miramos a Pablo, enfocándose en los gentiles, que sería un contexto más parecido la nuestro, veremos que hablaba en anfiteatros, plazas, mercados… Allí donde se cocían las ideas estaba Pablo hablando de Jesús. Creo que hoy hay muchas oportunidades que no estamos aprovechando como iglesias para llevar el evangelio fuera del edifico. Primordialmente estamos llamados a ser sal y luz en el mundo, a través de relaciones personales, pero también debemos tener un enfoque hacia afuera. Por ejemplo, nosotros desde RZ organizamos jornadas en distritos financieros, donde durante varias jornadas se dan charlas en diferentes empresas, bancos, multinacionales, donde damos la oportunidad de escuchar sobre la cosmovisión cristiana o sobre el evangelio desde distintos ángulos. Afrontando temas como la integridad en la economía, las grandes preguntas de la vida, la posverdad… Son temas que interesan a los empresarios. Hemos estado en sitios como el distrito financiero de Londres, en Chicago, en Singapur, en las sedes de Facebook o Google, y quizá algún día podamos hacer algo similar en Madrid o Barcelona.

Diría que el principio de la misión nos lo da Jesús mismo: él vino a por nosotros. Él se incomodó dejando su gloria para que nosotros pudiéramos recibir el mensaje de manera cómoda. Él se sacrificó por nosotros, y la iglesia está llamada a hacer lo mismo. Lo cómodo es traer a la gente a nuestros edificios o locales; lo incómodo es salir a lugares desconocidos donde está la gente y ellos se sienten seguros. Por eso, la misión implica salir y sacrificarse por otros. Creo que necesitamos un equilibrio entre ambos enfoques. Está bien organizar e invitar a la iglesia, pero también salir al encuentro de la gente como hacía Jesús.

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