Alianza Solidaria multiplica su labor en la altiplanicie de Perú y abre obra en Haití

Turmanyé (Arco iris en qeuchúa) lleva 12 años apadrinando niños en el Proyecto Moisés, tiene dos casas de acogida, comedores y proyectos de autoayuda.

ESPAÑA / PERÚ · 09 DE JULIO DE 2012 · 22:00

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Turmanyé es el nombre del proyecto que desarrolla Alianza Solidaria en Huaraz y alrededores (Perú), un lugar situado en las alta cordillera andina en la que desde hace doce años la ONG trabaja en diferentes ámbitos sociales, desde cuidado y atención de niños en un hogar infantil hasta la educación de mayores en labores y profesiones que sirvan para su sustento. La presidenta de la ONG Francisca Capa explicó parte del trabajo que realizan en Perú en una entrevista, realizada para Protestante Digital por Beatriz Garrido. Además de contar la historia que les ha llevado a establecerse en esta región, apuntó algunos de los retos que quieren asumir para el futuro más próximo. La obra de Alianza Solidaria en Huaraz comenzó con la construcción del hogar infantil Arcoiris, una casa donde se daba atención completa a una veintena de niños. Sin embargo, en los últimos dos años la situación del lugar les ha llevado a hacer un gran esfuerzo para doblar el número de niños a los que atienden. “El gobierno intervino la aldea infantil, el orfanato municipal, que había en la ciudad por problemas internos; y se cerró la entrada de nuevos niños, por lo tanto se nos vino encima una avalancha”, explica Francisca Capa. “Tuvimos que abrir una segunda casa, la cual se alquiló por un año, pero tuvimos que dejarla y luego buscar otra...”, añade. Apareció la necesidad, por tanto, de habilitar una nueva casa propia. Además, el paso del tiempo ha creado nuevas necesidades. “Muchos de los niños que tenemos que no han sido adoptados van creciendo y se hacen adolescentes, y no pueden estar en la casa todo el tiempo, tienen que salir. Necesitábamos que de forma tutelada pudieran valerse por sí mismos, de una forma inicialmente controlada”, cuenta Francisca. Desde hace poco tiempo se está llevando adelante la construcción de esta segunda casa. “Allí acogeremos a los bebés y a los adolescentes varones, por encima de los 14 años”, explica Francisca Capa, que espera poder levantar fondos en España para poder acometer esta construcción. “Compramos un terreno y tenemos el proyecto. Esperamos que el Señor mueva los corazones para conseguir la construcción de esta segunda casa”, apunta. OTROS RETOS Desde Alianza Solidaria han comenzado las labores para operar en Haití, un país aún devastado a causa del terremoto y que sigue siendo el más pobre de toda América. “Estamos empezando con el trabajo, ayudando a una escuela y a un orfanato, apadrinando a 25 niños”, explica Francisca Capa. La Alianza Solidaria tiene además un programa de apadrinamiento, el programa Moisés, a través del que se ayuda a niños de varios países pobres a poder “romper con el círculo de pobreza”. Desde 1993 son las dos líneas de trabajo, a las que se suma una campaña anual de ayuda humanitaria en algún lugar necesitado. Estas campañas se han centrado los últimos años en América Latina (con la excepción del año pasado, donde se impulsó una campaña a favor del Cuerno de África), donde han potenciado especialmente la obra continuada en Perú. INTENSA LABOR EN HUARAZ @MULT#IZQ#52430@Desde el año 1999 Alianza Solidaria trabaja en Huaraz. Cuenta Francisca Capa que la labor comienza “a través del llamado de María Jesús, una médico nacida en Zamora” con una “gran carga misionera” por el Perú, donde de hecho realizó un máster tras titularse. Estando allí “se dio cuenta de la situación de indefensión de la infancia: muchos eran abandonados, vivían en la calle, en pobreza. Eso tocó su corazón y su conciencia y quiso abrir un hogar para niños abandonados”. Tras contactar con Francisca Capa en España, volvió a Perú para buscar un lugar donde poder establecer un hogar. En Huaraz “encontró una iglesia que tenía la visión de trabajar con los niños. Así que allí fue donde se establecería el hogar”, recuerda Francisca. Desde el principio notaron el respaldo de Dios a través de las donaciones de los creyentes. “Necesitábamos un apoyo económico firme de unas 150 personas que se comprometieran con 3 euros al día. Justo cuando estábamos hablando de esto, uno de los padrinos me llamó y preguntó por si teníamos un programa en Perú. Era un hombre que tenía cuatro niños apadrinados y quería hacer más por este país. Le transmití la idea de abrir un hogar. Entonces él puso 500.000 pesetas, nada más empezar. Y ese fue el impulso que seguimos. Empezamos a promoverlo en iglesias, y en diciembre de 1999 se empezó con la casa. El 25 de enero de 2000 entró el primer niño” al hogar Arco iris. Desde el primer momento recibieron niños pequeños, a los que atendían en todas sus necesidades. Pero pronto descubrieron un nuevo campo en el que trabajar: los niños de la calle, muchos de los cuales no tenían ni siquiera para desayunar, una carga que compartieron desde la iglesia y que Alianza Solidaria recogió como propia. “Queríamos atender a unos cincuenta niños con una comida nutritiva al día. Y el coste era unas 90.000 pesetas al mes. En aquel momento estaba asistiendo a un Forum de GBU. Me invitaron a dar un reportaje y comenté la necesidad. Nada más terminar de exponerlo, dos personas me dijeron: cuenta con 100.000 pesetas. El Señor respondía de esta manera inmediata”. Y así “se puso en marcha el comedor. Una mujer de la iglesia se empleó de cocinera y otras madres ayudaban por turnos con el servicio. Así funciona el comedor hasta hoy, atendiendo desde 50 a 65 niños, dándoles de comer todos los días”. LLEGANDO MÁS ALTO La labor no se detuvo en Huaraz. “Aún por encima hay montañas con pequeños poblados, casi aislados, en los que habitan comunidades quechua. No tienen agua, ni luz, ni servicios sanitarios... Son los pobres de los pobres”, explica Francisca Capa. Una vez más pensaron en cómo ayudar a estas comunidades. “María Jesús subía caminando (unas 2 horas) y visitaba estas comunidades para atender a las personas en necesidades médicas. Allí nunca sube un médico, porque no están en las zonas rurales. Pero ella iba allí y buscaba una comunidad dispuesta a poner de su parte. El acuerdo era: si construímos un centro de salud, ¿estaríais dispuestos a trabajar allí? Sólamente Calchacuta aceptó”. En Calchacuta se construyó entonces un centro de salud. “Un galpón que estaba en ruinas se habilitó y restauró para la atención médica: pediatría, ginecología, y consulta general; la atención más urgente. Se construyó y allí María Jesús podía atenderles”. Pero la atención primaria pasaba también por facilitar a esta comunidad el acceso al agua. “Unos años antes les habían dado unas cien ovejas para mejorar su alimentación. El problema es que al llegar la época de sequía (que dura unos seis meses) las ovejas se murieron. Había que traer agua, por lo que se construyó un aljibe”, contando con la colaboración de todo el poblado. “Los Quechuas tienen la costumbre de dedicar dos días a la semana a cuestiones comunes. Y esos dos días se dedicaron a ello, construyendo el aljibe y la canalización hacia las casas. En quince días estaba listo”. El acceso al agua “ha transformado esta comunidad, donde ahora pueden tener crianza de animales y hasta se han comenzado a sembrar cereales”. EDUCACIÓN Otra de las necesidades de estas comunidades es la educación. “Viven a unos 6 kilómetros de la escuela más cercana. Los niños tienen que salir a las 6 para llegar a la escuela, lo que no pueden hacer los más pequeños. Al llegar a la escuela, como no sabían castellano, iban muy atrasados. El fracaso escolar es inmenso”, explica Francisca. Para atenderles y ayudarles, Alianza Solidaria puso en marcha “una escuelita de primaria donde los niños van desde los tres años. La profesora, quechua, les enseña en los dos idiomas. De esta forma crecen aprendiendo en ambos idiomas. Cuando llegan a la primaria, van bien preparados. Empezó con una escuela y ahora tenemos cinco, repartidas por la montaña. La municipalidad ha visto que pueden aprender y ellos están en conciertos para que se acepten como oficiales los estudios que se imparten, hasta que se logre el sostenimiento económico de los maestros”. LABORES PROFESIONALES “En las comunidades quechuas el analfabetismo es absoluto” continúa Francisca. A los hombres “se les ofreció hacer un taller de herrería tradicional. Se consiguió un yunque de más de 100 años. Como no existe la electricidad se empezó a usar las ballestas de los camiones para usar este hierro y hacer herramientas de labranza y hasta estructuras para sus propias casas”. Además se ha investigado para poder tener cultivos. “A 4000 metros de altura no crece casi nada. Por eso se hicieron pruebas con cereales que pudieran prosperar allí. Ahora pueden cultivar un tipo de trigo y cebada”. FORMACIÓN A ADOLESCENTES Volviendo a las necesidades de Huaraz, se estima que en esta ciudad hay unos 400 niños que viven trabajando en la calle; de limpiabotas o vendiendo pequeños productos. “Tenemos contacto directo con unos 200, a los que conocemos personalmente. Se construyó un edificio para talleres de formación pensando en ofrecerles una formación profesional en alguna labor que les pueda servir para valerse por sí mismos”. Una de las iniciativas ha sido montar una panadería – pastelería. “Un pastor de aquí que es pastelero fue allí a impartir el taller. Empezando haciendo panes y ahora pasteles, y es la mejor pastelería de Huaraz. Uno de los chicos quechua que aprendió es ahora el jefe del horno”. La atención a los adolescentes, sin embargo, “es un problema complejo” en el que quieren seguir trabajando. “Hay que cambiar hábitos que tienen en su vida. Se está trabajando con ellos y el reto es poder ampliar los colaboradores. Necesitamos más fondos, porque hay tres mujeres trabajando con ellos, pero necesitamos un varón que sea referente para ellos. Serían unos 300 euros al mes para poder sostener a un hombre. Tenemos a la persona, pero no puede dejar su trabajo para atender esto. Necesitamos estos fondos para poder trabajar con los niños de la calle”. VOLUNTARIADO Y AYUDA Es posible convertirse en un voluntario de Alianza Solidaria, pero las condiciones son estrictas. “Los voluntarios que quieran ir a Perú tienen que saber que van por un tiempo. Es necesario al menos dos meses, porque las personas deben adaptarse a la altitud y deben formarse para lo que debe hacer. Si necesita una semana para adaptarse y otro par de semanas para aprender qué hacer, no merece la pena ir. Además deben hacer un curso de formación aquí para aprender cómo ayudar. Entrando en www.alianzasolidaria.org pueden contactar con nosotros y se puede destinar a las personas a cada lugar”. Además se ofrece la posibilidad de colaborar económicamente con los diferentes programas de Alianza Solidaria. Entrando en su web se muestra cómo hacer donaciones, para lo que también puede llamarse al 93 420 80 72.

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