Una red social para relaciones extraconyugales arrasa en Francia

Gleeden es una red integrada ya por 170.000 franceses que desean ser infieles. La página, que funciona igual que cualquier otra de contactos personales, tiene la peculiaridad de estar integrada sólo por personas casadas que buscan una relación extramarital.

PARÍS · 04 DE OCTUBRE DE 2010 · 22:00

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Estelle tiene 28 años y es funcionaria. Está casada desde hace tres y se encuentra en pleno tratamiento de fecundación in vitro para tener un bebé. Thierry, director financiero de 45 años, está casado desde hace 24 y tiene –como tantas parejas francesas– tres hijos. Entre Estelle y Thierry hay aparentemente pocas cosas en común, más allá de haberse comprometido en matrimonio, haber formado –o querer formar– una familia y trabajar en París. Y sin embargo ambos, sin saberlo, sin conocerse, comparten la misma decepción de la vida en pareja, hasta el punto de haber franqueado la puerta prohibida y haberse buscado un amante. Estelle y Thierry son dos de los 170.000 franceses que en los últimos meses se han lanzado a apuntarse en el primer sitio web de encuentros extraconyugales, específicamente dirigido a personas casadas con vocación de adúlteras. «La idea surgió tras comprobar, a través de estudios, que el 30% de los inscritos en sitios de encuentros convencionales se presentan como solteros cuando en realidad están casados», explica Teddy Truchot, uno de los fundadores del sitio Gleeden, dirigido a facilitar la infidelidad organizada. Puesto en funcionamiento en diciembre del 2009, el sitio cuenta con algo más de 390.000 miembros –el 60% hombres y el 40% mujeres– en 159 países, básicamente en Europa. Y sobre todo en Francia... Detrás siguen Italia, Suiza, Bélgica, España –con unos 30.000 inscritos– y Australia. En Estados Unidos el lanzamiento comercial está previsto para el próximo enero. «Nuestra empresa, Blackdivine, es norteamericana, pero pensamos que sería más fácil empezar el lanzamiento en Europa. En Estados Unidos son muy puritanos, mientras que aquí somos más abiertos», explica Truchot, que como su apellido sugiere es francés. «En Francia la infidelidad no resulta chocante, está culturalmente aceptada. Pero no es sólo un fenómeno francés. En general, la infidelidad es algo que se ha incorporado ya a las costumbres. No hay más que ver la televisión, ¡todo el mundo engaña a todo el mundo!», argumenta. En Francia, según una encuesta realizada en el 2008 por el instituto TNS Sofres, el 29% de los franceses casados o en pareja –algo más los hombres que las mujeres– han sido infieles a su cónyuge. La mayoría –el 75%– no se arrepiente en absoluto. Y, por lo general, no buscan una noche loca, sino una relación estable y continuada, aunque paralela: el 77% de quienes confiesan su infidelidad dicen haber tenido sólo uno o dos amantes. VÍCTIMAS DE LA COSTUMBRE «Yo quiero una relación un poco duradera, no necesariamente muy frecuente, pero duradera». Con esta franqueza explica Estelle su determinación de mantener una relación clandestina. En su caso, se trata de una opción tomada en conciencia, no fruto de un flechazo en la oficina. «Yo ya tenía un amante, pero quiso dejarlo», explica para justificar su inscripción en el sitio de relaciones extraconyugales. Tras recibir seis mensajes, estableció una relación con un hombre casado y con un hijo. Es su nuevo amante. «El matrimonio es rutina, siempre la misma persona, las mismas costumbres... Yo necesito cambiar, encontrar a alguien nuevo», explica sin asomo de remordimiento. Su marido nada sabe de esta doble vida. Estelle, sin embargo, no se siente culpable y tampoco tiene miedo de que esta relación ponga en peligro su matrimonio. «Es un complemento», se justifica. Sabe que su próxima maternidad puede cambiar esta vida. Pero de momento mantiene su inscripción. Eso sí, ya sin foto. Sin foto, no hay mensajes. El amor raramente es ciego y la infidelidad no lo es jamás. Un paseo virtual por el mundo de Gleeden permite comprobar la presencia de no pocos curiosos –sin foto–, bastantes prudentes –que sólo dejan ver un aspecto parcial del rostro o del cuerpo– y unos cuantos desenvueltos que van con la cara por delante. La mayoría de los miembros de esta comunidad del adulterio están casados o viven en pareja –aunque hay alrededor de un 10%, cifras oficiales en la mano, de solteros, separados y divorciados–. Y los hay también que, dispuestos a explorar aspectos ocultos –u ocultados– de sí mismos se declaran bisexuales... No es el sexo, sin embargo, lo que buscan principalmente muchos de ellos. Es el caso de Thierry, que ha establecido una relación íntima, más virtual que física, con una mujer que –como él– está casada y con hijos. «Sexo lo habrá, sin duda. Pero no es nuestra prioridad. Yo lo que quiero es poder hablar a alguien, en casa ya nadie escucha», se queja. Thierry había tenido antes alguna aventura fugaz, pero nunca hasta ahora una amante. En la red, una candidata a adúltera enmascarada bajo el seudónimo de Pixiwoo –una mujer casada de 37 años vecina de Toulouse– ha dejado una descriptiva cita del periodista y escritor francés Henri Jeanson: «Las mujeres engañan generalmente a sus maridos con otros maridos. Los adulterios tienen así algo de conyugal, de honorable, de legal que merece la consideración general».

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