“Nuestra cultura ególatra produce narcisismo y fragilidad”

“Necesitamos tener una percepción de nosotros mismos que sea realista y esté bien fundamentada, y que no se centre en afirmar nuestra propia importancia, sino en servir a un propósito más grande que nosotros mismos”, dice el psiquiatra Glynn Harrison, autor de “El gran viaje del ego”.

Joel Forster

  · Traducido por Joana Morales

04 DE ENERO DE 2017 · 17:20

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En la actualidad, algunas de las personas más influyentes son youtubers e instagramers que, tras conseguir millones de seguidores, trabajan constantemente para hacer crecer su propia marca personal.

Un “ego” fuerte parece ser la clave para este tipo de éxito: saber cuáles son tus sueños y creer lo suficiente en ti mismo para poder alcanzarlos.

Pero, ¿de dónde viene esta cosmovisión tan centrada en el 'yo'? ¿Y en qué se diferencia de lo que dice el evangelio sobre el éxito personal?

En su libro The Big Ego Trip (IVP, 2013, en castellano: "El gran viaje del ego"), el psiquiatra Glynn Harrison analiza las raíces del movimiento de la autoestima y algunas de las consecuencias tangibles que ha tenido.

El ex profesor y jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Bristol (Reino Unido) cree que los cristianos a menudo caen en tendencias parecidas: “muchas iglesias se ven tentadas a retocar la llamada a negarse a uno mismo que se encuentra en el corazón del Evangelio”.

Glynn Harrison respondió a preguntas de Evangelical Focus en la siguiente entrevista.

 

Glynn Harrison.

P. Su libro se abre con una frase de Donald Trump: “Muéstrame una persona sin ego y te mostraré un perdedor”. ¿Cree que la victoria del nuevo presidente electo de los Estados Unidos es un ejemplo del éxito que tienen hoy en día las personas con un ego grande?

R. Depende de lo que entendiera él por “ego”. Pero sí, una autoestima excesiva y una percepción equivocada de tu propia importancia provocan el deseo de tener éxito. Curiosamente, también funciona al revés. Las personas con una baja autoestima también pueden sentir deseo de conseguir éxito porque están luchando para demostrar su valía.

Ambos extremos pueden causar estrés, o problemas como el narcisismo, como explico en mi libro. Al final necesitamos tener una percepción de nosotros mismos que sea realista y esté bien fundamentada, y que no se centre en afirmar nuestra propia importancia, sino en servir a un propósito más grande que nosotros mismos

 

P. Dice que “promocionar el yo” de los niños no funciona.  ¿Cómo definiría esta tendencia en el campo de la educación? ¿Por qué no ayuda a construir una sociedad mejor?

R. Me refiero a ensalzar las capacidades y cualidades de una persona de una forma que no tiene ninguna relación con la realidad: “¡eres especial!”, “¡eres el mejor!”. Normalmente se hace con buena intención (queremos que la gente tenga confianza y crezca), pero esto provoca que nos abstraigamos en nosotros mismos y centra la motivación en afirmar nuestra propia importancia.

Los psicólogos han demostrado que los niños a los que se les alaba así tienden a evitar tareas difíciles que pongan en riesgo la imagen que tienen de sí mismos. Los niños tienen que ser estudiantes resilientes que quieran saber todo sobre el mundo y que quieran cambiarlo.

 

P. Otra idea que sale de su libro es la idea de que estamos creando una sociedad de personas frustradas. ¿Cómo hemos llegado a este punto?

R. Porque estamos creando expectativas poco realistas. Cuando alabamos en exceso a nuestros niños en un intento de aumentar su autoestima, creamos una generación de jóvenes ensimismados que miden su valor en términos de éxito y fama.

Sería mejor educar a niños resilientes y abiertos, conscientes de su propia singularidad e individualidad, no a narcisistas preocupados por su relevancia social e importancia.

 

“Nuestra cultura ególatra produce narcisismo y fragilidad”

P. Su libro se publicó en 2013. Ahora las redes sociales son incluso más populares que hace tres años. ¿Cree que la tendencia de difundir y promocionarse a uno mismo es una burbuja que estallará en algún momento?

R. Ya veremos. La mayoría de los péndulos acaban por oscilar en la otra dirección. Cada vez más gente reconoce que esta cultura egocéntrica está produciendo más narcisismo y fragilidad.

La obsesión con los “espacios seguros” y la política identitaria en los campus parece ser la última manifestación de la necesidad que tienen las personas egocéntricas de proteger su frágil ego. Pero aunque cada vez hay más educadores que intentan suavizar los peligros, las escuelas están empezando a hacer más hincapié en desarrollar el carácter y la resiliencia en lugar de aumentar la autoestima.

 

P. ¿Están adoptando las iglesias la tendencia cultural de enviar mensajes erróneos que sólo giran en torno a las necesidades de las personas?

R. Sí, creo que a veces lo hacen. Hay versiones cristianas de ese “¡eres especial!”. Muchas iglesias se ven tentadas a retocar la llamada a “negarse a uno mismo” que se encuentra en el corazón del Evangelio.

Por supuesto, tenemos que conectar con la gente allí donde está, demostrando qué es el verdadero crecimiento del Evangelio. Pero finalmente el deseo de crecer debe dirigirse hacia la senda de la abnegación. Es el camino de Dios. Así que tenemos que tener cuidado de no subirnos al carro de nuestra cultura del bienestar con un evangelio para sentirse bien.

 

P. El llamado “evangelio de la prosperidad” ha sido ampliamente criticado pero sigue teniendo una enorme influencia. ¿Esta teología es un ejemplo de la promoción del ego?

R. Claramente sí. Apela a nuestro deseo de “ser más porque tenemos más”. Por supuesto, las Escrituras prometen que, a la larga, al final, verdaderamente creceremos y prosperaremos (en el sentido más amplio de esa palabra) cuando caminemos fielmente en los caminos de Dios. Pero este crecimiento sale malparado si lo comparamos con las promesas fáciles del evangelio de la prosperidad, porque el crecimiento real siempre viene a través de la Cruz.

 

P. ¿Cómo nos da la gracia la visión correcta de nosotros mismos y de Dios?

R. La gracia de Dios es incondicional. El movimiento de autoestima acertó en su diagnóstico: la autoestima no se construye sobre tus logros o sobre la aprobación de otras personas, porque son “contingentes variables” que están fuera de tu control. Van y vienen. Pero se equivocó en su remedio: “cree en ti mismo, tú dices cuánto vales”.

No hay ninguna prueba de que esto funcione porque al final es autopropaganda. La autoestima debe estar arraigada en tu identidad, en una historia interna acerca de quiénes somos, de dónde venimos y qué somos. La gracia de Dios no sólo otorga esta identidad, sino que la recibimos incondicionalmente a través del amor.

Aprender a habitar nuestra identidad como hijos de Dios es un viaje que dura toda la vida. Es fácil decir “mi identidad en Cristo”, pero aprenderlo y vivirlo es duro. En mi libro hablo sobre varias “técnicas”, como “juzgar el logro y no a la persona”, pero al final viene de la profunda convicción de que somos eternamente amados por nuestro Creador, únicos portadores de la imagen divina llamados a salir y transformar el mundo para bien.

 

ACERCA DE GLYNN HARRISON

Glynn Harrison (marido, padre y abuelo) fue profesor y jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Bristol, Reino Unido, ciudad en la que también ejerció como psiquiatra consultor.

Sus principales áreas de investigación académica son en el campo de la esquizofrenia y las psicosis, la evaluación de servicios de salud y la epidemiología. Fue presidente de la Federación Internacional de Epidemiología Psiquiátrica y actuó como asesor para la OMS. Su pasión clínica se dirigió a la intervención temprana en trastornos psicóticos ya que, sin no se tratan, se encuentran entre los trastornos más devastadores y potencialmente duraderos de la psiquiatría.

Glynn habla ampliamente sobre temas relacionados con la fe cristiana y la psicología, la neurociencia y la psiquiatría.

Puede leer más acerca de Glynn Harrison visitando su página web personal.

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