Bye bye, Halloween

La escuela debería mostrarse independiente de los intereses de este aplastante mercado del terror. Sin embargo, por comodidad o por ignorancia, en ocasiones, hace apología del mismo.

Francisco Sánchez

21 DE OCTUBRE DE 2015 · 15:31

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Halloween se acerca. Muchos negocios se frotan las manos porque, económicamente, la ganancia está asegurada.

¿Es sano provocar miedo en los menores? No. Ni en los menores ni en los mayores. El temor es un mecanismo de defensa que nos hace huir de lo que consideramos peligroso. Cuando sentimos un miedo muy intenso decimos que estamos aterrorizados. ¿Cómo podemos ayudar a alguien que tiene miedo?

Los psicólogos hablan de que no debemos forzar a nadie a enfrentar sus miedos. Cada individuo madura a su tiempo y no es sano provocarlo si la persona no está preparada para hacer frente a eso que teme.

¿Sabemos qué sienten los menores ante el terror? Javier Urra (ex-defensor del menor) afirma que "el que no sabe lo que siente el otro, pierde". ¿Sabemos nosotros lo que siente el otro? ¿Qué fines persigue la celebración de Halloween? Puesto que no me quiero extender, te animo a que consultes estos enlaces de canal Historia y Aciprensa.

En EE.UU, esta “celebración” suele generar 2600 millones de dólares de ganancia. Se espera que los estadounidenses se gasten 330 millones de dólares en disfrazar a sus mascotas (perros, gatos...) para la ocasión. También unos 2000 millones en dulces, 960 millones en decorar locales, oficinas y casas, y 360 millones en tarjetas regalo.

En 2013, un hombre prestó declaración ante la policía porque, en su afán de hacer disfrutar a los vecinos con su Halloween, montó toda una escena simulando que una persona había sido decapitada con la puerta del garaje. Accidentes ocurren todos los días en todas partes, pero ¿qué mente puede realmente disfrutar recreándolos?

¿Es sano llenar la mente con escenas grotescas y sangrientas? El mercado español no se libra. Los grandes parques de ocio anuncian sus espectáculos durante todo el mes de octubre hasta la primera semana de noviembre. Los restaurantes llenan sus paredes de telarañas y calabazas. A pesar de la crisis y los recortes, el consumo está asegurado si queremos pasarlo “de miedo”. Cada año, los principales periódicos brindan propuestas adaptadas a todas las edades para sufrir la noche del 31 de octubre. Lo terrorífico atrae y vende. La industria de la televisión y el cine también aprovechan el tirón. El cine de terror crece, a pesar de que está comprobado que sus películas producen ansiedad, insomnio y pesadillas. Desgraciadamente, nos acostumbramos a lo malo si lo vemos una y otra vez repetidamente. Esta psicoadaptación permite que, con el tiempo, toleremos las imágenes violentas como si estuviéramos viendo dibujos animados.

Lo extraño es que la institución del conocimiento tampoco se libra. La escuela debería mostrarse independiente de los intereses de este aplastante mercado del terror. Sin embargo, por comodidad ("ya viene metido en la programación de la unidad didáctica") o por ignorancia, en ocasiones, hace apología del mismo. Sé que no es fácil combinar la compleja tarea educativa con la cantidad de burocracia que se exige hoy en día a los docentes (por no hablar de los recortes). Enseñar algo alguna vez, "cualquiera" lo puede hacer; pero enseñar durante nueves meses seguidos varias horas al día procurando innovar, ponerse al día con las TIC sin enfadarse, disfrutar, comprender, escuchar y hasta aprender con y para los alumnos, es algo muy distinto. Si esto último es lo que haces como docente me uno a ti.

¿Por qué le gusta tanto a la gente causar miedo? ¿Por qué se acepta con tanta simpatía hacer apología de la muerte? Me sorprende el doble rasero con que medimos los padres. Evitamos que nuestros hijos menores acudan a un entierro porque pensamos que puede ser traumático para ellos, pero les permitimos al mismo tiempo que estén expuestos a imágenes manipuladas y terroríficas. Entiendo que la vida y la muerte forman parte del ciclo de nuestra existencia. Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Explicar esto en el momento oportuno a nuestros hijos es esencial. Los cristianos pensamos, además, que no somos solo parte de un complejo proceso biológico sino también que Dios nos da una tarea específica para cumplir en esta vida. Esa tarea tendrá una repercusión en la eternidad. No estamos aquí para acostumbrarnos a ver muertos vivientes. Hablemos de la muerte, sí, pero como el último peldaño que nos coloca ante la puerta de la eternidad.

Lo misterioso siempre atrae. También el poder de las fuerzas ocultas. Sin embargo, la Biblia es clara al declarar que ninguna comunión tiene la luz con las tinieblas. ¿Será esa necesidad profunda del ser humano la que le lleva a buscar respuestas en el terror? -"No exageres, si solo es un juego" -responden unos. - "Se sabe que los disfraces no son reales".

El debate no es sobre la realidad del objeto o la persona que causa miedo sino sobre el daño de sus efectos. No cuestiono si un disfraz de zombi es real o no, cuestiono la gratuita perturbación que este produce, especialmente en los menores. Me niego a aceptar que la noche del 31 de octubre tengo dos opciones: pasear por la calle envuelto en una marea de brujas, zombis y calabazas andantes, o quedarme encerrado en casa sin hacer caso al timbre porque “don Truco Trato” ha decidido pulsarlo una y otra vez.

¿Por qué cuesta tanto hacer apología de la vida? Entiendo que nuestras acciones deben reflejar todo lo que es verdadero, todo lo que merece respeto, todo lo que es justo y bueno, todo lo que se reconoce como una virtud, todo lo que es agradable y merece ser alabado. ¿Cumple Halloween este patrón? Creo que no. Entiendo a las familias que dicen: “es una pequeña fiesta entre amigos en la que simplemente nos disfrazamos”. También a las que afirman: “no es la única, existen otras fiestas o tradiciones que están mal, como la del toro de la Vega”. Aunque tienen parte de razón, no comparto su opinión. A las primeras, respondería que todo en la vida forma parte de un proceso en el que no importa tanto dónde se empieza sino dónde se acaba. Aquello que parece hoy inofensivo, el día de mañana puede haberse convertido en algo muy perjudicial. Lo importante son las personas, ¿no? No convirtamos entonces el tema de la fiesta, el terror, en el protagonista de la misma. A las segundas respondería que un mal no justifica a otro mal. Lo que está mal, está mal aunque la mayoría lo haga. En breve, la televisión nos recordará el aniversario de las cinco jóvenes que fallecieron en la macrofiesta de Halloween el 31 de octubre de 2012 en Madrid. Allí se hicieron muchas cosas mal. Por desgracia, los intereses económicos vuelven a poner en duda la correcta gestión del aforo limitado del Madrid Arena.

Como te habrás dado cuenta, el tema da para rato. Desde el punto de vista cristiano, la celebración de Halloween no agrada a Dios. Desde el punto de vista de un no creyente, al menos, creo que merece la pena cuestionarse la finalidad real de la fiesta y el derroche que esta produce en medio de un mundo cada vez más “desequilibrado económicamente”.

Aunque sea nadar contracorriente, encuentro motivos suficientes como para dejar de lado la celebración de Halloween. La tarde del 31 de octubre quedaré con los amigos y la familia, sí, pero los protagonistas seremos nosotros, no los disfraces: bye bye, Halloween.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Sociedad - Bye bye, Halloween