Marca la diferencia

¿Hasta qué punto somos conscientes de que las pequeñas acciones que sembramos cada día son importantes?

Francisco Sánchez

16 DE ABRIL DE 2015 · 17:17

Gandalf, uno de los personajes de El Hobbit.,gandalf
Gandalf, uno de los personajes de El Hobbit.

Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”, afirmaba el escritor Eduardo Galeano. Siempre me ha gustado esta manera de ver la vida. ¿Hasta qué punto somos conscientes de que las pequeñas acciones que sembramos cada día son importantes?

El personaje de Gandalf en El Hobbit dice: “Algunos creen que solo un GRAN PODER puede mantener al mal en jaque. Pero eso no es lo que he experimentado. Yo he descubierto que son las COSAS PEQUEÑAS de las acciones diarias de las personas ordinarias lo que mantiene a raya a la oscuridad” ("Some believe that it is only GREAT POWER that can hold evil in check. But that is not what I've found. I found it is the SMALL THINGS. Every day deeds by ordinary folk that keeps the darkness at bay”).

En este sentido, Brad Cohen es un ejemplo de superación. Desde niño ha padecido el síndrome de Tourette. Sin embargo, esta enfermedad no ha logrado destruir su sueño: ser maestro. Él mismo afirma: “mi vida con el síndrome de Tourette me ha hecho darme cuenta de que todo el mundo tiene una cosa que le persigue de alguna manera. Puede ser un prejuicio o una enfermedad crónica. Podrían ser las limitaciones físicas o las circunstancias de la vida, o el ego, el orgullo, la envidia o el odio, pero cada uno tiene su cosa”.

Una de sus frases más famosas es “solo se necesita una persona para marcar la diferencia”. Su vida y ejemplo retan a cualquier persona que quiera salir de “su zona de comodidad”. ¿Estamos dispuestos a salir de nuestra zona de comodidad? La película que narra su historia, Front of the class, muestra cómo la mayoría de los profesionales que trabajaban en las instituciones más representativas de la sociedad (Centros Educativos, Centros de Salud, etc…) no supieron tratar su caso particular. Por desgracia, la Iglesia tampoco estuvo a la altura de las circunstancias. ¿Puedo yo marcar la diferencia en la vida de una persona?

Vivimos en una sociedad que busca la especialización en todos los campos de la ciencia, pero que huye al mismo tiempo de la puesta en práctica de los avances que ésta consigue. Por ejemplo, en el ámbito educativo, encontramos una gran oferta de estudios o especialidades mientras, por otra parte, rechazamos a los alumnos especiales que no “encajan” dentro del patrón de la normalidad. ¿Qué es lo normal? Lo normal, en nuestros días, muchas veces es sinónimo de mediocridad. Hemos sido diseñados para la excelencia. Nuestro cerebro posee más de cien mil millones de neuronas. ¿En qué las usamos? “El mundo está lleno de cosas evidentes en las que nadie se fija ni por casualidad”, le respondía el gran Sherlock Holmes a Watson en El Sabueso de los Barkerville.

Todo lo que salga del curso ordinario de la vida es digno de mención. Personas como Brad Cohen me retan a salir de lo natural, lo que conozco, lo que me parece normal y cómodo. Me llama la atención el escaso número de seguidores que tiene su página en facebook. Sin embargo, no creo que a él le importe. Al fin y al cabo, está acostumbrado a nadar contracorriente. Pienso en las palabras de Jesús de Nazaret cuando dijo: “Los que necesitan del médico son los enfermos, no los sanos” (Lucas 5, 31). Jesús respondió así a un grupo de fariseos que le acusaban de loco por comer con gente de mala reputación. Está claro que El Maestro se centró en los enfermos, en los que tenían verdadera necesidad.

¿Queremos ser parte del cambio? ¿Queremos marcar la diferencia? Entonces, levantemos la mirada, esa que se centra en nuestro propio ombligo, y prestemos atención a las necesidades de la realidad que nos rodea. Las buenas personas no hacen daño a los demás. Las personas excelentes se implican en la búsqueda de una solución a los problemas y necesidades del prójimo. Cada uno, desde su posición, puede marcar la diferencia. No importa lo pequeño que sea. Tampoco es cuestión de dinero. ¿Cuánto vale sonreír, decir buenos días o ceder el asiento en el autobús? Pequeños gestos que vencen el mal con el bien. Salgamos de lo ordinario y tendamos la mano, todavía queda mucho por hacer.  

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